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Lidia Cepero y Patricia Ortega trabajan sobre un Cristo. J. A. M.
Los santos rotos del Arqueológico de Granada

Los santos rotos del Arqueológico de Granada

Una serie de 39 piezas llegadas a Granada tras los estragos de la guerra civil se guardan en el museo, que ya ha trabajado para conservar un tercio de ellas

Martes, 7 de enero 2025, 23:49

Durante la guerra civil española y en los años inmediatamente anteriores, el daño que fue infligido al patrimonio religioso fue absolutamente irreparable. Quizá, junto al expolio basado en la ignorancia que se produjo por enviados de personajes como Hearst durante los primeros años del siglo XX, fue el golpe más duro que recibió el legado artístico de nuestro país. Las diferencias entre ambos son que el primero tuvo causas ideológicas y el segundo causas comerciales, y que el primero conllevó la destrucción planificada y el segundo la conservación planificada. Solo hay que ir a museos como The Cloisters en Nueva York para comprobarlo.

Ante el panorama que ofrecen miles de obras de arte devocional mutiladas, caben dos opciones: dejar que se pudran o intentar que se mantengan. Esta última es la opción que, de forma humilde como reconoce su directora, Ángeles Ginés, ha tomado el Museo Arqueológico de Granada, depositario de 39 piezas procedentes del destrozo ocasionado por el bando republicano en diversas zonas de España, y que ha comenzado un programa de restauración y conservación con 13 de ellas. La institución espera extender la acción en próximas fases al total de las obras.

Entre ellas, hay un poco de todo, desde crucificados hasta vírgenes y diversos santos y ángeles. El estado en que se encuentran algunas hace difícil su catalogación, ya que es preciso buscar un atributo –las llaves en el caso de San Pedro o el evangelio en San Juan, por ejemplo– que a veces no se encuentra. También hay algunas de las que han llegado en fracciones que luego se han descubierto como complementarias, pero de otras apenas hay torsos y piernas sin cabeza.

De la meseta norte

«Por las características formales de algunas piezas, la hipótesis que barajamos es que la mayoría proceden de la meseta norte, quizá de provincias como Burgos o León», afirma Ginés. En cuanto a los periodos de factura, las hay desde el Gótico hasta el Barroco, aunque la mayoría, según las técnicas del Museo, pertenecen a un Gótico tardío o incluso a un Renacimiento temprano, entre los siglos XIV y XV. Llegaron a Granada durante los años primeros años 80, procedentes del Ministerio de Cultura, y algunas obras se recuperaron del edificio que ahora acoge el Centro de Documentación Musical.

Algunas de las piezas intervenidas en esta primera fase de trabajo. J. A. M.

«No vamos a reintegrar nada. En principio, la labor será esencialmente de estabilización para frenar el posible deterioro de las piezas en las que estamos interviniendo», dice Julia Ramos, responsable del equipo de restauración, quien trabaja con las restauradoras Lidia Cepero y Patricia Ortega. Básicamente, se realizará una conservación del soporte de las esculturas, fijación de la capa polícroma y preparación de estas para su embalaje y conservación en los almacenes del Museo. No hay prevista exposición de estas a corto plazo, aunque no se descarta la posibilidad de que una vez terminado el programa de consolidación, se pueda mostrar su resultado. «Nos hemos atenido fundamentalmente al criterio de riesgo o pérdida material. Las piezas están, por así decirlo, en cuidados intensivos, para evitar que su estado empeore irremisiblemente», comenta la directora.

Con todo, algunas esculturas sí que se conservan en su integridad, como una virgen con querubines y dos vírgenes kiriotisas, con el niño sentado delante, que se encuentran entre las realizaciones más arcaicas de las conservadas. En la primera fase se está actuando sobre las que necesitaban una conservación de forma perentoria, y algunas de las que, manteniendo un buen estado, corrían riesgo de ser dañadas. «Nos ha costado dejar algunas piezas para otras fases, pero los recursos de los que disponemos son limitados», señala Ángeles Ginés.

Detalle del estado de una de las piezas, según su ficha. J. A. M.

La mayoría de las fichas de que se disponen de algunas piezas señalan la madera de pino como el material de factura. Se ha estado trabajando en ellas durante el último mes y medio, utilizando métodos tradicionales como la cola de conejo, y calor y presión controladas, lo que contribuye a rehidratar todas las colas usadas en origen, fijándolas de nuevo al soporte. La limpieza está siendo superficial, con eliminación de polvo y gotas de cera usando métodos acuosos, sin entrar en procesos químicos exhaustivos. Preventivamente, se les realizará un tratamiento de desinsectación a todas ellas.

Ensañamiento

La observación directa de algunas de las piezas hace imaginar el escarnio al que fueron sometidas: ojos de cristal sacados, hachazos que parten los torsos y los rostros en dos, brazos arrancados de cuajo... El repertorio de horrores es muy variado. Y cada una de las imágenes cuenta una historia. Una catalogada cariñosamente como 'El pensador', y que en el momento de hacer el reportaje esperaba su turno en el taller de conservación, puede ser un evangelista integrado en un retablo junto con sus tres compañeros, o una figura perteneciente a un apostolario. En la parte posterior de la pieza, hueca para facilitar su inserción, se lee «Un calvario, Félix Llorente». «Quizá pudo formar parte de la decoración de un refectorio monástico», aventura Ginés, aunque las tesis a tener en cuenta son muy diversas. Sin duda, esa historia que pueden contar las piezas requerirá del estudio de los expertos para aclarar su posible periplo vital. En cualquier caso, su custodia y cuidado en el Museo Arqueológico han evitado que la inmensa mayoría, no utilizables para el culto, se pierdan. Y eso habría sido añadir más daño al ya hecho.

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