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Nadie sabe lo que vale la libertad hasta que la pierde. Esta frase con la que inició su intervención el delegado de Cultura de la Junta en Granada, Fernando Egea, fue el adagio que sobrevoló la comparecencia de Yunior García Aguilera, quien participó en la ... tarde de ayer en el ciclo 'Literatura, periodismo y exilio', que reúne en la Biblioteca Provincial a algunas de las voces más relevantes de autores que han tenido que salir de unos países que padecen tiranías como es el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Daniel Rodríguez Moya, codirector del Festival Internacional de Poesía de Granada, recordó que Cuba es la dictadura más longeva de Hispanoamérica, y el dramaturgo comenzó su conferencia, en forma de diálogo con la periodista Ana C. Fuentes, dejando claro algo: «A Fidel Castro le importaba más el poder que la ideología: fue evolucionando para mantenerse siempre en el poder».
García recordó que la relación de los intelectuales con la dictadura siempre fue compleja. «No hay más que recordar los nombres de Reynaldo Arenas o Virgilio Piñera», señaló. «Somos felices aquí, era la frase que más escuchábamos en clase. La dictadura se especializó en vender la revolución como un producto, y el Ché Guevara es la Coca Cola, su marca más reconocible».
García Aguilera fue, en un momento determinado, un privilegiado, con un título académico de primer nivel, un prestigio como dramaturgo y amigos influyentes. Sin embargo, en un instante concreto, comenzó a dudar. «Mis maestros me dijeron que no cruzáramos la línea, que pusiéramos nuestros pensamientos en boca de nuestros personajes para no perder la libertad», rememoró. «Todo cambió con el decreto 349, de 2019, que permitía al gobierno decidir qué era arte y qué no. Yo me podía expresar como artista, pero otros no».
Cuba es el país del eufemismo, como recordó García Aguilera. «Las crisis son 'situaciones especiales' y las prostitutas 'jineteras'». Para luchar contra esas verdades a medias –las mayores mentiras– surgió el Movimiento San Isidro, que en el marco cultural sirvió para luchar contra el, paradójicamente, usual racismo y machismo que se aplica en el régimen. «El movimiento hizo huelgas de hambre. Su sede fue allanada, con la excusa de la covid. Les golpearon y les metieron en la cárcel. Un grupo de 24 personas nos plantamos ante el Ministerio de Cultura para exigir diálogo, para liberar esos jóvenes presos y establecer el fin de la censura. Nunca nos escucharon».
La gran diferencia en la respuesta a la dictadura que se ha producido en este último tiempo con respecto a intentonas anteriores es la presencia de las redes sociales. «Ya no son dueños del relato, no pueden decir que es la CIA quien paga a quien se manifiesta. Ahora, cualquiera puede hacer un directo con un teléfono móvil. Los estallidos sociales son periódicos, como el 'Maleconazo' de 1994. Entonces no había Internet, y Castro estaba vivo, con todo lo que ello representaba. Y las crisis vienen precedidas de una situación económica muy complicada, como la que estamos viviendo ahora. Allí todo es mentira. Solo reconocieron 8.500 muertes por covid, y en 2021 murieron más de 50.000 personas más que el año anterior», añadió.
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