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Edición
José Antonio Muñoz
Granada
Miércoles, 16 de junio 2021, 00:30
El Fernando VII que protagoniza 'Las traidoras' (Edhasa), la más reciente novela de la granadina Herminia Luque (1964), está mayor. Y tiene problemas para evacuar. ... Por eso, sentado en un retrete lleno de piedras preciosas, mientras espera ser padre, tiene tiempo para repasar el maltrato al que ha sido sometido –siempre según su torticero punto de vista– por las féminas –reales e imaginarias– que han marcado su existencia. El libro ha ganado el Premio de Novela Corta Ramiro Pinilla, uno de los más prestigiosos de nuestro país.
–¿Cuál es el origen de este divertimento literario?
–En principio, era una nota a pie de página de mi anterior novela, 'La reina del exilio', y empezó a crecer, de tal manera que primero se convirtió en un relato, y luego en una novela corta. El origen es la explicación de los problemas que tuvo Isabel II para acceder al trono, de una manera lo más sencilla posible, pero se fue complicando.
–¿Cuánto tiempo tardó en ponerla en pie?
–Fue un trabajo en dos tiempos. Entre 2018 y 2019 tuvo lugar el grueso del proceso de investigación. Luego me puse a escribirlo.
–Al leerlo, uno no puede evitar pensar que le está dando su merecido al llamado 'rey felón'.
–Sí, en cierta medida es un ajuste de cuentas con este rey tan odioso. Pienso que solo se puede escribir sobre él desde el sarcasmo y la burla. Tanto en 'La reina del exilio' como en la biografía de Isabel II que he escrito para RBA Editores, destaco que siempre se habló de ella como una reina con muy pocas aptitudes, mala para España, pero comparándola con su padre, la verdad es que sale ganando. No hay que olvidar que Fernando VII impidió que se instaurara un régimen liberal, luchó con todas sus esfuerzas para evitar que desapareciera el Antiguo Régimen, asesinó a los cabecillas de los liberales –entre ellos, a Mariana Pineda–, cerró universidades... Él sí que fue un rey nefasto, y había que darle una lección de algún modo.
–Es curiosa su relación con las mujeres, tan misógino en público y tan vicioso en privado.
–En privado, por lo que cuentan sus biógrafos, era afectuoso, a su manera. Sobre todo, con la última, María Cristina de Nápoles, de la que estaba realmente enamorado, y con la que quería tener descendencia a toda costa. El resto de su vida, en relación con las mujeres, fue bastante contradictoria. Conjugaba su condición de esposo y padre amantísimo con una lujuria a veces insaciable. Pienso que a las mujeres que amó de verdad, las amó sin límites. No hay más que ver el ardor con el que defendió los derechos de su hija, la futura reina Isabel II, al trono, Otra cosa son las consecuencias que está defensa tuvo para España, ya que la sumió en guerras que duraron buena parte del siglo XIX.
–¿Por qué su Fernando VII considera traidoras a estas mujeres?
–Porque el punto de vista que le exponen ellas en las cartas y escritos que va leyendo dista mucho de su visión de los hechos. Trato de buscar cierta 'justicia poética' para esas mujeres, unas inventadas y otras reales, que le echaron en cara tanto acciones como omisiones de su comportamiento. Muchas veces, lo único que hacen en la novela es ponerle 'las peras al cuarto' sobre cuestiones afectivas o políticas.
–¿Pero las mujeres no tenían prohibido meterse en política?
– (Risas) Algunas sí, pero otras no tienen inconveniente en hablar de ello, como Leocadia Zorrilla, amante de Goya, y a la que también se cita en 'Blanco / Weiss', la obra de teatro que he estrenado recientemente en Málaga, y que versa sobre su hija, Rosario Weiss, alumna de Goya que fue maestra de pintura de Isabel II cuando esta era una niña. Zorrilla acabó exiliada con el pintor en Burdeos por sus ideas liberales.
–¿Qué le echan en cara sus esposas?
–Sobre todo, sus infidelidades, sus torpezas en el gobierno... Aunque también tiene admiradoras, que conste. Una de ellas Micaelina, un personaje inventado, que ejemplifica el fenómeno 'fan'. No hay que olvidar que Fernando VII tuvo muchos detractores, pero también muchos admiradores. Cuando estuvo retenido por Napoleón, hubo una locura en parte del pueblo por que volviera, como todos sabemos. Esa adoración sin límites, comparable a la que hoy desatan determinados actores o cantantes, y por supuesto sin base real que la sustentara, existió realmente.
–Quien sí le conocía muy bien era su propia madre, una de las traidoras...
–Sí, María Luisa de Parma le llama «marrajo cobarde» en una de sus cartas. No es para menos, después de lo ocurrido en Bayona.
–¿Qué ha descubierto de Fernando VII que no supiera?
–Su doblez. La cara política, ese carácter reaccionario y misógino contrasta con ese talante afectuoso que mantuvo en privado, por lo menos a veces. El hecho de que sus seres más cercanos, que no más queridos, corroboren su carácter pérfido también es muy sorprendente.
–¿Y que le gustaría que los lectores se llevaran como recuerdo de la lectura de su libro?
–Sobre todo, quisiera que se divirtieran tanto como lo hice yo al escribirlo, viéndolo crecer desde lo pequeño a lo grande. Y que aprendan más sobre la figura de este pésimo gobernante.
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