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Juan Jesús García
Domingo, 27 de noviembre 2022, 16:03
Tras cantar ya en prácticamente todos los escenarios de la ciudad, Soleá Morente se subió al Auditorio Manuel de Falla para hacer las presentaciones oficiales ... del disco que, probablemente, sea el más querido por la artista, el que lleva el nombre de sus padres: 'Aurora y Enrique'. «Pensaba que nunca podría llegar aquí», dijo recordando que fue espectadora de conciertos de su padre y su hermano en el Falla. También son las canciones más personales, íntimas y desgarradas de una carrera que, si por algo se caracteriza, es por la sorpresa continuada. Como bien se leía en el programa de mano, «su personalidad va por delante de cualquier expectativa». Así, ella no deja de escurrirse de las taxonomías musicales, haciendo un ejercicio absoluto de libertad y ausencia de prejuicios. Por lo ya escuchado hay muchas Soleás, pero todas estuvieron en el Falla. Lleno en su zona frontal por cierto.
A pesar de que no es el espacio escénico más agradecido para las músicas amplificadas, la mediana de la saga sacó adelante con su entusiasmo contagiable y su desbordante encanto escénico acaso el concierto más completo que se le ha podido escuchar, ya que frecuentó todo sus registros conocidos y alguno venidero.
Nada queda ya de aquella Soleá inicial, tan tímida que parecía invitada, casi «como corista de sus propios conciertos», como se escribió entonces. Por el camino han ido quedando historias y marcas: Evangelistas, Napoleón Solo, Prado Negro (efímero y bellísimo trabajo poético que merecería ser retomado), aquel 'Omega 2' esbozado con su hermano… La Soleá de ahora es un universo multitodo abierto e inabarcable: hace televisión radio, pregones, aporta su júbilo vocal a muchos, que todos la quieren, y a su vez afina escogiendo con pinzas a sus acompañantes para armar cada nueva aventura. Agota seguir su hiperactividad. Se la nota feliz, contenta, pletórica, deslumbrante, y pisando de tacón (alto) y con autoridad los tableros.
Con la compañía de la teclista Nieves Lázaro y el baterista Juanma (ambos de Lázaro), Rubén Campos y Jordi Arranz con las guitarras, flamenca y eléctrica, y Gonzalo Bruno en el bajo (similar nómina a la que trajo a principios de año a La Rural), Soleá ha encontrado amparo sonoro esta temporada, que con su frenesí casi finaliza ya la vida útil del disco familiar. Registro al que dedicó buena parte de su tiempo nada más asomar, encajando las piezas en un repertorio luego más funcional, que igual serviría para el Falla que en una sala o un multitudinario festival. Además se salió cada rato del guión con Rubén, haciendo unas soleás, silla de anea incluida, y para la reunión con Estrella y Kiki, como regalo a una audiencia cariñosa y muy afectuosa con la cantante, que no dejó de recibir piropos en ningún momento.
Abrió la velada, como en la grabación, con la canción dedicada a su madre, que estaba sentada en la primera fila y luego recibió una rosa roja de manos de su hija. Siguió con la coheniana 'Ayer' y esa hermosa confesión: «qué diferente era todo cuando estabas a mi lado», mirando al cielo. Con 'Yo y la que fui', 'Iba a decírtelo', como con la trotona 'Marcelo Criminal' llegamos a un nuevo cambio de aires. 'Fe ciega', que arrancó también sobre un ritmo devorakilómetros para virar luego a sinuosidades psicodélicas durante casi diez minutos. Con aires de tango cabaretero recordó aquel bello texto de Alfonsina Storni al que ya puso en música Paco Ibáñez como 'Quisiera esta tarde'. Acto seguido aparecieron sus hermanos Enrique (¡con una guitarra eléctrica colgada!), y Estrella, que le regaló el 'Poema de mi Soledad de Rafael de León a su hermana pequeña. Los tres se quedaron, como no podía ser diferente para cantar con Estrella la rumbeada historia de su pañuelo y, terminar, en plan 'caño roto' total sembrando una esperanza, como ya hiciera su padre en el disco 'Sacromonte'. Solea en sus interludio flamenco también lo recordó con 'Tú Vienes Vendiendo Flores'.
Al final buscó romper los cuerpos, estimular la parte más física y desinhibida, media hora más directa que inició con la tan María Jiménez (¡por no decir Paquita la del Barrio!) 'Viniste a por mí', con 'Ducati' (y ese estribillo compartido con Yung Beef), y su 'No pensar en ti', una curiosa pieza de Nacho Canut y Berlanga para Rafaella Carrá, que ha pasado de un especial de 'Cachitos', con una simpática coreografía retro ballet Zoom, a su libreto habitual. Por ahora, y puede que mucho tiempo, sus conciertos se cierran con 'Baila conmigo': «cuando me hablas solo oigo un zumbido. Y yo lo que quiero es bailar. Tú sólo baila conmigo», en plan 'motomami', con la música automatizada y todos bailando en el escenario. Punto y final hedonista y vitaminado que convirtió el tan solemne centro Falla en una pista 'disco' sin bola de espejos, no se necesitaba, Soleá iluminó la noche con su calidoscópica música y el mucho cariño familiar.
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