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En todo mundo apenas se conservan unos cuantos virginales, delicados y galantes instrumentos de cuerda pulsada, precursores del piano y destinados a las mujeres, que estuvieron en boga en los siglos XVI y XVII. Los mejores y más suntuosos los creó Hans Bos, constructor flamenco que trabajó para la aristocracia española y que es a los teclados lo que Antoni Stradivari, a los violines y violas. De su taller salió el llamado virginal de 1579 que se conserva en el Monasterio de Santa Clara de Tordesillas (Valladolid). Tras ser restaurado en los talleres del Palacio Real, este Stradivarius de los teclados se exhibe en la sala de los Austrias de la Galería de Las Colecciones Reales, que cumple su primer año de apertura.
Algo más pequeño que sus 'hermanos' la espineta y el clavicémbalo, el virginal se difundió a partir de 1500 por los Países Bajos y por Inglaterra a partir de 1600. Su nombre proviene, quizá, de la voz latina 'virga', -palo, verga, varilla o martinete- o de 'virginâlis' ('virginal') debido a que era tocado generalmente por muchachas. Hay bastantes partituras para este singular instrumento de danza, habitual en fiestas y para el que músicos ingleses y flamencos compusieron zarabandas, pavanas y gallardas.
El virginal de 1579 «pudo llegar al convento de Tordesillas como dote de una de las monjas, muchas de ellas doncellas de origen aristocrático, que ingresaron en la orden», sugiere María José Suárez, conservadora de Instrumentos de Patrimonio Nacional. Se expuso en la Capilla Dorada del Monasterio de Santa Clara hasta que en agosto de 2020 se trasladó a los talleres de del Palacio Real de Madrid.
Un equipo multidisciplinar –radiólogos, químicos, lutieres, ebanistas y pintores– trabajó para devolver su esplendor original al instrumento «concebido para ser tocado y contemplado». Había sido atacado por la carcoma y sufrido desafortunados repintes. Se limpió a fondo y pasó por la cámara de anoxia -ausencia total de oxígeno- antes de consolidar su soporte y reintegrar las pérdidas de papal y pintura de sus primorosas decoraciones.
La última parte del proceso fue la reintegración del color y la aplicación de una capa protectora. El objetivo final de la restauración era garantizar su conservación futura. Le falta el cordaje, de modo que su restauración «no permitirá, por ahora, que el instrumento se utilice», confirma Ángel Balao González, jefe de restauradores de Patrimonio Nacional.
De unos 40 kilos de peso y delicadamente decorado, es una obra cumbre de los instrumentos de cuerda pulsada. Su autor, Hans Bos, fue de los pioneros y más notables constructores de este tipo de teclados en Flandes y considerado también artista. Según Ripin, fue maestro de Ruckers el viejo. No se sabe muy bien cómo llegó a España, aunque en el inventario de sus bienes, de 1584, se menciona el viaje de uno de sus hijos a nuestro país para traer dos instrumentos.
El ahora restaurado podría ser uno de ellos. El otro puede ser el que se conserva en el Metropolitan de Nueva York, circunstancia que María José Suárez espera aclarar en breve con la visita de un conservador del museo estadounidense.
De base rectangular y forma prismática, su caja es de color oscuro. El interior de su tapa frontal -que oculta el teclado- está decorado con papel pintado, mientras que en la superior -que esconde el interior de la caja armónica- luce una delicada pintura alegórica sobre los cinco sentidos. Entre todos destaca el oído, al que se alude mediante la representación de un músico que se dispone a tañer el laúd y un grupo formado por un violonchelista y dos violinistas.
Su teclado es de cuatro octavas con octava corta (Do1/Mi1 – Do5). Las notas naturales se embellecen con marfil o hueso en la parte superior y en el frontal con pergamino rosa y letras hebreas y pergamino blanco formando un arco. Las notas sostenidas de madera alternan en la decoración un sol y un mascarón de latón.
Patrimonio Nacional trabaja para reforzar la museografía de la Capilla Dorada de Santa Clara en Tordesillas. Las vitrinas de madera donde junto al virginal, se exhibirá con el conocido como Realejo de la Reina Juana y un clavicordio del siglo XVIII, se sustituirán por otras de diseño renovado y tecnología adecuada para garantizar la conservación de los tres instrumentos musicales.
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