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Sidi, de Pére-Reverte, a la televisión | El jefe de la hueste

Sidi, el jefe de la hueste

Sobre las imágenes tan sugerentes y poderosas del último libro de Pérez-Reverte; sobre la oportunidad que ofrece; sobre el liderazgo

Domingo, 6 de octubre 2019, 09:26

La última novela de Pérez-Reverte es un atardecer con la espada en alto, a caballo, oteando un horizonte que se extiende en una búsqueda infinita. A veces, pasando las páginas, sientes cómo la arena te salta a los ojos. Y en la batalla, maltrecho como Minaya, Ordóñez o Bermúdez, descubres el puño apretado, hipnotizado por el carismático discurso de un hombre que, exista o no, seguirías hasta la misma muerte. Sidi, como el vaquero que sale de su escondite para socorrer al herido en mitad de un tiroteo, como el cazarrecompensas que regresa con el Halcón Milenario, como el Don Drapper que eleva las emociones de la oficina, como el Adama que pide un último esfuerzo ante la invasión, él, Sidi, el Cid campeador, es un líder. Un líder de hechos. El jefe de la hueste.

Vamos, que es una gozada. Una lectura apasionante y entretenida que, efectivamente, tiene un aroma a wéstern importante. Aunque yo diría más: es una historia de imágenes potentes; de escenas pintadas con el detallismo de un Ferrer-Dalmau. Es, quiero decir, una maravillosa oportunidad para que un productor televisivo inteligente le echara el guante. Yo lo veo claro: una miniserie de cuatro capítulos, los mismos en los que se divide el libro. Sería brutal. Y no me malinterpreten, no creo que 'Sidi' tenga más valor porque pudiera ser la base para un guion de tele. 'Sidi' es una lectura redonda y, como lectura, tiene unas bondades que la pantalla nunca podrá alcanzar. Pero, al revés, esta historia contada con imágenes podría aportar otro punto de vista arrebatador.

«Como lectura, tiene unas bondades que la pantalla nunca podrá alcanzar. Pero, al revés, esta historia contada con imágenes podría aportar otro punto de vista arrebatador»

Además, es el momento de hablar del liderazgo. De tener odiosas comparaciones con las que ridiculizar a esos políticos que se empeñan, una y otra vez, en hacernos creer que están capacitados para cabalgar al frente de un país. El momento de dignificar y autenticar al líder, al de verdad, al que no le preocupa lo bien o lo mal calzado que vaya para la ocasión. Esas personas que, mientras nosotros nos deslumbramos con una bella puesta de sol, ellos atraviesan el horizonte con la mano haciendo visera.

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