Las imágenes de la restauración del órgano de Granada. ALBERTO MINGUEZA

El taller donde restauran el órgano de la catedral de Granada

Nueve personas trabajan lideradas por el organero Joaquín Lois para devolverle el sonido original

MARCO ALONSO

Lunes, 12 de diciembre 2022, 12:25

Un pequeño cartelito sobre un timbre en el que se puede leer 'Joaquín Lois' es lo único que da pistas sobre qué puede albergar una enorme casa en el centro de Tordesillas, entre el convento de Santa Clara y el restaurante Los Toreros. Al poco ... tiempo de llamar, un perro comienza a olisquear por el umbral a los intrusos y segundos más tarde, un hombre con un mono de trabajo abre mientras agarra al can. «Entren sin miedo. Es grande, pero no hace nada», asegura esta persona, cuya indumentaria es lo único que puede hacer sospechar que no estamos en una casa particular, sino en un taller de trabajo. Eso sí, lo que nadie sin información privilegiada puede intuir es que entre estas paredes de adobe se esconde el corazón de uno de los conjuntos más importantes de la organería barroca de España.

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Tras pasar un patio sembrado de hojas muertas por los estragos del otoño, comienza a escucharse una pieza de música clásica que parece creada para este momento. Una gran estancia se abre a la derecha tras una puerta de madera y allí está él: Joaquín Lois. «Pues este es el taller», anuncia este hombre con camisa de cuadros y mirada fija, que es uno los maestros organeros más afamados del país y que ahora se encuentra enfrascado en un proyecto apasionante, como es la restauración del órgano de la catedral de Granada. «Estamos haciendo una restauración integral. La actuación contempla tanto la tubería como la mecánica, la armonización, la afinación y los muebles históricos», explica el maestro a El Norte de Castilla.

Hasta tres camiones han sido necesarios para transportar las partes que se están reparando en Tordesillas, entre las que se encuentran más de 3.000 tubos que conforman los cuatro kilómetros de canales por los que pasa el aire del órgano. «Hay que hablar con cada uno de ellos bastantes veces y seriamente. Todo tiene que estar en su sitio y cumplir su función», afirma Lois, quien señala que el mayor problema que se han encontrado en la restauración tiene que ver con los cambios que se realizaron en el instrumento para adaptarlo a modas posteriores a su construcción. «Las intervenciones, unas mejores y otras peores, a lo largo de los siglos han hecho sufrir al órgano. Las que se hicieron a finales del siglo XIX, un periodo en el que el oficio de organero perdió calidad, intentaron adaptar el estilo del instrumento hacia el romántico francés. Esas actuaciones, de mala calidad, desnaturalizaron la pieza y la hicieron sufrir mucho», añade.

La restauración del órgano de la Epístola de la Catedral de Granada tiene la meta de otorgar al instrumento la vitola de mejor ejemplar del autor Leonardo Fernández Dávila que se conserva en el mundo. Para conseguirlo, una de las fases más laboriosas es intervenir para eliminar los dientes que se grabaron en el alma de cada uno de los tubos. «Utilizaron un cuchillo para hacer un dentado con el que se pretendía quitar vigor, brillo y el timbre característico del barroco. Si se hubiera transformado completamente en un órgano romántico, con su estilo y su sonoridad, habría que respetarlo. Pero son actuaciones bastantes erráticas que solo han servido para sacar de su contexto original a esta pieza sin llegar a buen término. No son dignas de permanecer», explica Lois, que se ha comprometido a devolver el esplendor visual a la pieza y también a recuperar su sonido original. «Una de las partes más sólidas que se querían respetar es el mueble, que tiene algunos repintes e intervenciones típicas de otras obras de arte, pero no es lo que ha sufrido más modificaciones. Lo que más se ha cambiado es el estilo musical, la sonoridad y la estética sonora», añade.

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El órgano cuenta con quince metros de altura, ocho de ancho y tres de fondo en algunas zonas de su perímetro. Sus enormes dimensiones han complicado las labores de desmontado y transporte, pero, con mucho trabajo y dedicación, este tesoro del barroco inició en abril un proceso de restauración que se prolongará, previsiblemente, hasta 2024. Una inversión de más de 885.000 euros financiada por la Junta de Andalucía ha permitido llevar a cabo este proyecto, en el que Joaquín Lois intentará mirar al calendario solo de reojo. «Aquí no se puede trabajar con prisas, pero siempre las tenemos. Para nosotros es importante que el trabajo tenga un ritmo y siempre tratamos de emplear el tiempo necesario, no más», asegura el organero.

Esta profesión, tan específica y técnica, ha permitido a Lois y a sus empleados dedicarse a un oficio que les apasiona y que da de comer a varias familias en la comunidad. Solo en Castilla y León hay tres talleres de restauración y creación de órganos –este de Tordesillas, otro en Medina de Rioseco y uno más en Torquemada–. «En esta tierra hay mucho patrimonio y somos varios los que hemos decidido meternos en este lío», apunta Joaquín Lois. ¿Y 'este lío' es rentable? El organero responde así a la pregunta: «Hay mucha incertidumbre. Cuando vienen las cosas mal dadas, no se invierte y es importante que la inversión sea mantenida porque si no, los talleres profesionales no pueden continuar. En este oficio hace falta mucho tiempo para formar a la gente y los profesionales necesitan continuidad», explica este hombre de 66 años, que no desvela sus planes de jubilación. «A mí esto me gusta, pero hasta cierta hora. Al taller le queda menos tiempo conmigo al frente que sin mí, supongo», indica con unas palabras en las que evita hablar de plazos. «Soy de Madrid, pero tengo parte de gallego. Y de otros sitios», añade con humor.

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Organero, un oficio con trabajo

¿Y qué pasará cuando Joaquín Lois decida jubilarse? Eso es toda una incógnita, aunque uno de los trabajadores, Aníbal Cabezas, que lleva la friolera de treinta años restaurando órganos, asegura que al taller le queda mucha vida por delante, ya que nunca ha faltado labor. «No hemos dejado nunca de trabajar. Ha habido alguna época un poco más floja, pero siempre ha habido faena», señala.

Y así, en un lugar de trabajo lleno de tubos y maderas de todo tipo, se sigue restaurando una de las joyas del barroco mientras suena música clásica de fondo. Lo que parece que tardará en sonar es el Réquiem de Mozart en honor a este espacio. El pegamento con el que se ha colocado el cartelito sobre el timbre en el que se puede leer 'Joaquín Lois' aguanta el paso del tiempo, ese que parece pararse cuando se cruza el umbral de la puerta de este taller.

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