El último baile de Rayden en Granada

La firma de Rayden muestra cada vez con más naturalidad a David, un tipo de Alcalá de Henares que, a sus 38 años y en la cima de su carrera, ha tomado la decisión firme de decir adiós a las tablas y a los estudios de grabación. Asegura que esta gira de despedida no es un farol. Que lo hace por honestidad. Porque siente que el trabajo ya está completado y que ha dicho todo lo que tenía que decir como cancionista. En su nueva vida, la que ha elegido cuando todavía goza de su mayor pico de éxito, pasará más tiempo con su familia y se dedicará a la novela.

Este hombre de palabras ha encontrado en los libros una vocación más fuerte. El jueves estuvo firmando en la librería Babel ejemplares de 'Votos en contra'. La portada del volumen, henchido de reflexión social, refleja su momento: la palabra Rayden aparece tachada, mientras que su nombre y sus apellidos lucen firmes, aunque más pequeñitos. Durante el concierto en el recinto de La Zubia se acordó de quienes acudieron a su convocatoria literaria un día antes. Seguidores como Oliver, un chaval al que dedicó 'El lenguaje de los coleteros', o Lorena, su «mayor fan en Granada», para quien entonó el 'Cumpleaños feliz'.

Rayden encadenó rimas vertiginosas. Y habló. Habló mucho entre pieza y pieza. Sorprende que un maestro de ceremonias con semejante don comunicativo prefiera aferrarse a la soledad del escritor. Su rapeado erudito encontró un acomodo perfecto en los moldes del pop y del rock para todos los públicos. El lleno en la Industrial Copera constató la penetración popular de su música, con una conexión mágica que a menudo se diluye en los espacios abiertos de un festival. Una nutrida formación acompañaba al rapsoda de bigote, vestido con polo y pantalón anchos. La voz de Mediyama acaparó casi la mitad del protagonismo, pese a que la 'R' de Rayden brillara envuelta en laurel olímpico. Pero esto no iba de egos: lo que fluyó fue un río de letras que repudian la primera persona.

No es muy habitual que un músico de renombre anuncie que se retira a los treinta y pico. Su séptimo y último álbum, 'La victoria imposible', sirvió de argumento para desgranar títulos como 'Alma 22' o 'Una fiesta con tu nombre'. Y mucho más: 'A mi yo de ayer', 'Habla bajito', 'Calle de la Llorería', 'Finisterre'… Cuando llegó 'Meteorito' se acordó de Pablo Motos. Y en 'Don Creíque', el tema en el que más variaciones líricas suele aplicar, aprovechó para defender la representación española en Eurovisión este año.

Por supuesto, hubo momentos reivindicativos. Como en 'Caza de pañuelos': «¿Qué parte del 'no' es la que nunca entienden?». O en 'Animales de sombra', donde se sinceró al abordar el tema de la salud mental. David ejercitó su locuacidad para cavilar sobre la ansiedad, el amor o la tristeza. Y Granada aplaudió acompasada, casi como en el 'Radio Ga Ga' de Queen, mientras sonaba 'En el cielo de la boca'. Porque Rayden advierte que la decisión es irrevocable. Y porque esto merecía un último baile.