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José Antonio Muñoz
Granada
Martes, 25 de mayo 2021, 00:33
Antonio Lara Ramos (Noalejo, Jaén, 1957) es un escritor muy particular. Su capacidad para crear nace de un profundo conocimiento y rigor en la documentación ... con respecto a los periodos que trata. Con 'Askatu' (libertad en vasco), subtitulada 'Portal número seis' en referencia a la dirección donde fue asesinado por ETA el concejal Isaías Carrasco, entra en los difíciles años en que la banda terrorista hizo estragos.
El libro, que edita Esdrújula, se presenta hoy en el Colegio Virgen de Gracia (calle Músico Vicente Zarzo), a las 19.00 horas, y le acompañarán en la presentación los profesores Manuel Titos y Carmen Molina.
–Ha pasado de tratar periodos como la guerra civil, de proclamas y propaganda, a la guerra silenciosa que se vivió en el País Vasco durante décadas.
–Es cierto. Mi trabajo se ha centrado, en cierta medida, en contar desde otra perspectiva los grandes conflictos que ha vivido el mundo y singularmente en España a lo largo del siglo XX. Pero añadiría que no busco tanto hablar de los conflictos como de hacer un relato de lo ocurrido a lo largo del siglo. Comencé con 'La renta del dolor', que es una novela sobre el exilio, y me fui a los últimos años del franquismo. Y 'Cae la ira' trata el inicio de la dictadura. Con 'Askatu' me sitúo, sin embargo, en un marco distinto, que tiene que ver con el terrorismo de ETA. Y aunque, desde el punto de vista temporal se sitúa en los últimos años de la banda, sí que se retrotrae a los llamados 'años de plomo'.
–¿Quiénes son sus personajes?
–Personas que han vivido la tragedia desde múltiples puntos de vista. Por ejemplo, la señora Maica, que nació en Andalucía pero emigró al País Vasco tras casarse con Leandro, un vasco de Mondragón, o el viejo Arriola, que es un vasco de pura cepa. Maica se verá presionada y desestabilizada por un entorno abiertamente hostil.
–¿Es difícil evaluar el terrorismo desde la distancia, o es fácilmente comprensible?
–El terrorismo ha sido una linea transversal que ha ido calando en toda la sociedad española. No podemos pensar que lo que ocurrió allí no ocurrió en el resto de España. En Granada hubo varios asesinatos. El juego político que se haga en torno a ello es otra cosa, y podríamos criticar el uso del terrorismo que han hecho determinados partidos en beneficio propio. Pero no es lo mismo vivirlo cada hora del día, in situ, que vivirlo desde aquí.
–¿La sensación que han vivido muchas personas allí se aproxima a la de orfandad, quizá?
–Creo que sí. Seguro que muchos vascos se han sentido desubicados, y muchos tuvieron que marcharse por no poder respirar aquel ambiente. Aproximarse al terrorismo desde el punto de vista de alguien que ha vivido fuera del País Vasco y llega allí a trabajar, como es del caso de Carlos, mi protagonista, requiere explicitar que en el resto de España también ha calado hondo la barbarie terrorista, pero al mismo tiempo, dejar claro lo difícil, lo insoportable que ha sido a veces para quienes vivían allí.
–¿Cómo se documentó?
–Viviendo en algunos periodos, en las visitas que hice a mi hijo, quien trabajó como ingeniero en la 'Y' vasca de los ferrocarriles. Hablar con personas de allí me ayudó mucho a comprender la realidad de lo ocurrido, las claves del origen y de la historia del terrorismo.
–¿Cree que alguna vez tendremos algún relato históricamente fiable de lo ocurrido en el País Vasco?
–Va a ser muy difícil. No lo tenemos de la guerra civil y han pasado muchos más años... El terrorismo de ETAes mucho más reciente, aún sigue ahí. Es complejo convencer a determinadas personas de que el terrorismo no fue una consecuencia directa de la dictadura, porque hay quien piensa que las atrocidades cometidas por Franco y las cometidas por ETA son comparables. Allí siempre existirá el maniqueísmo del 'nosotros' y el 'ellos'. Con todo, soy optimista, porque el manto de silencio que durante 40 años hubo en torno a la guerra civil ha dificultado un relato objetivo, y sin embargo, sobre el terrorismo de ETA, aunque hay muchos puntos oscuros, se ha informado y se va a poder investigar.
–'Askatu', con todo, no es una historia del terrorismo, sino una historia de personas.
–Sí, he tratado de que así sea. Es la historia de un chico que llega de fuera a trabajar, y que entrará en contacto con la realidad vasca a través del proyecto en que trabaja, polémico y perseguido por la izquierda abertzale. Y reflejo esa sensación extraña de quienes llegaban allí y se sentían el centro de atención por estar vinculado a un proyecto concreto, o percibían que no podían hablar de determinados temas, o hacer determinadas preguntas.
–Un relato más emocional que histórico, entonces.
–Podría definirse de esa manera, sí. Llegué a Bilbao en la primera tregua de ETA, fui después varias veces, y he encontrado grandes diferencias obviamente. En mi primera visita, las emociones fueron distintas de las siguientes. Y las emociones de los propios vascos han cambiado durante el tiempo. Desde aquella generación que abogaba por usar la violencia a toda costa a quien comprendió que la violencia llevaba a un callejón sin salida. En algunas visitas al País Vasco sentí miedo, o al menos prevención. Hoy esa sensación, afortunadamente, ha evolucionado hacia el deseo de conocer lo que pasó.
–¿Y qué pasará ahora con usted?
– (Sonríe) Voy a intentar hacer una continuación de 'La renta del dolor', aunque no sé si surgirán otros proyectos mientras lo esté haciendo. Quisiera tratar en una novela los primeros años de la democracia, y también estos últimos, tras la crisis de 2008, en que la sociedad española ha quebrado fruto del desencanto por la falta de respuestas del siglo XXI. De hecho, esta centuria está comenzando como la anterior. Espero que no lleguemos a un enfrentamiento como el de 1936... Haremos lo que esté en nuestra mano para que ello no se produzca.
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