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José Antonio Díaz revela en su libro los secretos de José de Mora. IDEAL
Los secretos del Cristo de Mora, al descubierto

Los secretos del Cristo de Mora, al descubierto

El profesor granadino José Antonio Díaz publica un libro sobre la talla, «única» por su forma y ejecución, una obra muy imitada e inigualable

José Antonio Muñoz

Granada

Jueves, 12 de marzo 2020, 02:31

El 'Cristo crucificado' de José de Mora (Baza, 1642-Granada, 1724) es una de las obras maestras del Barroco español. Desde la capilla en que se encuentra en la albaicinera parroquia de San José, ha visto el paso de los siglos manteniendo sus secretos. Hasta hoy. El libro 'La búsqueda de la excelencia' del profesor granadino José Antonio Díaz, que se presenta esta tarde (20.30 horas), en el Colegio de Arquitectos Técnicos, supone el primer acercamiento completo a la talla, de la que desvela sus más íntimos secretos, y esto último no es una frase hecha.

«Cuando acepté el encargo del libro, quise poner, en primer lugar, en contexto, la figura de José de Mora», afirma Díaz. Según el autor, este fue el mejor escultor de su tiempo y recibió el encargo más importante que podía recibirse en su tiempo, cual fue el de ser escultor de cámara del Rey. «Mora recibió centenares de encargos de toda España. Y este Cristo, llamado originalmente 'De la Misericordia' es su obra maestra. Por ello, a pesar de los intentos de la historiografía decimonónica del arte por denigrar el trabajo de los artistas del Barroco, nos encontramos ante una talla única, muy imitada por los escultores posteriores a Mora, e inigualable, por múltiples razones».

El autor parte de un trabajo que publicó hace dos años en una revista científica para contar, no lo que se ve, «una imagen potente y brutal», sino para contar lo que no se ve, la «mitad invisible» de la obra de arte.

Según Díaz, Mora no es un autor al uso. Para empezar, no tiene taller. Trabaja en solitario, porque considera que tal es la esencia de su profesión. Fiel al perfil 'italiano' de los artistas, que se autoconsideraban más intelectuales que artesanos, aporta una carga estética que le acerca a artistas como Miguel Ángel, Donatello o Cellini. «Mora trabaja como un erudito, y ofrece un crucificado desnudo, contrariando al espíritu de la Contrarreforma», dice el investigador. Para impedir la acción de la censura, viste mínimamente al Cristo con un 'Perizonium' –paño– que apenas tapa la zona genital, y que en la parte trasera de la talla se pega literalmente al cuerpo remarcando los glúteos. «Trabaja así el desnudo de la forma más apurada posible, y ello es una genialidad absoluta».

La diferencia

El elemento diferenciador, pues, con respecto a la escultura barroca española, es su capacidad para innovar tomando lo mejor de la tradición escultórica italiana y española, tomando referencias tanto de la escuela andaluza como del trabajo cortesano, para ofrecer una propuesta totalmente distinta a lo que se había hecho hasta ese momento. «Tiene elementos del trabajo de Jacopo Florentino, autor del 'Cristo de San Agustín'; tiene guiños a Alonso de Mena, Alonso Cano y a otros escultores madrileños como Sánchez Barba, y a Cellini. Pero, al mismo tiempo, no es una imitación ni un pastiche de rasgos o técnicas. Esto es lo que le convierte en una obra única, cumbre, Todos los escultores que vendrán detrás de él toman este Cristo como referencia, atraídos por la belleza que las crónicas destacan, y vendrán a verlo, sin conseguir imitar nunca su factura». Este afán emulador se extiende incluso hasta nuestros días. «Todos los crucificados que sustituyeron a los quemados durante la Guerra Civil son deudos en mayor o menor medida de esta talla, sin conseguir, ni de lejos, un resultado similar», dice el investigador.

Encargado por la familia Barrera, el Cristo presidió durante un tiempo una capilla funeraria de dicha familia en el convento de San Gregorio Bético, donde nunca llegó a enterrarse nadie. Posteriormente, sería trasladada a la parroquia de San José, después de salvarse del expolio napoleónico, pero no de la Desamortización de Mendizábal. Procesionó en dos periodos, el primero durante el siglo XIXy el segundo en el siglo XX. De hecho, la devoción que suscitó le hizo protagonista de los santos entierros que sirvieron para 'resucitar' los desfiles procesionales de Granada, que se mantienen hasta hoy. Desde 1984, dejó de presidir la procesión del Silencio; una copia de Barbero Gor que se venera en la iglesia del Salvador le sustituye. Pero sigue, también en silencio, suscitando devoción.

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