El último pianista del cabaré
Ambrosio Valero Santisteban ·
Nacido en Tánger, pasó la mayor parte de su vida en Granada, donde falleció hace escasas fechas. Era el padre del pianista clásico Ambrosio ValeroSecciones
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Ambrosio Valero Santisteban ·
Nacido en Tánger, pasó la mayor parte de su vida en Granada, donde falleció hace escasas fechas. Era el padre del pianista clásico Ambrosio ValeroJosé Antonio Muñoz
Granada
Miércoles, 20 de enero 2021, 00:27
Ambrosio Valero Santisteban nació en plena guerra civil, en esa Tánger internacional que fue un nido de espías y en la que se inspiró Murray Burnett para escribir 'Todo el mundo va a Rick's'. Su infancia la pasó en un Gibraltar bombardeado por los franceses de Vichy y los italianos por igual. Durante las incursiones de los aviones enemigos, su madre, Pepa Santisteban, le escondía en el piano, y la vibración que producían las explosiones estremecía las cuerdas. Fue ese, quizá, el primer contacto que tuvo con el que sería su compañero inseparable el resto de su vida. Hace escasas fechas, Ambrosio Valero falleció, pero la historia del último pianista del cabaré le sobrevivirá.
Mirando al mar, siempre el mar, Ambrosio vivió su adolescencia en La Línea, en una época en que el contrabando y el estraperlo procedente de la roca regían la vida. Su padre, sastre militar en el Peñón, además de músico, acabó por provocar en Ambrosio una vocación inquebrantable, y un inquebrantable amor por el cabaré y las salas de fiestas, donde su padre era toda una institución.
A los 14 años empezó a trabajar de noche en salas de fiestas de Algeciras. Por ahorrar, hacía autostop a la vuelta hasta La Línea. También pintaba los billetes con que a veces pagaba al tendero, con tal precisión que él pensaba que colaban. Y así era. Colaban hacia el cajón del tendero, que 50 años después, consciente de que eran una obra de arte, los seguía guardando.
Unos años después, volvió a cruzar el Estrecho y actuó en Marruecos en los casinos controlados por el magnate Onassis: Marrakech, Fez, Meknes, Casablanca, de nuevo Tánger... Fue un periplo de pianista al mejor postor, que duró hasta los años 60, cuando volvió a Algeciras, Gibraltar y La Línea. En la colonia fue solista en numerosos recitales, e incluso le ofrecieron un contrato para ir a trabajar a Londres en la BBC, pero la familia le 'tiraba' mucho, Era la estrella en El Pasaje Andaluz, el local de moda en Algeciras, cuando conoció a Maribel García, de La Línea, su compañera para el resto de su vida.
Fue un colega y amigo suyo granadino, Pepe Ortega, a quien llamaban 'El niño malo', quien le propuso actuar por primera vez al Rey Chico, cuando era el pianista del Hotel Los Monteros. «Vino para un 'bolo' y acabaron ofreciéndole un contrato en el que le pagaban el doble que al resto», recuerda su hijo, Ambrosio Valero, pianista como él.
Cuando Manolo Gómez, propietario del Rey Chico, puso sus ojos en Ambrosio, sabía que estaba ante el mejor 'cómplice' posible en el escenario. Sus espectáculos eran dinámicos, animaban a bailar y a que las botellas 'cayeran'. Apenas firmó el contrato, Pepa y sus dos niñas pequeñas emigraron con él.
Valero Santisteban desarrolló a partir de ese momento una labor incansable como arreglista, solista e incluso compositor. Y fiel al espíritu de la época, se pluriempleó: se levantaba todos los días temprano para componer, «y luego las seis de la tarde entraba en el Alhambra Palace. A las nueve estaba en la sala de fiestas Neptuno, y a la una de la madrugada, empezaba el primero de los dos pases en el Rey Chico. Llegaba a casa a las cinco de la madrugada. Esa era su vida», recuerda su hijo.
La casa del pianista, primero en la Cuesta del Chapiz y luego en el Paseo de los Tristes, donde nació Ambrosio 'junior', se convirtieron en un desfile de artistas. «Todos los grandes vinieron en un momento u otro. Con muchos de ellos trabajó: Rocío Jurado, Enrique Montoya... Fueron años en que tener invitados en casa era lo más normal del mundo».
Los años fueron pasando, y la música y el baile en directo dejaron de ser prioritarios para los granadinos. En 1989, el Rey Chico cerró sus puertas, y el Palace había dejado de tener pianista. Ambrosio Valero abrió con su amigo Antonio Callejas la tienda Musical Callejas, en la calle Joaquín Costa. Sin abandonar su faceta como músico –muy vinculado a la copla y a la música española en general–, tocó en el centenario de Lorca en 1998, en el Festival, montó una de las primeras salas de ensayos para grupos jóvenes en el sótano de aquella tienda. Además, daba clases de piano a notables de la ciudad. «Notarios, médicos, políticos... Todos pasaban por sus manos: Pedro Temboury, los García-Valdecasas... Como él jamás recibió formación reglada alguna, había creado un método de enseñanza propio, muy intuitivo, que servía para que quienes tenían un piano en casa y querían hacer sus pinitos o impresionar a las visitas, lo tuvieran relativamente fácil», añade su hijo.
Su bonhomía y la de su amigo Callejas convirtieron a aquella tienda en líder absoluto de ventas. Las cosas le fueron bien. «Cuando llegó el 'boom' de la compra de pianos, y en Granada apenas había tiendas, ellos vendían cantidades astronómicas. Recuerdo un modelo en concreto, de la marca Kimball, del que despacharon en un solo mes 100 unidades». Allí se hizo técnico de afinación y llevó adelante la posventa de grandes marcas, hasta que se prejubiló con 51 años.
De aquel pianista simpático, disfrutón, que llenó de sonidos las salas de fiesta de Granada durante décadas quedan más de 1.000 arreglos. «Algunos artistas los siguen guardando, e interpretando. Mi padre también los guardaba, e incluso recibimos una oferta del grupo editorial Hall Leonard para comprarlos. Pero él no quiso desprenderse de ellos. Siempre fue libre, y esa libertad es la que hoy inculco a mis alumnos», recuerda el hijo del último pianista del cabaré.
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