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José Antonio Muñoz
Granada
Sábado, 26 de noviembre 2022, 00:36
El asombro, la estupefacción, se pintan en los rostros de quienes acuden a un espectáculo de magia. A diferencia de otras artes, como la música o el teatro, el texto o las notas no están escritas. Todo es posible, y todo puede fallar. La incertidumbre, ... esa misma que muestran en el patio de butacas quienes no tienen muy claro si lo que acaban de ver es verdad o no, se traslada al escenario. Las manos, la mirada, el gesto, cualquier elemento que maneja un mago puede convertirse en un arma de diversión masiva. Pero para que esto ocurra, hay muchas horas de preparación, de pulir cada detalle, incluso aquellos que el ojo no ve y que son la salsa de cualquier evento mágico, como los que el Festival Hocus Pocus trae a 'Gran-Hada' durante esta semana.
IDEAL ha sido testigo de excepción del ensayo general del acto central del Hocus Pocus de este año:la esperada gala internacional, en la que participan profesionales de cinco países:España, Alemania, Taiwan, Perú y Brasil. Conducida por el televisivo Miguel de Lucas, presentador del programa de La 2 'Un país de magia', la gala, que hoy podrá verse a las 18.00 y las 21.00 horas en el Teatro Isabel la Católica, se ensayó con intensidad durante toda la mañana de ayer viernes.
Los primeros en llegar al camerino, a la hora del primer café, fueron el extremeño de Badajoz Paco Agrado y el peruano Bruno Tarnecci, junto a su inseparable cayado, parte imprescindible de su presentación. Juntos comentaron lo que les sugiere un espacio como este: «Pasar por el camerino es conectar con uno mismo para poder acercarse mejor al público», afirma Agrado. «Si consigo estar tranquilo aquí, estoy seguro de que lo que ocurrirá después irá bien». Carnecci corrobora la afirmación de su compañero, y afirma que cada una de estas dependencias«destila su propia magia. Me gustan los camerinos de los teatros, porque aquí el artista construye un mundo propio que reproduce en escena».
Para conseguir este ambiente, cada uno tiene su propia receta: «Escucho música mientras voy armando mis cositas. Uso temas que también utilizo en el espectáculo, y voy recreando mentalmente los números, pero no practico en el camerino, normalmente», dice el peruano. «¡Yo no puedo dejar las manos quietas!», dice con humor Paco Agrado. El de Granada es un camerino canónico: tiene espacio para esparcirse, luces, perchas, un espejo, sillas, baño... Pero no siempre se han encontrado con esta calidad. Carnecci recuerda que una vez debió conformarse con un baño portátil. «No era solo el retrete. También tenía un lavabo y un espejo. Recuerdo también el sótano de un bar lleno de botellas y de escombros, donde además no estaba solo, sino que había cantantes y payasos que iban a actuar también... Al lugar le llamaban 'El Inframundo', no le digo más... Después de tantos años, uno ha visto casi de todo», comenta. Agrado recuerda más de un bar cuyo camerino, vecino a la cocina o incluso parte de ella, olía que alimentaba... «Cuando vas a actuar a un lugar como estos, y te sobrepones a un lugar para cambiarte que está muy lejos de los estándares, sabes que todo va a ir mejor fuera que dentro. Te vienes arriba», dice con una carcajada. Para ambos, 'Gran-Hada' tiene un valor especial, o mejor dicho dos: uno, la ciudad, y otro, el máximo valedor del arte mágico, MagoMigue, de quien hablan con cariño.
Los Charlatanes vienen de Brasil. Juan Araújo y Alejandro Muniz han recorrido varios países de Europa y América llevando su magia. El suyo es un espectáculo protagonizado por un elixir maravilloso, que en el escenario se transforma en real... Ambos suman más de medio siglo de experiencia, y su reto es convertir una historia dramática –léase teatral y humorística– en algo real. Sobre el escenario, una máquina con estética 'steampunk', la misma que ambos exhiben en unos trajes muy trabajados. Y un mundo imposible que conecta fantasía con realidad.
Alana es la presencia femenina de la gala. Nacida en Hamburgo, es su primera visita a la ciudad. Su vida ha estado impregnada de magia: su padre era ilusionista, y subió al escenario por primera vez cuando tenía cinco años. Desde entonces, ha desarrollado una carrera prolija, que le ha llevado a tantos países que ha perdido la cuenta. Define su espectáculo como «femenino, ya que uso joyas y pendientes, por ejemplo, y trato de que sobre el escenario, el público vea más allá de mis dos manos». Las mismas que con suma elegancia exhibe el taiwanés Mike Chao. «En mi país, la magia crece día a día», dice, mientras descubre uno de sus bolsillos secretos. Cualquiera de ellos esconde en su interior la llave de lo imposible.
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