Edición

Borrar
Eduardo Strauch en la Alhambra, con un ejemplar de 'La sociedad de la nieve', la novela que inspiró la película. J. E. C.
El regreso a Granada de Eduardo Strauch, superviviente de 'La sociedad de la nieve'

El regreso a Granada de Eduardo Strauch, superviviente de 'La sociedad de la nieve'

El arquitecto visitó la Alhambra y contó en Caja Rural aquellos 72 días inolvidables en el Valle de las Lágrimas. «La gente no le da al amor la importancia que tiene en este mundo con tanto ruido»

Martes, 17 de septiembre 2024

Los ojos de Eduardo Strauch (Montevideo, 1947) se clavan en lo profundo de la Puerta de la Justicia. «Qué hermoso fue», se despide el uruguayo de la Alhambra con esa voz entrecortada de los amigos que no saben si volverán a verse. Esta es, en realidad, la segunda vez que se encuentran. La primera fue en 1969, cuando era estudiante universitario. Eduardo es arquitecto, pintor y humanista, pero todo el mundo le conoce por haber vivido mucho o, lo que es lo mismo, por sobrevivir al accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que se estrelló el 13 de octubre de 1972 en los Andes. Él fue –y es– miembro de 'La sociedad de la nieve'.

En el auditorio de Caja Rural no hay ni una butaca libre. Strauch ha regresado a Granada para participar en una charla organizada por la agencia Babilonia, con el patrocinio de Fundación Caja Rural, Bidafarma, Sierra Nevada Exportación Importación y Miguel Muñoz Joyeros. Cada vez que le piden un consejo para la vida –cosa que siempre pasa– él ríe y asegura que no es ningún gurú. «Pero el amor. El amor es la clave», responde con unos ojos azules claros. Clarísimos. Tan claros como la nieve.

Mira usted la Alhambra con una pasión más que evidente.

–Había estado acá en el año 1969, cuando tenía 21, hace ya 55 años. Y sigue igual, pero con más gente, que es lo que pasa en todos lados (ríe).

¿Qué recordaba de su primer viaje a Granada?

–Me acordaba mucho de la Alhambra. Tengo algunas fotos así, chiquitas, del Patio de los Leones y otros rincones del palacio. Y cada vez que ordeno la casa y me encuentro con las fotos me conecto de vuelta con la emoción de la primera vez en la Alhambra. Soy arquitecto y me apasiona.

¿Por qué arquitecto?

–Con 6 o 7 años decidí que iba a ser arquitecto y jamás tuve ninguna duda. La primera vez que vine, de hecho, ya era estudiante de Arquitectura.

«Vine a Granada en 1969 con Gastón, que murió a mi lado en los Andes»

Entonces, ¿Granada fue antes del accidente?

–Sí, antes. Cerraron la universidad seis meses por peligro de atentado, así que para no perder el tiempo nos fuimos seis meses a Europa. Vinimos en barco, que era lo más barato, 13 días de ida y 19 días de vuelta. Aquel viaje fue un punto de inflexión en mi vida, se me amplío la mente. Vine con Jacobo de los Campos, un amigo que sigue vivo, y con Gastón Costemale, que murió en los Andes. En la película aparece al principio, organizando el viaje. Era muy amigo de Numa.

Strauch, en un banco de la Alhambra. J. E. C.

¿Está cansado de volver al accidente, a lo que pasó en aquellos 72 días en el Valle de las Lágrimas?

–Me sorprende no estar cansado, pero hace tiempo que me di cuenta por qué no. Cada vez que doy una charla me transformo en el Eduardo Strauch de 25 años. Vuelvo a vivir aquello, me emociono mucho y sigo aprendiendo cosas.

¿Qué le trae por aquí?

–Me trae una gira de conferencias por España, a raíz de la película de Juan Antonio Bayona, que ha sido una explosión en todo el mundo para todas las generaciones. Suelo charlar en colegios con chicos de 11, 12, 13 años, que me miran con atención durante una hora y media, impresionados. Es muy bonito.

Me identifico con esos niños porque usted es como si un personaje de ficción saliera del libro o de la película.

–Nunca lo había pensado así, pero es verdad que pasa algo parecido. Creo que ven en mí algo que no conocían, que en un mundo que está perdido de repente aparece una historia que muestra que somos capaces de hacer mucho más de lo que creemos.

«El que más parecido tiene es Marcelo Pérez, que era íntimo amigo mío y se murió en la avalancha. Me emociona mucho»

¿Qué le parece la película?

–La otra, '¡Viven!' (1993), no me gustó. La de Bayona es impresionante, muy conmovedora. Nos encantó a todos. Bayona me contó su idea hace ocho años, en un desayuno. Me dijo que él expresaba mucho con el silencio y ahí supe que él era mi director. Los momentos de silencio en la película, uf...

¿Cómo fue verla?

–La he visto siete veces con distintas compañías y cada vez es distinta. Me emociona mucho porque es tan verídica, ese paisaje rodado en Sierra Nevada es conmovedor. Y los actores son fantásticos, pero el que más parecido tiene es Marcelo Pérez, el capitán, que era íntimo amigo mío y se murió en la avalancha, a mi lado. Es como estar de vuelta ahí con él… Me impresionó tanto...

Strauch, disfrutando de las vistas. J. E. C.

En el rodaje de 'La sociedad de la nieve' conocí a Vierci (autor de la novela). Le escribí por whatsapp para que me dijera de qué debía hablar con usted. «Dile que te cuente la importancia del amor», me escribió.

Qué talento, Vierci... Suelen preguntarnos ¿cómo hicieron para lograr lo que lograron? Y todos respondemos lo mismo: por el amor. El amor a la familia, a los nuestros. El amor a la vida de unos jóvenes de 25 años con muchas ganas de vivir. El amor a la naturaleza y a una montaña que odié tanto pero que terminé amando y entendiendo. La gente no le da al amor la importancia que tiene en este mundo con tanto ruido.

¿Perdemos el tiempo?

–Absolutamente. Las redes, los teléfonos… Es algo en lo que insisto mucho, que pido que la gente se grabe a fuego: en cualquier momento se te puede acabar la vida, por eso me desespera ver que se pierda el tiempo.

«En cualquier momento se te puede acabar la vida, por eso me desespera que se pierda el tiempo»

¿Sintió algo trascendental en la montaña?

–Sí, yo tuve tres experiencias en 72 días que, en ese momento, llamé meditación espontánea. Un amigo jesuita me hizo ver que no era eso, que fue un cambio del estado de consciencia del que ya no se vuelve atrás. Sentía que mi mente se expandía por el universo y que volvía enriquecida. Sigo asombrado y agradecido por todo lo que viví.

Agradecido.

–Sí, lo agradezco. No la viviría de vuelta, sin duda, pero valoro la experiencia porque fue una fuente de maduración y enseñanza brutal. Lo agradezco porque me sigue sirviendo para tener una vida más plena. Digamos que nacemos sin manual de uso del ser humano y que yo, en la cordillera, lo grabé en mí. Por eso mi motivación es transmitir la historia, el manual del ser humano que aprendí en la montaña.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal El regreso a Granada de Eduardo Strauch, superviviente de 'La sociedad de la nieve'