Jarl, naninonanoniero, chatín

Palabras a las que ningún diccionario hace justicia y que, sin embargo, son ricas en significados, en trascendencia, en valores. En humanidad

Domingo, 7 de julio 2019, 10:40

En aquella época en la que las series de televisión eran un espacio y un tiempo compartido por todos, Arturo Fernández se ganó un carismático y eterno hueco en nuestro imaginario. Al igual que otros, como Chiquito de la Calzada o Manolo y Benito, Arturo creó un lenguaje que traspasó las pantallas y caló en el día a día. Teníamos los 'jarls', los 'naninonanoniero' y, claro, los 'chatines'. Palabras a las que ningún diccionario hace justicia y que, sin embargo, son ricas en significados, en trascendencia, en valores. En humanidad.

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Decir 'jarl', por ejemplo, supone admitir un error y avanzar un acierto. Con un 'jarl' se exhala y se suspira, se quiere y se odia, se empiezan conversaciones que pueden terminar, con suerte, en un fistro duodenal. Tararear 'naninonanoniero' une a los compañeros de faena, rebaja la tensión en una reunión y provoca miradas cómplices entre los que saben que, en realidad, se está acometiendo una auténtica paparruchada (aunque el jefe esté convencido de su éxito). Y luego está el 'chatín'. Un gancho. Una coletilla. Un «no te das cuenta de que la estás cagando» y un «contigo me voy al fin del mundo». Estás tonto, chatín. Te quiero, chatín. Es nuestro momento, chatín. A esta invito yo, chatín.

Chatín era Arturo. El tipo que nos enseñó que se podía ser galán y pícaro al mismo tiempo. 'La casa de los líos' se estrenó a finales de los 90 y, veinte años después, sigue siendo una sonrisa en el recuerdo. Para mí, Arturo siempre fue un señor mayor. Un elegante, carismático y simpático señor mayor. Supongo que por eso le creía inmortal. Pero no. Murió. A los 90 años. En la flor de su vida.

Nunca supe nada más de él que no tuviera que ver con la televisión o el teatro. Tampoco me interesó. Él en sí mismo era un personaje magnífico. Su propia reinterpretación. Una de esas personas con las que te hubiera gustado entonar un travieso 'naninonanoniero'. Su adiós fue un 'jarl' inesperado. Seguro que ahora, allí arriba, encuentra un buen lío en el que meterse. Un merecido descanso, chatín.

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