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José Antonio Muñoz
Granada
Viernes, 23 de septiembre 2022, 07:49
Marina Tapia (Valparaíso, Chile, 1975) es una de las autoras que felizmente cruzó el Océano para establecerse en Granada. Aquí encontró el amor y aquí ... ha encontrado buena parte de la inspiración que destila 'Islario' (Editorial Amargord), su nuevo poemario, ilustrado por ella misma, y que presentará hoy en el Centro Artístico a las 20.00 horas.
–Como recuerda el prologuista, Agustín Pérez Leal, Donne decía que «no somos islas», pero la soledad del creador a veces le aísla. ¿En qué quedamos?
–Creo que nuestra existencia es una combinación de momentos. A veces, de alguna manera, somos islas, pero también necesitamos de la colectividad, para convertirnos en archipiélagos. En la relación con el otro, se define nuestro carácter, nuestra manera de ser.
–También dice Pérez Leal en el prólogo que 'Islario' contiene una historia de amor. ¿Cómo encontró usted a su Viernes?
– (Risas) En cierta medida, fui Robinson Crusoe en su momento. Como es público y notorio, encontré a Ángel –el también escritor granadino Ángel Olgoso– aquí en Granada. En el prólogo se destaca igualmente que uno de los poemas más emocionales del libro es el que habla de Granada, y el último. De alguna manera, en los dos está presente él.
–¿El amor entre literatos implica una mirada de espejo?
–Es algo así. Una mirada que se reconoce, aumenta, en la que uno va aprendiendo del otro, y se comparte, además del resto de cosas, la pasión por las letras y el arte.
–¿Cuáles fueron las coordenadas de viaje que recibió de su padre, a quien dedica el libro?
–Mi padre era, como diría Ángel, «un viajero inmóvil». Él también lo era hasta que le conocí. Después hemos hecho muchos viajes juntos. Por eso, en la dedicatoria, le califico como «Quijote viajero de la imaginación». Él siempre estuvo muy apegado a nuestra tierra, Valparaíso. A pesar de ello, siempre ha querido conocer mundo. Le gusta la cultura, los museos... Sin embargo, esa 'saudade' por el lugar de origen ha sido tan fuerte que le ha costado moverse siempre.
–Es curioso que haya quien no precise el viaje físico para ensanchar el mundo.
–En su caso, es así. A través de distintos medios, ha viajado mucho.
–¿Cómo se estructura la obra?
–En seis partes. En la primera hablo de los elementos esenciales del viaje; en la segunda, de mis orígenes y lugares que tienen que ver con el mar; en la tercera, me centro en la piedra, en diálogo con el agua; en la cuarta, hay un homenaje a los paisajes de interior: en la quinta, de países como China, Suiza o el mundo oriental. Y la sexta parte es un poema de amor que habla de este como un lugar para quedarse.
–El libro tiene muchos poemas dedicados. El viaje, ¿es más rico, o más complejo, cuando se realiza en compañía?
–Ambas cosas. Por eso es también interesante el viaje en soledad, generada en momentos de intimidad con el paisaje. Lo bonito es no perder esa mirada de asombro, de niño, que hace que lo que miramos nos seduzca. En 'Islario' he tratado de rescatar justamente eso, la mirada asombrada de quien observa un paisaje por vez primera.
–La arena asienta dispersiones, dice en un poema. ¿Las rocas nos atan al suelo?
–En realidad, estamos ante dos estados de la misma piedra. En el poema que dedico a Vera, describo mi impresión ante un paisaje interminable, donde descubrí una especie de mapa del pasado natural. Todo aquello que fue mármol, que se convirtió en roca desecha por los siglos, ha quedado convertido en arena. En realidad, estamos pisando nuestra historia.
–En lo personal, es muy amiga de las 'escapadas'. ¿Ha descubierto en lo cercano que no hay que ir muy lejos para ser feliz?
–Creo que la felicidad y la belleza está en los ojos de quien mira. A veces, algo tan sencillo como un árbol puede ser muy bello.
–Usted, chilena de origen, ¿se ha enamorado del blanco, del azul, del verde...?
–De todo un poco. Los colores de Granada están tamizados por una luz increíble, esa que alabó Rubén Darío en 'Tierras solares', y que no se encuentra en otros lugares.
–En este libro, aventura incluso un lugar de enterramiento. ¿Le daría miedo morir porque sería el final de su viaje?
–No le temo mucho a la muerte, y ese poema lo refleja. El cementerio de Iznájar es muy bonito, al lado de una biblioteca y mirando al agua.
–¿Concibe su escritura sin ilustrarla usted misma?
–La letra debe sostenerse por sí misma, pero es más interesante cuando dialoga con otras artes. En la poesía hay música, se evocan imágenes... Es una retroalimentación interesante..
–¿Qué prepara ahora?
–Un libro que conjugará poesía y gastronomía. Espero que guste..
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