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Las dieciséis campanas de la Catedral de Granada suenan todos los días. Pero el 25 de marzo de 2025 hubo un toque muy especial a las diez de la mañana, justo la hora en la que se hizo este reportaje. Se conmemoraba el 502 aniversario de la colocación de la primera piedra de un templo, dedicado al misterio de la Encarnación del Señor, que se ha convertido en una de las obras cumbres del Renacimiento español y en uno de los grandes emblemas patrimoniales de la capital granadina. Dos minutos en que los cinco operarios que estaban trabajando en la restauración de estos enormes 'instrumentos' tuvieron que salirse del campanario, convertido en una enorme caja de resonancia, para proteger sus oídos.
Y es que estas 'gigantonas', algunas de ellas fundidas hace más de quinientos años, están siendo 'intervenidas' estas semanas por el equipo de profesionales de Julia Ramos, dentro del proyecto de rehabilitación integral de la torre de la Catedral. «El estado de conservación es medio», resume Julia Ramos, «por lo que podemos actuar por procedimientos convencionales, sin necesidad de ir más allá». Hemos de tener en cuenta que la activación no se produce por volteo, sino por martillo. Todos los mecanismos se encuentran perfectamente automatizados, aunque el sistema permite el control remoto a través de una aplicación de móvil.
¿Qué patologías presentan? En los yugos, elaborados con dos tipos de madera que presentan un alto grado de resistencia, el roble y el olivo –también son árboles que permiten obtener unas piezas más grandes–, presentan grietas, fendas (hendiduras) y también ataque biológico (hongos). Para arreglar esta parte lígnea se están retirando chapas de latón anteriores, que estaban acelerando el deterioro, «y en las zonas con pérdidas se están aplicando impregnaciones con resinas acrílicas, además de reintegraciones de soporte con leñas similares», comenta Julia Ramos.
Posteriormente, se llevan a cabo tratamientos antixilófagos y antifúngicos con biocidas y la implementación de diferentes pátinas, una con linazas mezcladas con disolventes de hidrocarburos y otra con un barniz especial para lograr la mayor protección frente a la acción directa de los agentes meteorológicos.
Respecto a los metales, el hierro de los badajos presenta un mayor grado de corrosión pero, a juicio de Julia Ramos, no se precisan sustituciones. Respecto al bronce, se ha tomado la decisión de mantener una capa de óxido, «para respetar los propios valores del material y sus ciclos evolutivos», pero sí están actuando en la superficie. ¿Cómo? Efectuando una limpieza mecánica con cepillos de celdas cortas –en el argot se conocen como 'perrillos'–. En el caso de los dorados, que también hay en la María, se están empleando hisopos de algodón embebidos mojados en una sustancia que combina el etanol con xileno.
«La faena es compleja y también ha sido preciso un análisis organoléptico previo para saber cuál es el punto de partida», afirma Julia Ramos, quien aclara que los arreglos que se están realizando no afectarán en ningún momento a la sonoridad». De esta forma, el carrillón de la Catedral, que se pone en marcha todos los días con fines litúrgicos –inicio de la misa, la consagración, la homilia y el ángelus–, seguirán repicando con las mismas cualidades que hasta ahora.
Diego Garzón, redactor junto a Pedro Salmerón del proyecto de la torre de la Catedral y director de obra, destaca que todas las campanas son de enorme interés. «La Cuchillera, por ejemplo, situada en la cara este, tiene detrás una trágica historia de muerte», explica. El campanero Antonio Molero Molina se precipitó en 1800 tras girarse para mirar una discusión entre jóvenes que se estaba produciendo en la calle Cárcel Baja. Cayó desde más de cuarenta metros de altura tras recibir el impacto de La Cuchillera –se llama así porque tiene labrados dos cuchillos–.
Garzón comenta que la persona que más sabe de las campanas es Nieves Jiménez, a las que dedicó su tesis doctoral. «Ella es la gran referencia», recalca. «Ha estudiado en profundidad cada una de ellas, como la María, la más grande y la más espectacular con 6.165 kilogramos de peso». Se usaba para las plegarias y resalta por sus relieves dorados con representaciones de personajes como San Pablo, San Rafael, SanCecilio o la Virgen de las Angustias. Se da la circunstancia, además, que esta es el resultado de una refundición del XVIII de otra que hubo en la Torre Turpiana dos siglos antes. «Esto era algo habitual, y así aparece reflejado en los contratos con los fundidores, unos documentos redactados, por cierto, con alto nivel de detalle», añade Garzón.
Las campanas marcaron durante mucho tiempo la vida de Granada.La del Alba no solo se escuchaba cuando despuntaba el sol, sino que ordenaba los riegos en la Vega. Y la Gótica o de los Reyes Católicos, que oficiaba en Torre Turpiana, alertaba en el caso de que se produjera un incendio. Es la más antigua.
Granada tiene una banda sonora.La que tocan las campanas de la Catedral desde hace medio milenio. La música que viene del cielo.
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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