![El Thyssen hace un crítico examen de conciencia](https://s1.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2024/06/24/Hals1-Alta-RR4yJWS9EUU2vVJhGY5OqbM-1200x840@RC.jpg)
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«Descolonización no es sinónimo automático de restitución». Lo repite machacón Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, que analiza la memoria y la huella colonial en sus fondos. Revisando 75 obras, aborda el papel de los museos y sus piezas «en el contexto de la creación y la legitimidad y legitimación del relato eurocéntrico». Son 58 obras de las colecciones del museo, la permanente y la de Carmen Thyssen, y 17 piezas contemporáneas procedentes de la colección TBA21. Un viaje de la opresión esclavista y el abuso a la toma de conciencia artística e sus víctimas.
En cartel hasta el 20 de octubre, la muestra pone de relieve las consecuencias del colonialismo iniciado en el siglo XVI y su presencia en la iconografía occidental a través de imágenes idílicas y exotizantes que enmascaran la desigualdad y la violencia colonial. En muchas piezas se presenta a los afrodescendientes y aborígenes esclavizados como seres humanos de rango inferior y a las indígenas como objetos para el deleite sexual de los amos. Los parajes de los nuevos mundos son minas para esquilmar sus riquezas naturales. Hay esclavistas como David Lyon, retratado como un dandi por Thomas Lawrence, o una feliz y adinerada familia neerlandesa con esclavos, 'Grupo familiar ante un paisaje', pintada Frans Hals, cuadro estelar de la muestra.
De la relectura crítica de estas obras se ha indultado a una de las piezas estelares del museo, el 'Mata Mua' de Paul Gauguin, de la colección de Carmen Thyssen, que en principio debía estar. «Hemos incluido otras dos piezas de Gauguin que son más pertinentes para el relato de la exposición», dice Juan Ángel López-Manzanares, director de proyectos del museo y comisario principal -hay otros tres-, que niega presione del la baronesa o la dirección del museo.
Se refiere a 'Cabeza de muchacha', un gres de 1894, e 'Idas y venidas. Martinica', óleo de 1897, ambos de la colección de Carmen Thyssen. Solana sí citó a Gauguin para decir que el pintor francés aseguró «que el futuro del arte estaba en las colonias» y que «su pintura está plagada de sueños y pesadillas coloniales» apunta.
«A menudo es más importante lo que las pinturas ocultan que lo que evidencian» advierten los comisarios. Añaden que con esta exposición «se da la vuelta a la narrativa y son esos hechos invisibilizados los que toman protagonismo como parte de un proceso de justicia de saberes». «No queremos cancelar o señalar a nadie solo ampliar el relato» dicen del la relectura de una colección con un 95% de varones blancos y solo dos afroamericanos entre sus 625 artistas.
Proponen un «análisis histórico desde perspectivas críticas con las narrativas occidentales que ponen el foco en los procesos de ocupación de territorios, dominación de población y explotación de recursos». Reconocen que en las colecciones del museo «predomina la imagen eurocéntrica, en general indulgente con la estructura colonial y con sus consecuencias», mientras que las creaciones del siglo XXI «aportan una mirada crítica fruto de la reflexión sobre el colonialismo y su legado como así como la experiencia de los artistas del llamado 'Sur Global'».
«Que nadie se asuste. No descolonizamos cuadros; lo que hacemos es rescatar obras de los almacenes y contar nuevas historias silenciadas» precisó Solana, que insistió en que la exposición tampoco tiene nada que ver con coyunturas políticas ni reclamaciones muy recientes como la de el ministro de cultura, Ernest Urtasun, para descolonizar nuestros museos.
«La descolonización no es la restitución a África, Asia o América de algunas piezas. Eso es algo mucho más amplio que se debe analizar caso por caso, y esta muestra hace otra cosa. Aquí hay una profunda transformación crítica de la institución museo, y ese análisis empieza por la relectura de las obras y las colecciones», plantea Solana.
La exposición se organiza en seis apartados temáticos que responden a las cuestiones principales del debate descolonizador: el extractivismo y la apropiación; la construcción racial del otro; el esclavismo y la dominación colonial; la evasión a nuevas arcadias; el cuerpo y la sexualidad, y la resistencia, el cimarronaje y los derechos civiles.
La muestra vendría a ser un examen de conciencia, que no un lavado, en el que a juicio de Solana «se deben hacer aportaciones desde fuera del museo». «Los medios que hacen la identificación automática de descolonización como sinónimo de restitución lo hacen para crear alarma en el público», denuncia Solana.
«No veo nada polémico en el asunto. Nadie se pone del lado del séptimo del Séptimo de Caballería en la batalla de Wounded Knee, en la que estamos con los lakotas, como nadie está con los belgas que esquilmaron el Congo, con los británicos que hicieron lo propio en la India o con los americanos en Vietnam. Igual que nadie apoya hoy la esclavitud» arguye el directo artístico del Thysen.
Quiere dejar «muy claro» que «el debate no es de ayer», ya que empezó en 1970 y «ahora es cuando las claves de la descolonización teórica han pasado a la práctica». Se distancia además de la propuesta del ministro Urtasun, invitado a inaugurar la exposición. «Nuestro proceso de toma de conciencia no tiene que ver con el Gobierno de España de hoy». «Ni esta exposición ni ninguna se organiza en tres meses o en tres años. Decir que respondemos a propuestas políticas es actuar con ignorancia o hacerlo de mala fe», agregó Solana precisando que que en sus casi veinte años al frente del museo «jamás he recibido una instrucción del gobierno, de un ministro o un subsecretarío y hasta hoy no ha tenido contacto directo con Urtasun».
El aludido ministro de Cultura afirma en el catálogo que la exposición «se inscribe en la discusión global sobre las nuevas narrativas museísticas, auspiciada por el ICOM; desactiva metáforas, quiebra silencios, repara ausencias y propone nuevos lenguajes». Felicita al Thyssen «por abrir esta conversación, de manera valiente, vehiculando, a través de sus colecciones, una reflexión necesaria sobre el futuro del arte, los museos y la cultura».
Juan Ángel López-Manzanares ha comisariado la muestra junto a Alba Campos Rosillo, historiadora de arte independiente; Andrea Pacheco González, comisaria independiente y directora del espacio FelipeManuela, y Yeison F. García, politólogo y director del centro cultural Espacio Afro.
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