Vázquez de Sola cumple 95 años de fecunda creación pincel en mano
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Comunista por convicción, fue perseguido por Franco y emigró a Francia. Hoy vive en Monachil, feliz y ocupado.José Antonio Muñoz
Granada
Lunes, 25 de julio 2022, 00:06
Andrés Vázquez de Sola (San Roque, Cádiz), nació tal día como hoy, festividad del apóstol Santiago –ese 'Matamoros' que satiriza en una de sus obras más recientes–, pero en 1927. Es decir, hace 95 años. Tenía apenas diez cuando vio desfilar por las calles de su pueblo «una cuerda de presas rapadas al cero, que se defecaban encima porque les daban aceite de ricino como castigo». Vio cómo asesinaban al médico de su madre, quien estaba tratando a un hermano suyo que murió por su ausencia, y a su maestro, represaliado solo por decir, como él mismo hace hoy, lo que pensaba. Los desmanes que vivió, y un credo personal que ha mantenido de forma inquebrantable a lo largo de su periplo vital, le llevaron a ser comunista, y como tal ha vivido –carné incluido– hasta este día en que llega a las nueve décadas y media de existencia.
Entrar en el domicilio de Vázquez de Sola es sumergirse en un mundo en el que el arte, las artes, mandan más que él mismo. Lógicamente, en esa 'república estética' –él espera no morir antes de que venga la de verdad–, tienen un lugar predominante las creaciones propias, tanto como los recuerdos enviados por amigos, desde fotos dedicadas hasta una banderola del Frente de Liberación Nacional de Córcega. Una república que rebosa vida:«La muerte es la nada. La vida es el todo. No hay que sobrevivir, hay que vivir. Sabes que tienes limitaciones ahora, pero también las tienes con 20 años. Por eso, solo pienso en vivir, en seguir metiendo el dedo en el ojo todo lo que pueda», dice con un humor que impregna todo el encuentro, con el periodista Eduardo Castro como testigo.
Su bandera ha sido siempre la sinceridad, desde que muy joven iniciara su trabajo en 'Patria', periódico perteneciente a la cadena gubernamental franquista. «Siempre he sido crítico con el poder, y allí también lo era. Mis dibujos pasaban la censura porque en muchas ocasiones nadie los entendía. De hecho, a veces no los entendía ni yo...». Ya entonces, señalaba las desigualdades, las realidades de una España que se recuperaba –de forma muy asimétrica– de las consecuencias de la guerra. Con todo, limita la responsabilidad de los políticos: «Existen unos poderes fácticos que están por encima de quien gobierna. Que acumulan dinero por deporte, sin importar a quién se explota. El dinero corrompe, y ellos no son conscientes de esa corrupción, porque no miran las consecuencias de sus actos, como el cazador no piensa en las consecuencias de su caza».
Como periodista, aborrece la autocensura. «El pensar que hay algo que no se puede decir, aunque sea verdad, es terrible». También condena el exceso de información, que crea un batiburrillo donde es muy difícil separar la paja del grano. «No se pueden poner en el mismo saco las cifras de muertos de una guerra y el número de gatitos que ha parido la gata de la duquesa de Alba, porque no son realidades equiparables», comenta.
La trayectoria de Vázquez de Sola es inseparable de la cabecera satírica francesa 'Le canard enchaîné', fundada en 1915, que hoy sigue acudiendo puntual a la cita semanal con sus lectores –con casi 450.000 ejemplares de tirada–, y de la que el artista fue parte indispensable durante tres décadas, hasta que, según propia confesión, «hice algunas gilipolleces», y se jubiló, volviendo a España en 1985. Con todo, no volvió para quedarse parado. Continuó colaborando en cabeceras como 'Triunfo', una experiencia de la que tiene un recuerdo agridulce:«Creíamos que con la muerte de Franco íbamos a cambiar las cosas, pero no conseguimos cambiar nada». También trató de reproducir el modelo de 'Le canard' en una publicación de creación propia, llamada 'El Cocodrilo', de la que también salió en aras de mantener una línea editorial libre de esa seudoinformación interesada, sin límites, de la que siempre abominó. «La información debe basarse en la verdad absoluta, bien documentada y razonada. Luego, se pueden utilizar palabras más o menos altisonantes para subrayar la verdad, pero esta tiene que brillar por encima de todo», asegura. Quizá el otro eje de su existencia sea el respeto a la corporeidad que caracteriza a la especie humana: «El cuerpo es no solo el continente de lo físico, sino de la mente. No existe nada que no sea material». Por ello, probablemente, sus caricaturas miran al espectador en muchas ocasiones, interrogándole, y a veces invitándole a compartir el propio conocimiento del autor, del que su visión de los personajes nace. «Me gusta pensar que ante un trabajo mío se puede despertar la curiosidad por conocer al ser humano que retrato», afirma.
Vázquez de Sola colmó hace mucho su vanidad, si es que la tuvo alguna vez. Lo que más valora es que quien se acerque a él, lo haga con la intención y la mente abiertas, y las ganas de compartir el gusto por la cultura, el arte o una buena conversación. En Francia, donde llegó con el objetivo de ganarse la vida, fue considerado inicialmente como alguien «diferente, fresco, que aportaba una nueva visión de la realidad. Luego, esa ósmosis cultural lógica me convirtió en uno de ellos, sin perder mi esencia».
Nunca hizo un dibujo para hacer daño. Ycuando una vez lo hizo, sin quererlo, sufrió grandemente. «Un dibujante italiano me dijo una vez que no podía mostrar el amor hacia el amor, sino el odio hacia el odio. Esa ha sido una de mis máximas», recuerda. Él, que continúa siendo un referente para muchos, no tiene ninguno en particular, porque admira a todos sus compañeros, sin distinción, tal vez porque siempre acudía «acojonadito» a los despachos a mostrar su trabajo, posiblemente temiendo que este no fuera suficientemente bueno.
Hoy, Andrés Vázquez de Sola cumple 95 años, feliz por la acogida que le ha dispensado el pueblo de Monachil, donde vive desde hace años. «Soy uno más», dice con esa convicción que ha traspasado su existencia. Ojalá la vida le regale muchos días más.
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