
Juan Jesús García
Martes, 30 de julio 2024, 00:08
Desde que comenzó en una pequeña discoteca de Torrenueva a modo de modesta muestra del jazz de los ochenta, el Jazz en la Costa se ... ha establecido como una de las grandes ofertas de jazz (y alrededores) del verano español. La trigésimo séptima edición ha rozado el lleno (faltaron 20 entradas por vender: «las debíamos haber comprado nosotros para anunciar el 'sold out'», decía sonriendo el director del festival). La semana se cerró la noche del domingo con la comparecencia del cantante siciliano Mario Biondi, tras un programa formidable.
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Porque cuesta, para una mentalidad estanca calificar como 'jazz' lo que llevaron a escena el dúo formado por Omar Sosa y Paolo Fresu. Con más botones que la cabina de un Airbus, ambos fabricaron una incalificable y nutritiva música, esto último porque anunciaron que estaba inspirada en la comida, 'Food', como se llama su último disco.
Tras bendecir el piano y colocarle una vela (led, que los tiempos cambian) para ahuyentar los malos espíritus, el cubano, vestido de 'santo', todo de blanco, y su socio Fresu, se aplicaron sobre una exuberante masa sónica de dinámicas extremas, tan visual que hubiera agradado mucho tanto a Vangelis como a Roger Waters, que concluyó guarachando camino del guaguancó. Flipante es el calificativo más apropiado para lo suyo.
Carlos Benavent y Jorge Pardo, acaso sean los músicos que más veces han tocado en Granada, tanto en la escena del jazz como la del flamenco y hasta del filorock con el proyecto Djinn. En este caso la noche fue del bajista catalán, «tu noche», como le dijo su «primo hermano» Pardo. El 'bajistarrista', con su peculiar estilo de tocar, tan eléctrico como electrizante, se rodeó por sus habituales (Roger Mas y Toni Pagès), y como invitados el milesiano Rainald Colom y el siempre simpático Tomasito, con su 'percusión de punta-tacón' y verbo rapeado. Con ellos sonaron piezas que resumen el valiente ojo de pez musical del guitarrista de Algecicras, que como 'Zyryab', volaron la cabeza al personal bajo la invocación de Paco de Lucía, el santo patrón de «esta familia», en sus palabras. Un concierto digno de abrir unas olimpiadas.
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En el jazz (al revés que en casi todo) está permitido cumplir años, y da prestigio, respeto y caché. Este festival siempre reserva un día para algún nombre legendario de los pocos que van quedando. En este caso fue el doctor (es psiquiatra) Eddie Henderson, incrustado en el cuarteto del trombonista Steve Davis. Fue un concierto sin prisa y arquetípico de club de boppers. Con un titular exquisito muy sugerente y nítido en su fraseo e inquietante y romántico con la sordina, mientras que su compañero es un músico 'decidor' sin altisonancias. Escuchamos piezas de estilo con las firmas de Miles Davis, Freddy Hubbard, Billy Strayhorn, Monk o Hanckock, con la resultona 'Cantalupe Island'.
Y quien quiera saber más de este singular personaje (¡también campeón de patinaje!) busque el documental 'Dr. Eddie Henderson: Uncommon Genius'. Siempre nos quedará el Bop.
Con voz de anuncio de desodorante masculino y estampa de otro de Martini, Biondi puso el mejor punto y aparte del festival. Hasta el año que viene. Lleno completo para escuchar a este cantante y su esplendorosa banda.
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Con un sonido conjunto brillantísimo y una presentación deslumbrante, el catanés ejerció de maestro de ceremonias: vocalista, pequeño percusionista, monologuista y hasta humorista. Puede hacer de todo con semejante voz de barítono profundo –un recuerdo aquí a nuestro Paco Chica, el Biondi granadino–, falsetes cuando quiere, sugerente hasta la sensualidad y siempre intenso. Si añadimos un teatral manejo del escenario y la comunicación digna de un animador, una banda impecable, con unos vientos sobresalientes (vigoroso el tenor y sedoso el fliscornista, y un mutiinstrumentista al fondo que hace de todo), el resultado fue, sí, efectivamente, una gozosa sesión que obligó al público a levantarse y ser partícipe de la fiesta final.
Con el común denominador de semejante voz, su eclecticismo orquestal (¡a ratos parecía 'Vacaciones en el mar'!) le llevó desde el Bop, a la bossa, las baladas tipo San Remo, Soul meloso, el swing, Bacharach, Whiters y hasta a los Stones en un todo en uno perfectamente envuelto y con lazo de regalo. Un final impecable para dejar buen sabor durante un año entero.
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