juan jesús garcía
Domingo, 21 de febrero 2021, 00:56
El grupo Eskorzo se ha propuesto impedir que el óxido les afecte. Para una maquinaria tan activa, quedarse en punto muerto obstruye su carburación, así que aunque a medio gas, han decidido volver a circular, aunque sea para 200 espectadores ayer tarde y otros tantos ... hoy al ahora del Ángelus. Iban a ser tres ciudades tan solo las elegidas para desperezarse, pero ya están teniendo más invitaciones en diversos puntos del país donde, otra cosa no, pero ganas de música las hay todas.
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Para situarnos proporcionalmente: arrancaron esta gira 'A fuego suave' en Madrid, ante apenas 300 personas, cuando su anterior concierto lo hicieron ante 30.000 en la Pradera de San Isidro. Así están las cosas en la música, al 1%.
Como en la anterior cita del teatro CajaGranada, la de _Juno, las medidas de seguridad fueron muy escrupulosas en cuanto a distancias y ubicaciones del personal. En el colmo de las adaptaciones a los nuevos tiempos han establecido una aplicación, llamémosle 'app oído cocina', que permite hacer peticiones al servicio de bar por el móvil sin tener que acudir en persona a recoger las bebidas. Solo les falta un reparto personalizado con dron. Todo para evitar que los espectadores tengan que moverse. Y ya cuesta no hacerlo con un grupo como Eskorzo, que es un auténtico vendaval de ritmo y color. Pero como si fueran los asientos adhesivos, nadie se puso de pie; eso sí, el resto del cuerpo fue más difícil de sujetar, y así cabezas, brazos, pies, torsos y hombros mantuvieron unas bamboleantes cadencias durante toda la sesión. Como el unánime acompañamiento coral de los estribillos.
En que fuese un concierto obligatoriamente de más mirar que de bailar, pero vamos que ni 'agarrao', ellos han colaborado conteniendo su dinamismo, esa ferocidad bulliciosa que los caracteriza y que da tanto miedo cuando alguna banda tiene que tocar detrás. Sin perder su esencia multicultural y mixturada, han descomprimido el material, pero dándole más espacio a los arreglos y el nivel de detalle, afinando los desarrollos y con cierta sofisticación jazzy: preciosas las sordinas trompeteras y la decoración Deodato del multi instrumentista Olmo con las teclas. A lo cubano: menos timba y más son, 'mi helmano'.
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Cuidadosos también siempre con la envoltura, esta vez han vaciado el escenario de la selvática verdura de antaño, decorando el tablero más discreta y elegantemente con una serie de helechos verticales y luces calculadamente alegres a contra luz, para compensar. El ventilador funcionó, aunque a 110v, porque la casta no la puede evitar el galgo. Y aunque contengan el vértigo físico habitual, se les salen por las costuras las intenciones, y la necesidad de comunicar directamente y de recibir esa realimentación de la que se nutre un artista, aunque sea apenas con la expresión ocular y las palmas de la mano. Eskorzo ni con camisas de fuerza paran quietos.
Fondo de armario propio
No es la primera vez que se meten en desvestir a un santo para acicalarse ellos, lo hicieron ya en su versión afrobeat con excelentes resultados. Ahora el fondo de armario es propio, así que conociendo mejor el paño, lo que se escucha es suyo por duplicado e igual de coherente consigo mismo, sea un bolero, un son montuno, psicodelia reposada, rumba 'slow', cumbia ralentizada o tango terminal en vez del reprís punk 'mundomundialista' habitual.
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Entre el Árbol de la Duda y este fin de semana han pasado ya diecisiete años, los que recorren en este concierto antológico a velocidades más que legales, y con hechuras de un santenero orquestón de swing latino. Del diecisiete es también su último disco, si bien esta templada reforma integral de su libreto les garantiza una prórroga en la caducidad, y nutritivo oxígeno que respirar mientras piensan en darle continuidad a su Alerta Caníbal. A fin de cuentas todavía no nos estamos comiendo los unos a los otros, aunque tampoco nos abrazamos ni nos besamos, así que hay tiempo.
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