

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
José Antonio Muñoz
Granada
Jueves, 2 de diciembre 2021, 00:35
El pasado martes, en Jaén, el violinista búlgaro Berdj Levon Papazian, artísticamente conocido como Berdj Papazian, ofreció su último concierto con la Orquesta Ciudad de ... Granada, después de 30 años actuando con la formación granadina, soportando vientos propicios y fuertes mareas. Se ha ganado en estas tres décadas una justa fama de profesional entregado y serio, pero sobre todo, de ser humano cercano, capaz de servir como soporte a sus compañeros en los momentos difíciles –como los que ha atravesado el conjunto en los últimos años– y siempre dispuesto a ofrecer un consejo a quien se lo demandó. Sus amigos y compañeros Jaume Esteve –percusionista y presidente del Comité de Empresa–, Josias Caetano –viola– y Kathleen Balfe –chelista– aseguran que le van a echar de menos cuando dejen de tenerle al lado, aunque el propio Papazian sostiene con humor que les seguirá diciendo lo que no hagan bien, convirtiéndose en su crítico más cariñoso y 'feroz' a la vez.
Los 66 años del búlgaro han sido fecundos. Nacido en una familia de músicos, comenzó estudiando piano, pero sus padres «le aconsejaron» que cambiara este por el violín «porque tenía muchas más posibilidades de encontrar trabajo». Sabían de lo que hablaban. No en vano, su madre, Lusín, trabajó durante toda su vida como primer violín en la Orquesta de la Radio de Sofía. Aunque las teclas no se le daban mal –y le ayudaron, según propia confesión, a progresar con el solfeo y la armonía– se vio de repente, a los seis años, con las cuerdas y el arco en las manos. «Aunque al principio no me gustaba mucho, en cuanto profundicé en el instrumento me enamoré, y ahora pienso que mi vida habría sido muy distinta sin él».
En los últimos años 80, Bulgaria no era un país agradable para vivir. A la carestía de alimentos provocada por los conflictos bélicos que afectaban a sus vecinos se unían los últimos coletazos de un régimen comunista que solo generaba incertidumbres. «Mi mujer se iba a las cinco de la mañana a hacer cola al supermercado sin saber si iba a haber algo en las estanterías cuando lo abrieran», recuerda. Por ello, dejó su patria cuando el telón de acero comenzaba a desmoronarse, y previo paso como concertino por la Orquesta de Saalfeld (Alemania) recaló en la OCG tras pasar una dura audición que, sin embargo, le colocó inicialmente como concertino de la formación, con su primer director, Juan de Udaeta.
Josias Caetano habla de Berdj calificándolo como «una persona excepcional. Hemos creado un vínculo muy fuerte como compañeros de la orquesta, pero también fuera del trabajo. Una persona humilde, carismática, sencilla. Formamos un cuarteto en los años 90, y recuerdo que en un concierto me riñó, con toda la razón, porque no había estudiado las piezas que íbamos a tocar, pero incluso cuando te riñe, lo hace con una delicadeza que te hace entender el tipo de persona que es». No quiere perderle de vista, claro. «Por supuesto, seguiremos viéndonos. Ya hemos quedado, de hecho...», afirma entre sonrisas.
El percusionista Jaume Esteve recuerda la primera imagen de Berdj como concertino. «Parece que fue ayer, porque le veo igual que entonces, pero han pasado 30 años», dice, casi con incredulidad. «Todos sabemos lo que él valora la ciudad, y haber formado parte de este proyecto desde el minuto uno», añade. «Ha vivido y sufrido esta orquesta, los buenos momentos y los malos, y siempre ha sido un gran apoyo para todos». La chelista estadounidense Kathleen Balfe ha compartido con él muchas horas, ya que ambos han formado un dúo con el que han actuado en múltiples eventos benéficos, y también un cuarteto con el que han visitado centros de mayores y para personas con capacidades diversas. «Es un caballero, siempre divertido, siempre con buen humor, siempre dispuesto a escuchar», comenta la chelista.
Papazian mira por la ventana del Aula Rosa Sabater sabiendo que va a echar de menos la bendita rutina de ensayos y conciertos. «Claro que extrañaré todo esto. Han sido unos años fantásticos. Recuerdo cuando recibí el primer sobre con una invitación a participar en las audiciones de la Orquesta. Venía lleno de folletos turísticos y sobre la actividad cultural de Granada, así que me enamoré de esta ciudad antes de poner los pies en ella», comenta.
Las anécdotas en estas tres décadas han sido muchas. «Una vez fuimos a dar un concierto a Motril. Un compañero se llevó en el coche a su esposa, sus hijos y su suegra... Pero se dejó el instrumento en casa», rememora. «Menos mal que pudo volver a por él». En otras ocasiones, los olvidos han sido relativos a la indumentaria. «Alguna vez hemos tenido compañeros que se dejaron el frac en casa, y tuvimos que improvisar». Luego, la gran variedad de ciudades que han visitado han generado equívocos, pérdidas –antes de que existiera Google Maps– y acontecimientos varios.
«Granada ha sido y es mi casa. Mi familia ha sido y es feliz aquí. Nunca me he sentido extranjero, como sí me ocurrió en Alemania. Y esto es lo que más vale». En herencia, Berdj Papazian deja a su hijo, Edmon Levon, un brillante violinista de la OCG que inicia ahora su carrera como director. «Mi deseo, como el de todos los padres, es que me supere», dice. Ahora, viajará más. Es su deseo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.