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Juan Jesús garcía
Granada
Jueves, 8 de abril 2021, 00:35
El granadino Javier Paxariño ha dedicado gran parte de su carrera a componer música inspirada en fuentes de raíz ibérica, fusión en clave de jazz y con la energía del rock. En su repertorio hay sonidos de las tres culturas, ráfagas balcánicas, calor mediterráneo, ritmos ... arrebatadores entre el funk y la psicodelia, bulerías, tanguillos. Su trayectoria musical es amplia y versátil, con multitud de colaboraciones junto a artistas del panorama nacional e internacional. Entre otros muchos proyectos, ha sido miembro fundador de Radio Tarifa y ha colaborado con Kevin Ayers, Miguel Ríos o Joaquín Sabina. Destaca también su trabajo junto al compositor Alberto Iglesias para las bandas sonoras de cine que le han llevado a ser nominado a los Oscar. Estos días edita un doble disco que incluye juntos su primer álbum y su último trabajo.
–Edita a la vez su primer y su último disco… su alfa y su omega… Entre medias toda una vida…
–Sí, entre 'Espacio Interior' de 1988 (ahora publicado por primera vez en CD) y 'Raíces y Alas' de 2020 se extiende toda mi trayectoria como compositor y solista, viviendo un largo y valioso viaje de evolución y aprendizaje.
–Es granadino, pero ejerce poco, que casi no se le ve por aquí actuando…
–Granada ha sido muy importante desde mi niñez para el desarrollo de mi poética e imaginación. Representa en mi vida la chispa inicial que me inspiró para crear una gran parte de lo que he ido haciendo a lo largo de estos años.
Sí, me gustaría venir mucho más y disfrutarla.
–Su trabajo, casi siempre parte de los sonidos naturales. Ahora que se lleva tanto la electrónica, y aunque en 'Raíces y Alas' se apoya en programaciones… ¿no le tienta enchufar un EWI y que pase lo que tenga que pasar?
–Por supuesto que me tienta usar la tecnología pero, como tú bien dices, durante todos estos años he estado desarrollando un discurso musical en el que los sonidos naturales de los instrumentos eran un factor determinante. Sin embargo, a nivel del contexto sonoro, sí que ya lo había hecho en trabajos como Ouroboros y, sobre todo, ahora en este último, donde la tecnología es un factor fundamental en esta producción. De hecho, mi propuesta artística para este disco ha sido trabajar en una selección de composiciones mías ya grabadas para 'deconstruirlas' y darles una forma nueva a través de la electrónica y las nuevas tecnologías.
–Ha tocado y grabado para gente ilustre: Miguel Ríos, Burning… ¿Cómo ha sido su relación con el rock?
–Cuando empecé a subir a los escenarios improvisaba sobre el Blues porque es una estructura musical sencilla e idónea para curtirme y aprender el oficio, pero casi al mismo tiempo también tocaba rock; en aquel momento estaban muy mezclados y no se hacían demasiadas distinciones. Creo que, en el fondo, siempre he sido un músico de rock, aunque en muchos momentos lo haya disimulado bastante. No concibo la música en directo sin ese 'pellizco' tan enérgico y pasional que posee el rock, sea lo que sea que esté tocando. En este sentido fue, para mí, un privilegio poder tocar y grabar con Miguel Ríos, un artista inmenso y coherente al que yo admiraba; siempre ha tratado de tomar riesgos y dar lo mejor de sí mismo con una gran generosidad. Nunca he perdido el contacto con él. Burning fue mi último contacto con el rock en mucho tiempo y una experiencia muy diferente y 'auténtica'. Fue una buena ocasión para volver a mis comienzos, sacando ese roquero que llevaba dentro para situarlo encima del escenario, cosa que hacía feliz a Pepe Risi y que a mí me cargaba de energía. En el directo, el contacto con el público era muy cercano y las emociones estaban a flor de piel. Me lo pasé muy bien con esta banda tocando en todo tipo de sitios. Fue mi despedida de las giras con artistas para poder emanciparme y concentrarme en mi carrera personal ya que el éxito de 'Pangea' me lo estaba demandando.
–Se lo pregunto también porque en el último concierto por aquí, en trío, fue una exhibición de algo parecido al 'folk-metal-progresivo' (¡!)…
–Después de disolver la banda con que tocamos Ouroboros, donde todo estaba muy escrito y los arreglos no permitían demasiada libertad, quería cambiar un poco de registro. La idea cuando formé el Trío era recuperar un toque más energético con un grupo más pequeño y ágil para simplificar todo el montaje y convertirnos en un 'Ethnic-Power-Trío' que pudiera tocar casi en cualquier sitio. Creo que ha sido la formación más fresca e interactiva que haya tenido nunca, conseguimos un sonido muy potente para el tipo de música que interpretábamos.
–Y también ha tocado con Sabina, a quien le dedica aquel primer disco…
–Joaquín –según él me confesó después– me conoció cuando a finales de los setenta venía a tocar a un pub de Málaga, él solo con su guitarra. En aquel tiempo yo no le conocía pero fue en Madrid en 1987 cuando al necesitar un saxofonista vino a verme al Café Central, nos conocimos personalmente y me propuso que lo grabara brindándome su apoyo para el proyecto. Lo grabamos y al año siguiente se publicó con el título de 'Espacio Interior'. Además me incluyó en su banda, que todavía era Viceversa. Estuve con él hasta la gira de 1990 y fue un periodo muy gratificante para mí.
–Ya lo ha citado, pero pienso que en el devenir de los sonidos hechos en España, pienso que su 'Pangea' marcó un antes y un después, no solo en su carrera sino en el de la música hecha por aquí. ¿No sé si estará de acuerdo?
–Otra vez, también tocando en el Café Central, se presentó el músico y productor Juan Alberto Arteche, que me comentó cuánto le había gustado mi trabajo de flautas étnicas, y que desearía grabásemos algo en su pequeño estudio. En aquel momento yo estaba muy interesado en evolucionar hacia una música distinta que ya se asomaba en el disco que había grabado. Así, tras un año de meticulosa grabación fuimos experimentando con mis instrumentos autóctonos y otros que él tenía allí, de este modo configuramos 'Pangea'. Se trató de un proyecto conceptual que tiene como referencia una alegoría sobre la implosión de algunas músicas del mundo, direccionándolas hacia dentro del concepto 'continente único' que el título representa. Conseguimos una sonoridad nueva en el panorama musical y fue el disco que marcó el punto de inflexión de mi carrera como creador. Tuvo una gran difusión y señaló un camino a seguir para algo que ya empezaba a surgir y que dura hasta hoy día.
–Y ya por último querría preguntarle por su saxos y flautas sonando en los Oscar y ganando Goyas con Alberto Iglesias…
–Mi colaboración con Alberto se remonta a los tiempos de 'Pangea' cuando él inició el tándem artístico con Julio Medem y contó conmigo para participar en la grabación de esa mágica película que es 'Vacas', viniendo luego 'La Ardilla Roja' y 'Los Amantes del Círculo Polar'. Después de grabar varios proyectos más con él, hubo un salto cualitativo cuando comenzamos a trabajar, en producciones internacionales, entre Madrid y Londres con la London Symphony Orchestra, películas como 'El Jardinero Fiel', 'Cometas en el Cielo' y ya por último 'Exodus' una superproducción del gran Ridley Scott. Fue una experiencia excepcional de la que tuve la suerte de formar parte una vez más. Colaborar con este excepcional compositor y músico ha sido, para mí, un aprendizaje continuo. Somos amigos y, a pesar de mis limitaciones, siempre es todo un lujo colaborar con él. ¡Ojalá que sigamos!
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