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¿Cómo era la habitación que ocupó Federico García Lorca cuando fue detenido ? JOSÉ ENRIQUE CABRERO/AMANDA MARTÍNEZ

La última habitación de Lorca: «Un despacho en el epicentro del terror franquista de Granada»

Un investigador localiza, cruzando planos y testimonios de la época, dónde estuvo exactamente el poeta la noche antes de ser fusilado. Federico fue encerrado en un despacho en el actual Departamento de Derecho Constitucional de la UGR, en lo que era el gobierno civil

Miércoles, 7 de agosto 2019

Federico estaba fumando. El humo salía de sus pulmones buscando una pequeña rendija, una metáfora, una grieta por la que cupiera un verso más. Cada cuatro pasos, la pared y la calada. En otras horas, el despacho tendría funciones de rutina, ahora mismo sabe a cárcel. Es la madrugada del 16 de agosto de 1936 y Federico García Lorca fuma y fuma con la única compañía de una mesa, un sillón y dos sillas. Está en la primera planta del gobierno civil de la capital, lo que años más tarde –él, claro, no lo sabrá nunca– será el Departamento de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada. Tras la puerta cerrada, entre un centenar de voces alteradas, el poeta cree escuchar la de su amigo, Luis Rosales. Pero no. No distingue nada. Sólo ruido y muerte. Así que fuma otra vez, de esquina a esquina. De tanto en tanto se para frente a una pequeña ventana enrejada por tres varas de hierro. Allí se detiene para soñar que respira aire fresco; para guiar el humo sobre el bello Jardín Botánico que florece como una melodía de Falla. En la pequeña habitación no hay rastro de la Vega, de la Residencia de Madrid, de la Argentina enamorada, del Nueva York cosmopolita. En la habitación no hay pasado ni futuro. Sólo humo. Pasadas las horas, con la mano en la mejilla y la cabeza baja, alguien abre la puerta.

Una pregunta nueva

Los misterios que acompañan al asesinato de Federico García Lorca han sido abordados por infinidad de investigadores. Dónde murió. Cuándo. Con quién. Cómo lo trasladaron. Preguntas que conforman el relato detectivesco que, aún hoy, sigue buscando un desahogo. Sin embargo, hay una incógnita por la que, en realidad, casi ni se había preguntado: ¿dónde estuvo Lorca la noche en que le detuvieron? La respuesta general ya la sabíamos: en lo que era el edificio de gobierno civil, en la calle Duquesa; hoy, la Facultad de Derecho. Pero, ¿dónde concretamente? ¿Cómo era su habitación? ¿Qué se hacía en aquel edificio? «Aquello fue el epicentro del terror franquista en Granada».

Miguel Ángel del Arco Blanco (Granada, 1978) publica 'Un espacio para rescatar del olvido: la Facultad de Derecho y el asesinato de Federico García Lorca', una investigación en la que reconstruye, basándose en testimonios y documentos históricos, cómo era el edificio que albergaba el gobierno civil y la habitación en la que encerraron a Lorca. «Quería rescatar del olvido un espacio silenciado por la historia», dice. Tras un año de recorrer bibliotecas y archivos, Del Arco demuestra las similitudes entre el antiguo edificio del gobierno civil y el nuevo de la Facultad de Derecho. Para ello, parte de los planos de Granada de Francisco Dalmau de 1831, el de Contreras de 1853 y el impulsado por la Dirección General de Bellas Artes, de 1909. Gracias a esos mapas, confirma que «el inmueble se encontraba entre el edificio central de la Universidad y la calle Duquesa, lindando al oeste con la calle cobertizo de Botica (cerrada en los años 40) y, al oeste, con el Jardín Botánico. El edificio constaba de tres plantas más una torre cubierta».

Posteriormente, mediante una fotografía aérea de 1930, Del Arco, usando la técnica de la ortofografía (ver las sombras proyectadas de los edificios), confirma que en aquella época se mantenía la misma estructura del edificio que en los planos anteriores. En 1944, el edificio pasa a manos de la Universidad y se proyecta una reforma completa. Pero, efectivamente, pese a que cuenta con cambios importantes respecto al original, la investigación demuestra que las coincidencias permiten ubicar espacios concretos: «Los dos edificios ocuparon el mismo solar y la misma superficie construida. Ambos tuvieron tres plantas. Ostentaron también similares alturas, salvo por el basamento de la planta baja que elevaría ligeramente cada piso. Y se reproducirían dos patios, uno más grande y cuadrado, construido en el mismo lugar, y otro más pequeño. Todo ello hará posible localizar en qué espacio del edificio actual se encuentra en la actualidad algunas estancias del antiguo». Como, claro, la última habitación de Lorca.

Al cruzar la información que le proporcionan los planos con los testimonios de la época, la hipótesis coge fuerza. Miguel Rosales dijo que el poeta estaba «en una habitación pequeña de las que había habilitado para los detenidos». Eduardo Molina Fajardo, director del diario Patria, habló de un «despacho» que estaba «cercano al del gobernador», donde Lorca «quedó sentado junto a una mesa». Y añade: «era una habitación alargada y tenía una mesa cuadrada, un sillón y un par de sillas». Otros testimonios dicen que había «una ventana enrejada por tres varas de hierro que daban al Jardín Botánico». Hay, incluso, un croquis que dibujó Carlos Jiménez Vílchez, colaborador estrecho del comandante Valdés, responsable del gobierno civil.

Distribución de la primera planta del gobierno civil. Fuente, Eduardo Molina Fajardo, 'Los últimos días de García Lorca', dibujado por Carlos Jiménez. CROQUIS

«Aunque la distribución de las habitaciones respecto al edificio antiguo cambió, podemos lanzar una hipótesis de dónde estaba emplazada la habitación donde García Lorca estuvo retenido. Una habitación situada junto al Jardín Botánico pero sin lindar con la calle Duquesa, a donde la ventana original no tenía vistas. En la actualidad correspondería con una parte del espacio que ocupa el Departamento de Derecho Constitucional de la UGR».

Emplazamiento del lugar donde se encontraba la habitación, en el plano del proyecto de 1944. Fuente, AGA, Memoria del Proyecto de ampliación y cierre del recinto universitario. LA ZONA

Miguel Ángel del Arco, profesor y director del Departamento de Historia Contemporánea de la UGR, lleva estudiando la Guerra Civil y el Franquismo desde sus primeros pasos en la Universidad. «En la carrera cogí la asignatura 'Lorca y la Generación del 27', que impartía García Montero. Entré en el universo de Federico. Es algo que siempre me ha interesado. He crecido con él».

«Quería aportar una idea de lo que tuvo que pasar allí. A él y a todos los que estuvieron en el lugar y no tuvieron tanta suerte como Lorca. Suerte, digo, porque los otros sí fueron torturados»

Con esta investigación quería ahondar en esos últimos momentos antes de que lo fusilaran, algo que «se ha reconstruido bastante poco». «Quería aportar una idea de lo que tuvo que pasar allí. A él y a todos los que estuvieron en el lugar y no tuvieron tanta suerte como Lorca. Suerte, digo, porque los otros sí fueron torturados».

Epicentro del terror

Miguel Rosales, patriarca de la familia Rosales, acompañó a Lorca al gobierno civil desde el momento de su detención. «Estuvo con él –explica Del Arco– en sus primeros minutos en el edificio, tratando de evitar que lo maltratasen». Esto es lo que el propio Rosales confesaría años más tarde al investigador Agustín Penón: «A muchos se les daba allí unas palizas brutales. Había una habitación destinada a interrogatorios. Yo no quería que Federico pasase por aquello y podía conseguirlo. Hablé con algunos amigos, me prometieron que no le golpearía. Y pasamos de largo por delante del cuarto donde se les pegaba. Al menos lo salvé de eso». Según refleja Del Arco en su trabajo, «los detenidos pasaban por el gobierno civil para ser finalmente conducidos a lugares de fusilamento (especialmente el Barranco de Víznar). No era un edificio donde se celebrase ningún tipo de procedimiento judicial». Así, recoge testimonios de las brutales torturas que se realizaban bajo su techo, como se «oían constantemente los gritos de las víctimas» y las ocasiones, varias, en las que los prisioneros se tiraban por las ventanas para escapar del castigo físico.

Los prisioneros se tiraban por las ventanas para escapar del castigo físico

Alguien abrió la puerta. Por la última habitación de Lorca pasaron cinco personas. Uno de sus visitantes describió la escena: «me impresionó verle, sentado en una butaca, solo, absorto y preocupado, hora tras hora, con la mano en la mejilla y la cabeza baja». Otro fue el propio Miguel Rosales, que dejó constancia de que Federico «no dejó de fumar en todo el tiempo». En aquella noche, Luis Rosales, su amigo y poeta, se encaró con Ruiz Alonso, uno de los implicados en la detención de Lorca, en una habitación que estaba «no muy lejos de donde estaba preso Federico».

Los últimos que entraron se abrieron paso a través del humo y se lo llevaron a un lugar, a otra detestable pared, ubicada, tal vez, en algún punto entre Víznar y Alfacar.

Una pista para ubicar el fusilamiento

La información que Miguel Ángel del Arco desmenuza en su investigación abre una nueva vía de análisis de un tema fundamental: el tiempo. ¿Cuántas noches estuvo García Lorca encerrado? Hay teorías que hablan de una noche, otras de dos. «Las interpretaciones de los historiadores lorquianos se bifurcan», aunque a juicio del investigador no cuestionan lo sostenido respecto al lugar donde fue recluido el poeta. «Puede que la habitación y el funcionamiento del propio gobierno civil ofrezcan pistas para clarificar completamente la fecha del fusilamiento del poeta», dice del Arco. Por un lado, se trataba de una habitación de transito, un despacho, y en el edificio «no había espacios habilitados para alojar durante días a los presos; ni siquiera a los guardias». Por eso, el investigador asegura que «no es creíble que Lorca pasase allí la tarde del 16, el 17 y el 18, como afirmaron algunos investigadores. Sí es más probable que permaneciese en ella durante un día y medio antes de ser conducido a Víznar, un espacio más largo del habitual sólo por la relevancia del poeta más prominente de la Generación del 27». ¿Y si Lorca hubiera ido a otra sala, pese a que no haya testimonios que hablen de ello? «La única razón hubiera sido para esperar el visto bueno del Queipo de Llano para el fusilamiento, algo que no tiene mucho sentido por la escala de mando y por la lógica de la violencia franquista», termina Del Arco.

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