Sábado, 9 de abril 2022, 00:29
El Auditorio Manuel de Falla fue el escenario donde tuvo lugar el concierto que ha abierto las puertas sonoras de la Semana Santa. Organizada por Juventudes Musicales, la cita tuvo como gran protagonista a Pergolesi y su imprescindible 'Stabat Mater', acompañado por la 'Sinfonía en ... Si menor, RV 169' y la 'Sonata en Mi bemol mayor, RV 130', de Antonio Vivaldi, y la 'Sinfonía de la cantata BWV 150' y la 'Sinfonía de la cantata BWV 4'' de Johann Sebastian Bach en la primera parte. Sobre el escenario, el Ilíber Ensemble granadino, dirigido por Andrés Juncos en esta ocasión en lugar de por su titular Darío Tamayo, conjunto especializado en Música Antigua y Barroco, y que una vez más dio muestras de una calidad que lo ha llevado a ser reconocido en nuestro país como una de las formaciones punteras en su campo de acción.
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Una lástima que el ambiente prefestivo no atrajera a un mayor público al Auditorio, ya que el programa merecía mucho la pena, y la ejecución fue muy interesante. Juncos dirige con una expresividad notable, y lleva el 'tempo' con una exactitud académica, que es lo que exigen unas partituras de esta naturaleza.
Comenzó, pues, el concierto con dos piezas dedicadas por el 'prete rosso' a la advocación del Santo Sepulcro, que interpretó el conjunto instrumental en solitario. Ambas con un 'tempo' sosegado –'Adagio molto' en un caso, 'Largo molto' en el otro- seguidas por 'Allegro ma poco' en el que los músicos demostraron un trabajo serio de preparación. Las piezas bachianas confirmaron tal percepción, transmitiendo el sesgo devocional del maestro alemán al escribirlas.
Tras un breve descanso, llegó el turno de la pieza estrella de la velada, para la que se sumaron al Ensemble las cantantes Alexandra Grigoras, soprano, y Valentina Stadler, mezzosoprano. Tanto una como la otra son intérpretes muy reconocidas en los escenarios europeos, donde son habituales integrantes de los repartos de producciones operísticas.
El 'Stabat Mater' de Pergolesi tiene la particularidad de repartir juego muy acertadamente entre las dos solistas, permitiendo que tanto los pasajes 'a solo' como los pasajes 'a duo' se hallen en un efectivo equilibrio, si es que la calidad de las intérpretes es pareja. Y en el caso de anoche, ambas demostraron un gran dominio de la obra de Pergolesi. Ya desde el 'Stabat Mater dolorosa' inicial, donde pudieron mostrar el perfecto empaste de sus voces, hasta el final, fueron eficaces transmisoras de la magna creación del compositor italiano.
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Los 12 números de que consta la obra fueron interpretados casi sin fallos, con entradas a tiempo, un fraseo que con la acústica del Auditorio fue percibido con absoluta nitidez por los presentes y una potencia vocal más que adecuada, sin que en ningún momento el conjunto instrumental tuviera que ceder o tocar 'piano' para suplir carencia alguna.
Muy bien, pues, el 'Cujus animam gementem', con el justo patetismo el 'O quam tristis et afflicta', potente el 'Quae moerebat et dolebat', y muy buena la alternancia de voces en el 'Quis est homo qui non fleret'. Muy destacable el 'Vidit suum dulcem natum' a cargo de Grigoras, un número que requiere un gran dominio de la voz, ya que alterna pasajes donde la caja torácica debe extraer su máxima potencia con otros en que la letra casi se susurra.
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A partir de este momento, la calidad del recital se mantuvo en estándares muy altos. La mezzosoprano Valentina Stadler pasó con nota el reto de mantener las largas notas del 'Eja, Mater fons amoris'; ambas se emplearon a fondo en el 'Fac, ut ardeat cor meum' en una, nunca mejor dicho, ardiente interpretación, donde demostraron su perfecta técnica, por más que la respiración en determinados pasajes les exigiera un esfuerzo notable, que el público premió aplaudiendo a destiempo pero sinceramente.
El conjunto instrumental volvió a brillar en la introducción del 'Sancta Mater, istud agas', que al principio requiere que la soprano extraiga todo su material para sostener las notas bajas. Desde aquí, pasando por el 'Fac, ut portem, Christi mortem' y el más vivo 'Inflammatus et accensus', se llegó al final 'Quando corpus morietur', brillante colofón de una buena noche de música religiosa.
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