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21 de abril de 1483. La espada de Ibrahim Aliatar observa el campo de batalla. Su filo, clavado en la tierra junto al río Genil, refleja los años de aventuras que vivieron juntos. Pícaros aventureros convertidos en gobernantes de Loja, quién lo iba a decir. Días atrás, Boabdil les pidió que lucharan a su lado en Lucena, una vez más, para alejar a esos cristianos de su querida Granada. Aliatar miró a su hija, Morayma, la esposa de su amigo Boabdil, y, como siempre, asintió. La cabalgada contra las tropas de Diego Fernández de Córdoba fue épica y gloriosa, como deben ser las últimas batallas. La espada, impotente, vio a su amigo y compinche Aliatar atravesado por el acero enemigo. Y a Boabdil caer preso, grabando el que sería el título por el que la historia le recordaría: 'El último sultán de Granada'.
Un soldado lucentino, conmovido por las lágrimas de la espada que corrían por el río Genil, se la llevó al Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso de Córdoba, donde aguardó cuatro siglos. A mediados del s.XIX, se trasladó al Museo del Ejército de Toledo (Museje) y se reencontró con la vestimenta, zapatos y espadas del propio Boabdil. Ahora, 536 años después de caer de las manos de Aliatar, ha resurgido con el mismo brillo de aquella mañana de 1483. Con el mismo oro, marfil y metales preciosos que la recubrieron en su juventud. Presta para la batalla. Afilada, valiente. Y en 3D.
Investigadores de la Universitat Politècnica de València (UPV) y la empresa toledana Ingheritag3D han digitalizado tridimensionalmente la espada nazarí de Aliatar con el objetivo de documentar la pieza de forma gráfica y ponerla a disposición de la sociedad gracias a un visor web. Este proceso arranca con una técnica denominada fotogrametría que consiste en fotografiar la espada desde multitud de ángulos. Después se solapan todas las imágenes, se trazan dibujos de las minuciosas filigranas de la empuñadores y se genera el modelo en 3D.
«Estas técnicas ofrecen la posibilidad de poner en valor piezas relevantes dentro y fuera de los museos, ya que el modelado tridimensional está preparado tanto para los especialistas –que pueden manipular la pieza de forma virtual–, como para ser compartido de manera pública e interactiva a través de Internet», destaca la ingeniera Margot Gil-Melitón, coautora del trabajo que ha sido publicado en la prestigiosa revista 'Virtual Archaeology Review'.
Gracias a la tecnología, cualquier usuario puede desenfundar la legendaria compañera de Aliatar. Basta un movimiento del ratón para manejar una réplica exacta de la empuñadura de esta espada jineta, un tipo de arma genuinamente nazarí introducida en Al-Ándalus por los zenetas (pueblo bereber del que toma el nombre).
La espada de Aliatar presenta un pomo con forma de cúpula bulbosa, un puño de marfil tallado con dibujos y letras árabes, y un arriaz (el puño de la espada) dorado rematado con figuras zoomorfas. Para registrar los detalles de esta fina ornamentación, los investigadores han ideado soluciones que han facilitado el análisis de materiales muy reflectantes y de complicadas geometrías.
«Un recurso tan valioso como es el patrimonio cultural ya no se conforma con una conservación física: debe complementarse con una preservación digital exhaustiva en todas sus formas, lo que facilita la investigación de las piezas, su correcta salvaguarda y la difusión del conocimiento al gran público», concluye el otro autor del estudio, el catedrático José Luis Lerma de la UPV.
El Museo del Ejército de Toledo pretende realizar el mismo proceso tecnológico con una selección de piezas históricas. A partir de los datos obtenidos, elaborarán un catálogo documental en 3D con fines de investigación, difusión, preservación y educación. «El museo tiene un gran reto por delante: todos y cada uno de los objetos elegidos para este trabajo son piezas emblemáticas pertenecientes a personajes relevantes dentro de la historia política y militar de nuestro país», explican.
La espada de Aliatar, testigo de tantas aventuras a lo largo de los siglos, observa perpleja los avances de la ciencia que fluyen imparables desde que cayó en el río Genil. Quién sabe lo que traerá el futuro, quizás, con el tiempo, podamos escuchar su voz.
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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