El Thyssen y la redes resucitan a Rosario de Velasco
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Su familia localizó en una campaña de búsqueda en internet muchos cuadros de la olvidada e inquieta pintora del 27, una falangista crítica con el franquismo / El museo reúne un treintena de óleos y otras tantas ilustraciones de una creadora siempre a caballo entre la tradición y la modernidad
Rosario de Velasco (Madrid, 1904-Barcelona, 1991) es la penúltima pintora olvidada de la figuración española. El Museo Thyssen-Bornemisza rescata ahora su obra y su figura con una exposición que celebra cómo esta artista relegada de la generación del 27, que expuso en Pittsburgh y Venecia con Otto Dix, Edward Hopper, Georgia O'Keeffe, Picasso y Dalí, combinó tradición y modernidad, mirando al tiempo al Renacimiento y a las vanguardias.
La muestra redescubre y reivindica el trabajo de una de las grandes pintoras españolas de la primera mitad del siglo XX. Militante falangista crítica con el franquismo, con amigas comunistas como María Teresa León y encarcelada tras huir del Madrid rojo, 'resucita' gracias a la campaña de localización de su singular obra llevada a cabo por su familia en redes sociales y prensa.
Miguel Lusarreta y Toya Viudes de Velasco, periodista y sobrina nieta de la artista, son los comisarios de la exposición que hasta el 15 de septiembre reúne una treintena de pinturas y otras tantas ilustraciones. Son en su mayoría obras cedidas por particulares de los años 20 a los 40 del siglo pasado, los más notables en la trayectoria de Velasco.
Entre todas destaca el óleo 'Adán y Eva' (1932), cedido por el Museo Reina Sofía, y que Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, renombró como 'Eva y Adán', «siguiendo la voluntad de la propia artista». También brillan 'Maragatos' (1934), del Museo del Traje de Madrid, o 'Carnaval' (1936), del Centro Pompidou de París. Hay cuadros como 'Gitanos' (1935), 'Cosas' (1933) o 'Retrato del doctor Luis de Velasco' (1933) pintados en su paso por la Nueva Objetividad, y otros de su periodo expresionista, como el premonitorio 'La matanza de los inocentes' (1936), del Museo de Bellas Artes de Valencia.
La familia conservaba algunas obras, pero la mayoría estaban en manos de particulares y en paradero desconocido hasta que Viudes de Velasco comenzó su fructífera pesquisa a través de internet y algunos diarios. «El mensaje de 'Busco la obra de mi tía abuela, pintora desaparecida, brillante y magnífica', ardió en las redes y pronto se compartieron un montón de fotos de cuadros que buscábamos», dice la comisaria. Con más de 300 obras localizadas «conseguimos hacer una selección con el Thyssen», se felicita la heredera de la pintora, que aún busca dos cuadros icónicos: 'Baño' (1931) y 'Circo' (1935).
Todas las obras expuestas han sido restauradas en los talleres del Thyssen, lo que ha permitido la «estimación de la calidad» de las dispersas piezas. Guillermo Solana creería «natural» que algún museo adquiriera alguna de ellas «en especial» el óleo 'Lavanderas' (1934).
Inocentes
Lusarreta aseguró que la artista «no fue silenciada» por su militancia falangista y en la Sección Femenina antes de la Guerra Civil, lo que sí condujo a su detención en Barcelona, y destaca que «sus ideas iniciales variaron con los años». «La pintura era para ella un enriquecimiento personal», asegura. Tras un proceso muy traumático -estuvo a punto de ser fusilada en la cárcel Modelo de Barcelona donde falleció su compañera de celda-, se casó, tuvo a su hija, y se volcó en su crianza», precisa Lusarreta.
«Mi tía abuela no apoyaba para nada el régimen franquista. Cuando Franco llega al poder, ella se queda en un limbo, en tierra de nadie, sin marchante y con una cría. Ahí empieza su olvido», señala Viudes de Velasco. «Mi madre reprochaba a Franco que desvirtuara el falangismo y le consideraba un gobernante poco capacitado y torpe», apunta María del Mar, única hija del artista.
Nacida en una familia ultracatólica, Rosario de Velasco Belausteguigoitia se formó desde los 15 años con Fernando Álvarez de Sotomayor, pintor costumbrista y director del Museo del Prado en dos ocasiones. Seducida por Giotto, Masaccio, Piero de la Francesca o Mantegna, siempre se autodefinió como moderna dentro de los cánones de lo clásico. También admiraba a Durero, Velázquez y Goya y a vanguardistas como De Chirico, Braque o Picasso, consciente desde muy joven de que debía ir más allá de la tradición, abrirse a las nuevas tendencias y competir como igual en un mundo mayoritariamente masculino.
Abierta e inquieta, se relacionó con intelectuales y creadores de la generación del 27, en especial con las Sinsombrero, pintoras y escritoras en las antípodas de su ideología como Maruja Mallo, Rosa Chacel o María Teresa León. Amiga también de Pilar Primo de Rivera, su militancia falangista y su entorno familiar sí le obligan a dejar el Madrid republicano. Viajó a Burgos, Valencia, Francia y recaló en Barcelona, donde conoció a Javier Farrerons, médico y su futuro marido, que la sacó de la cárcel oculta en una carreta. En 1939 participa en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura, en Valencia, y en 1940 presentó su primera exposición individual en Barcelona.
Tras su clausura en Madrid, la muestra podrá verse en el Museo de Bellas Artes de Valencia, del 7 de noviembre de 2024 al 16 de febrero de 2025.
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