![«La leyenda negra de España está justificada en lo que respecta a la Inquisición»](https://s2.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/09/18/susana-martin-k1vC-U2101801209248b-1200x840@RC.jpg)
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En la Sevilla del siglo de Oro el brillo de la plata y el oro que llegaban de las Américas quedaba deslustrado por las hordas de mendigos, tullidos (fingidos y reales) y prostitutas. Debajo del esplendor y la opulencia de la ciudad se extendían el ... hedor agrio que despedía la turbamulta y los plañidos e increpaciones obscenas de los que se que ganaban el pan duro de cada día. Este ambiente es el que retrata Susana Martín Gijón en su última novela, 'La Babilonia, 1580' (Alfaguara), un libro en que la escritora se adentra por primera vez en un thriller histórico que muestra los tejemanejes que se urden en los palacios, pero también el microcosmos de las callejas, posadas y murallas donde acechan los peligros, lugares por lo que nadie en su sano juicio se aventuraría.
«Antes de que perdiera el monopolio de la flota de Indias, Sevilla se caracterizaba por el boato, la riqueza y el cosmopolitismo. Pero había otra cara, la de las desigualdades, un panorama de muchísima miseria, pillaje, fechorías y crímenes que son un caldo de cultivo excelente para la novela negra», dice la artífice de la investigadora Camino Vargas.
En esta ficción, Martín Gijón cuenta los avatares de una prostituta de la mancebía La Babilonia y de una monja, dos mujeres carentes de derechos y que, como todas las de su sexo en aquella época, permanecían en los márgenes. En el burdel donde trabaja una de las protagonistas, Damiana, aparecen asesinadas de manera espeluznante algunas mancebas, un signo de mal augurio para los marineros que se disponen a embarcar en un convoy rumbo a las Indias. «Era un mundo muy supersticioso. La existencia de un muerto en el barco era una señal funesta, como lo era la presencia de pelirrojos. Cuando la piel arrancada del rostro de una mujer aparece ajustado como un disfraz al mascarón de proa de la Soberbia, el buque de guerra que abre el convoy, algunos miembros de la expedición prefieren quedarse en tierra y esperar al siguiente viaje».
La escritora, autora de 'Progenie' -cuyos derechos han sido adquiridos para su producción audiovisual- reivindica y saca del ostracismo a dos mujeres que viven en «jaulas». «Una dentro de las tapias de una mancebía; la otra, en una celda de las Carmelitas Descalzas. Una vende su cuerpo; la otra tiene que borrar incluso su nombre e identidad cuando entra a profesar».
«Son mujeres a las que nunca se les ha dado voz y que optan por casi los dos únicos caminos posibles que evitan estar supeditadas a un marido», aduce la novelista, que ha dotado a su prosa de una dimensión sensorial. Las calles de Sevilla se pueden ver y hasta oler. Los efluvios malsanos que pueblan el aire no están hechos para olfatos delicados. Leyendo las descripciones de 'La Babilonia, 1580' se aspira la peste de los muladares, de las boñigas de los carros de caballos, de la basura descompuesta por el calor.
Las primeras páginas del libro narran un macabro auto de fe oficiado por el Santo Oficio, un acto público en el que los condenados abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento para luego ser quemados en piras. Frente a algunas actitudes revisionistas que relativizan el papel de la Inquisición, Martín Gijón discrepa de este parecer. «La Inquisición era bastante tenebrosa. Basta leer las actas de los procesos para imbuirse del terror que inspiraba. Si te señalaban, cuando menos te hundían la vida. Fue algo terrible. Habrá quien diga que eso daña la imagen de España, pero hay que reconocer los hechos objetivos tal como son. En lo que respecta a la Inquisición, la leyenda negra está justificada».
El trasiego de metales preciosos de América a España, sobre todo de plata, hizo que cuajara una fuente de riqueza fabulosa para sostener a la monarquía de los Habsburgo. ¿Qué paso con todo ese capital? «Como tantas veces pasa en la gestión de lo público, se podía haber gestionado mejor, porque mucha de esa plata se destinó a las guerras que tenía abiertas la Corona. Lo que por un lado se esquilmaba en las Américas, por el otro iba Flandes.»
Navegar en aquellos tiempos no era precisamente placentero. Tener un camarote era el lujo de unos pocos que al menos podían disfrutar de algo de intimidad. La tropa, por el contrario, vivía hacinada y en camaradería con las pulgas y las ratas, alimentándose de un bizcocho negro que, junto al agua podrida y el vino picado, causaba estragos en los estómagos más humildes. «Viajar en galeón no era una experiencia grata».
Con diez novelas negras en su haber, Martín se ha sumergido durante dos años en la lectura de libros y documentos para infundir verosimilitud a la ficción. No desvela si va a dar vacaciones a la inspectora Camino Vargas. «Es un secreto que me reservo. Lo que sí es seguro es que al Grupo de Homicidios de Sevilla le quedan crímenes por dilucidar»..
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