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José Antonio Muñoz
Granada
Jueves, 9 de abril 2020, 01:25
María Angustias 'Tusti' De las Heras es actriz, motrileña, está embarazada de siete meses, vive y trabaja en Madrid –cuando no está rodando fuera o de gira- y acaba de dejar atrás la fase crítica del Covid-19. Con este panorama, sabemos que estamos ante un ser humano excepcional. Y mucho más cuando tras charlar con ella detectamos una positividad, un entusiasmo, y un amor por la profesión y por su tierra difícilmente igualables. En esta charla, nos cuenta su historia.
-Lo primero, ¿cómo está?
-Mucho mejor. Recuperándome en casa. Aún me queda un poco para recuperarme del todo. Era una paciente de riesgo por mi estado, y estar en contacto con tanta gente contagiada no era del agrado de los médicos. Ahora, haré el resto del tratamiento en casa. En los hospitales de Madrid están desbordados en todos los sentidos, y la ciudad está completamente cerrada, salvo los supermercados, y hay colas. Haber tenido la suerte de que me trataran ha sido fundamental.
Periodismo y compromiso
-¿En qué estaba trabajando antes de que comenzara la pandemia?
-Estábamos proyectando una película nueva, y había dejado tres meses de descanso para cuidarme en la fase final del embarazo, que es de alto riesgo. Ha sido difícil encontrar el momento de tener un hijo porque he estado trabajando desde muy joven, afortunadamente, seis días a la semana. Por eso, me iba a reenganchar a la profesión tras el verano, con la película y un proyecto teatral personal.
-Su currículo dice de usted que es una todoterreno…
-(Sonríe) En esta profesión hay que serlo. Es una carrera de fondo, y tenemos que estar muy formados para responder a cualquier reto profesional. Mientras trabajo, me estoy reciclando todo el tiempo, tanto en lenguaje audiovisual como en dramaturgia y otros campos.
-Ha trabajado con las mejores compañías del país.
-Sí, he tenido la suerte de hacerlo. Mi último trabajo fue con el Centro Dramático Nacional y Natalia Menéndez. La experiencia ha sido genial porque ella es una gran profesional y un gran ser humano. Pero antes he trabajado en el Teatro Nacional de La Habana, en República Dominicana, ocho años en Alemania y República Checa, en Japón… También me formé en la Royal Academy of Arts de Londres con Jeremy Irons y Anthony Hopkins…
-En televisión, ¿qué ha sido lo último?
-Una serie que se llama 'Trashtienda', para Cuatro Cabezas, la productora de 'La que se avecina'. Es un formato novedoso, tiene una parte de ficción y otra de sketches con actores invitados, los mejores de la comedia en nuestro país: Miren Ibarguren, Fernando Tejero... Está esperando para ser lanzada; los tiempos en la televisión son distintos que los de la vida normal. En cualquier caso, saldrá en algún momento, porque es una buena serie, y en general, la ficción española está en un momento extraordinario.
-Ha interpretado tanto comedias como dramas. ¿Es difícil para usted cambiar de registro?
-En realidad no, porque un actor es cada uno de los personajes que hace, en cierta medida. Todos hemos vivido momentos tiernos, de amor, tristes, muy duros. Y los llevamos dentro. Por eso, en cada caso potenciamos esa parte de sentimientos que como seres humanos complejos tenemos.
-¿Y le sale la motrileña que lleva dentro con frecuencia?
-Sí… (Risas). Siempre que puedo meto una pildorita. A veces, pienso en personas de Motril para componer algunos personajes.
-¿Estábamos preparados para lo que estamos viviendo?
-Creo que no teníamos entrenados los sentimientos para una situación como esta. Vivimos con muchísimo apego a las cosas. No valoramos lo que tenemos: agua caliente, salud, podemos comprar comida… Vivimos con el piloto automático, llenos de comodidades, y se nos olvida ser felices.
-Para la cultura, ha sido un golpe brutal.
-Terrible. Fue el primer sector que paró del todo. Los teatros de la Gran Vía cerraron. Quien quiera solicitar el paro, está teniendo dificultades porque todo está colapsado. Nosotros tenemos que pasar por la Oficina de Tesorería de Artistas y solicitar las ayudas, pero no están contestando, y hay muchos compañeros que no tienen ni para comer. Hay pérdidas en rodajes, pero no solo entre actores y técnicos, sino en todos los sectores: los transportistas, las empresas de catering… Y en las salas de cine, taquilleros, limpiadoras, proyeccionistas… Todos tenemos la angustia de saber cuándo vamos a volver a trabajar, si lo hacemos, y cuántos rodajes o proyectos vamos a perder.
-¿Dónde encuentran las fuerzas para continuar?
-Estamos unidos por nuestra vocación. Trabajamos con muchísima pasión, con mucho amor por lo que hacemos. Hay gente que piensa que en esto se cobra mucho, pero no es así. Una hora y media de función cuesta muchos meses de trabajo. Se nos va la vida en cada uno de los papeles que hacemos. Y cumplimos una función fundamental, como está demostrando esta crisis.
-¿Cómo ha visto a los médicos y demás profesionales sanitarios?
-He salido del hospital traumatizada por la situación que he vivido. Les ves a todos absolutamente desbordados, con jornadas interminables en las que en todo momento dan lo mejor de sí mismos, y encima tienen que animarte para que no te vengas abajo ante la posibilidad cierta de que puedes morirte de esto. Es un trabajo vocacional, como el nuestro.
-Hay quien dice que ustedes no son necesarios y los agricultores sí.
-Todos somos necesarios. ¿Por qué tenemos que entrar en comparaciones? Los agricultores alimentan nuestros cuerpos y nosotros alimentamos la mente. Esta es una crisis mundial. Yo trabajo como actriz y mis hermanas en la cooperativa La Palma. Y nadie es más importante que nadie, porque esta crisis debemos superarla juntos.
-¿Qué echa más de menos de Motril?
-Todo, aunque me gusta estar aquí. Pero ese vivir a otro ritmo de la Costa, tomar una caña al sol, mi familia...
-¿Y de su trabajo?
-También todo. Rodar me encanta, me puedo pasar 16 horas y se me van en un vuelo. Y del teatro, el calor del público, esas respiraciones compartidas. Y el compañerismo. En esta profesión somos una familia unida por la creación.
-Por cierto que no ha trabajado en Granada mucho.
-Menos de lo que hubiera querido, eso está claro. Ahí hice 'Burundanga' en el Teatro Isabel la Católica. Era mi segunda función de ese montaje cuando llegué a Granada, y estuve siete años haciéndola. Me tuve que estudiar el papel en 20 horas y conocí a mis compañeros a pie de escenario. Fue una experiencia fantástica, que me hizo trabajar de cerca con una de las mejores personas, más divertidas y más inteligentes de la profesión, que es Eloy Arenas. Quien, por cierto, tiene fuertes vínculos con Motril. Luego, en mi ciudad de nacimiento también he actuado un par de veces, la última con 'Federico y Lola', un proyecto personal en torno a la relación entre Lorca y Lola Membrives.
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