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María del Mar Vida Arredondo
Jueves, 8 de agosto 2024, 23:32
Vicente Almagro San Martín (Granada, 1885-1936), fue un abogado y político español perteneciente a una influyente familia granadina, con miembros destacados en el mundo intelectual, así como en el ámbito del derecho y de la política en el siglo XIX y primer tercio del ... siglo XX. Sus padres fueron Pilar San Martín Herrero y Melchor Almagro Díaz, abogado de prestigio y político a nivel nacional por el partido Republicano Liberal, representando a Granada como diputado a Cortes y senador, sucesivamente, cuya brillante carrera fue truncada por una muerte prematura a los 43 años, dejando tres huérfanos de corta edad. El menor de ellos, Vicente, tenía 8 años.
Su hermano mayor, Melchor, fue diplomático, historiador y un brillante escritor y periodista, de cuyos textos autobiográficos se desprende que la primera infancia de los tres hermanos –antes de la muerte de su padre– fue una etapa feliz vivida en la calle del Águila de Granada, rodeados de bienestar, en el seno de una familia modelo para las de su época. También fue primo hermano del periodista, escritor y crítico literario Melchor Fernández Almagro.
Se casó con Elvira Segura Soriano, de cuya unión nacieron siete hijos: Pilar, Vicente, Melchor, Manuel, Elvira, José María y Rita Almagro Segura. Murió fusilado el 8 de agosto de 1936, entre las localidades de Víznar y Alfacar, en el camino del sanatorio de la Alfaguara hacía Puerto Lobo. Junto a él cayeron casi la totalidad de concejales republicanos del Ayuntamiento de Granada, el director de El Defensor de Granada, Constantino Ruiz Carnero y otras personalidades, un total de 17 personas, según declaraciones de testigos, facilitadas al escritor Eduardo Molina Fajardo y a otros historiadores.
Fue incluido en uno de aquellos maléficos procedimientos que llamaron 'Expedientes Gubernamentales', en los que no se instruían causas ni denuncias ni juicios ni sentencias, para que no constaran en registro alguno y no se supiera nada de ellos. Y así ha sido, nadie ha contado nada sobre Vicente Almagro San Martín, no se sabe como vivió, contra qué luchó ni cuando. ¿Cómo es posible que las hemerotecas contengan 2.286 registros de noticias sobre él, desde su nacimiento en 1885 hasta su asesinato en 1936 y a partir de esa fecha nadie haya hecho referencia a su persona? Ni en la prensa ni en los libros. Apenas alguna nota en estudios sobre sus familiares ilustres, poquísima cosa.
A punto de finalizar la cuarta fase de la Campaña de Recuperación de las víctimas de la Guerra Civil, asesinadas en el barranco de Víznar y su entorno, cabe la esperanza de que entre dichos restos se encuentren los de Vicente Almagro San Martín y se impone recuperar algo de su historia y del papel que en su vida jugó para la ciudad de Granada, a cuyo servicio dedicó sus mejores años. A punto de cumplirse los 88 años de su muerte, ya es hora de que sus habitantes conozcan su trayectoria, sus desvelos y su verdad, aunque solo sea por dignidad ciudadana y por vergüenza histórica. Su vida y sus razones tuvieron que merecer algo más que el silencio y el olvido, único pago que ha recibido.
Por tradición familiar y por su propia inquietud, siendo aún muy joven, inició su carrera política en el Partido Demócrata Posibilista, militando posteriormente en el Partido Liberal del Conde de Romanones y, a partir de 1930, en el Partido Republicano Progresista –liderado por Niceto Alcalá Zamora–, todos ellos de ideología republicana liberal conservadora.
Su voz y su influencia fueron incansables en la lucha contra el caciquismo reinante que, siendo la tónica general en todo el país, en Granada había adquirido formas de auténtica delincuencia de estado. No es de extrañar que tras el trágico desenlace de la lucha anticaciquil de febrero de 1919, cuando una manifestación multitudinaria fue disuelta a tiros con el resultado de tres personas muertas y múltiples heridos de bala en los hospitales, el Gobierno de la nación destituyera al gobernador civil y al alcalde–cacique y a todos los concejales de su partido, se pensara en Vicente Almagro para ocupar el puesto de alcalde provisional, con el consenso de todos los demás partidos y fuerzas sociales de la provincia. Es justo señalar que, en principio se nombró un alcalde, el señor González Sola, que cuando vio el estado de ruina en que estaba el Ayuntamiento, dimitió inmediatamente. La decisión fue nombrar un alcalde provisional hasta las próximas elecciones.
A partir de aquel momento, le tocó sanear, limpiar y renovar, una administración que se encontraba totalmente corrompida por prácticas de abuso y corrupción en los últimos 20 años. La interinidad duró desde el 22 de febrero, hasta el 9 de mayo de 1919. Tiempo suficiente para granjearse la enemistad de todos los sinvergüenzas que se habían hecho millonarios a base de las corruptelas caciquiles.
Vicente Almagro asumió el reto, a pesar del estado de ruina económica y moral que presentaba Granada en aquellos momentos. En los 76 días que duró su mandato, se vio obligado a tomar decisiones duras y determinantes para devolver la decencia al gobierno de la ciudad y recuperar el control de las arcas públicas, en el intento de solucionar, en lo posible, los enormes problemas que pesaban sobre Granada y sus habitantes.
La prensa contaba día a día las decisiones del nuevo alcalde: Suspensión empleo y sueldo de empleados municipales que no acudían a trabajar; intervención de los bienes de consumo más necesarios, que pasaban a venderse directamente por el Ayuntamiento; cierre definitivo con multa, de los puestos del mercado que carecían de la mínima higiene, y posterior reorganización de los mercados. Anulación del contrato con la empresa privada recaudadora de los impuestos al consumo, en situación de ilegalidad desde hacía años..
Con el nombramiento del nuevo alcalde, Antonio Ortega Molina, a partir del 11 de mayo de 1919, volvió a su puesto de primer teniente de alcalde y, desde su cometido de delegado de Abastos, continuó colaborando con la corporación hasta que fue cesado en febrero de 1920.
A partir de 1930 hay alguna información sobre su adscripción al Partido Republicano Progresista, liderado por Niceto Alcalá Zamora, aunque no aparece ni como candidato ni como colaborador en mítines o actos públicos. Su vuelta a la política activa se produjo en octubre de 1931, cuando fue nombrado gobernador civil de Alicante, cargo que desempeñó hasta el 15 de julio de 1932, en el que fue cesado a petición propia, para volver a Granada en expectativa de un destino más cercano a su familia.
En agosto de 1932, por casualidad, Vicente Almagro descubrió que un grupo de militares y monárquicos estaban conspirando para apoyar al General Sanjurjo, que se había levantado en Sevilla contra el Gobierno de la República., dio cuenta al gobernador civil quién lo puso al frente de la guardia y la policía, provocando la huida de los rebeldes con el consiguiente fracaso de la rebelión. La historia de estos hechos fue contada por Vicente en un relato por entregas. redactado con tanta gracia como verdad, ocupando un lugar en la primera página del diario El Defensor de Granada durante una semana, bajo el título genérico 'Memorias de Un Testigo'.
Hombre de ideas conservadoras, aunque republicano convencido, su asesinato causó gran consternación en los círculos sociales de Granada, por lo que sus amigos de derechas hicieron correr la idea de que había sido una confusión. Desgraciadamente la tragedia se cebó en la familia, sus cuatro hijos varones, fueron movilizados y enviados al frente donde, como una macabra casualidad, Vicente Almagro Segura –el mayor de ellos–, perdió la vida en acción de guerra defendiendo a aquellos que habían ordenado la desaparición de su padre. Y no sería tal confusión, cuando apenas dos meses después de su muerte, por orden gubernamental, fueron confiscados todos los bienes y derechos de su familia, dejando a su viuda y a sus hijos sin medios de vida.
Con la intención de que su nombre y su honor sean restituidos, para que sus descendientes y amigos puedan saber, se ha escrito este artículo sobre la vida, trayectoria y muerte de Vicente Almagro San Martín.
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