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El Festival Internacional de Poesía de Granada vivió en la jornada de ayer su particular Paso del Ecuador con una mezcla emocionante de homenajes a los que están y recuerdos de quienes se fueron, con un velo de nostalgia y la música, en el día ... de ayer a cargo de la siempre estimulante Soleá Morente.
Por la mañana, se recordó en la Facultad de Ciencias de la Educación a la nicaragüense Claribel Alegría, de quien el próximo 12 de mayo se cumple el centenario de su nacimiento. Considerada la gran voz de la poesía centroamericana, el Festival quiso, a escasos días de la efemérides, rendir tributo a su figura y su obra. Al acto, en el que participaron el escritor Manuel Francisco Reina y Óscar de Baltodano, de la Fundación Ernesto Cardenal, no pudo asistir finalmente la poeta Daisy Zamora, quien no ha podido abandonar Nicaragua por problemas con su visado. Mientras, en Almuñécar, más de medio centenar de jóvenes acudieron al recital que ofreció Ana María Moreno Yebra.
Por la tarde, el Espacio V Centenario se fue llenado progresivamente de público en una jornada vespertina que se inició con la intervención del columnista de IDEAL y profesor Juan de Dios Villanueva, quien acercó el método de estudio de la poesía en la Enseñanza Secundaria. Posteriormente, tuvo lugar el primer recital de la tarde, con Isabel Pérez Montalbán, Manuel Gahete, Rafael Soler, Pedro Flores y Mila Villanueva.
La poeta polaca Marta Cichocka leyó en su lengua materna y consecuentemente en español algunos de sus poemas, versos que hablan de las pequeñas y grandes tragedias de la vida diaria y de la guerra, en una mesa multigeneracional y multicultural cuyo insigne presidente fue el poeta José Corredor Matheos, de 95 años, quien obtuvo en su día el Premio Nacional de Poesía –este año el Festival ha contado con la presencia de cuatro Premio Nacional de Poesía y de la Crítica–. Corredor es el último representante vivo de la Generación del 50, junto a Júlia Uceda y María Victoria Atencia. En esa mesa estuvieron también el poeta y profesor valenciano Sergio Arlandis y la poeta argentina Marisa Martínez Pérsico, quienes recordaron en sus versos momentos de su niñez y de una vida que el paso del tiempo dejó atrás, aunque no en el olvido.
Corredor leyó poemas de su más reciente libro 'Al borde', publicado por Tusquets. En sus versos quiso retratar la transición entre la noche y el alba, con inspiración 'hopperiana', dedicó un poema a un amigo granadino fallecido durante la pandemia y exploró entre sus letras para encontrar referencias al paso del tiempo, al ansia por prolongar el siempre doloroso gozo de la existencia, aunque sea reencarnado en un pájaro. Incluso compartió con los presentes un regalo de Reyes que hizo a su mujer en forma de soneto, provocando un gran aplauso.
El penúltimo acto de la tarde tuvo como protagonistas a una profesora y su alumna. La profesora, la catedrática Amelina Correa; la alumna, la cantante Soleá Morente, licenciada en Filología Hispánica. Juntas repasaron su trayectoria en el mismo aula en que, como recordó, esta última hizo la Selectividad: sus años en la Facultad, incluso los previos en el Colegio del Ave María. «El deseo de estudiar Filología vino después de años de estar enamorada de la palabra. Mi padre me aconsejó que estudiara una carrera superior e hiciera esperar al escenario. Le estaré eternamente agradecida, porque creo que la literatura, después de la salud, es lo más importante de la vida», dijo. También destacó su experiencia teatral en la 'Yerma' lorquiana de Miguel Narros o en 'La guerra de las mujeres', versión del clásico 'Lisístrata' que estrenó en Mérida. Acompañada por Rubén Campos a la guitarra, terminó su intervención cantando, como no podía ser de otra manera, poniendo su voz a 'Yo escucho los cantos' de Antonio Machado, mientras Correa recitó 'Yo, poeta decadente' de su hermano Manuel.
La velada finalizó con una conversación entre Remedios Sánchez y la escritora Ana Iris Simón, autora de 'Feria', una de las novelas más celebradas de los últimos años. Una novela manchega, hija de su propia experiencia como nieta de feriantes. Un retrato de una España en la que las plazas portátiles acogían espectáculos de El Bombero Torero, y donde aún hoy sigue sonando Camela en los coches de choque. Un relato escrito desde el corazón y con la mirada desprejuiciada a rituales y hechos que forman parte de la poesía incardinada en los mejores años de nuestras vidas.
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