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La vivienda de la Zubia que suena a la AlhambraLos romanos construían sus hogares hace dos mil años distribuyendo las diferentes estancias en torno a un patio central. Pues bien, esta 'filosofía', heredada por nazaríes y civilizaciones posteriores –hasta el desarrollismo de los años sesenta–, es la base constructiva de Casa Abal, una virguería en forma de vivienda premiada en 2019 por el Colegio de Arquitectos de Granada, y que lleva el sello inconfundible del arquitecto granadino Juanma Benítez.
Un inmueble aparentemente oculto, que pasa desapercibido para las miradas discretas e indiscretas, pero cuyo diseño evoca a la mismísima Alhambra. De hecho, nada más entrar, el visitante se encuentra con un patio cubierto donde el agua mana del suelo a través de una pequeña fuente que, a los pocos metros, desemboca en una alberca de veinticinco metros de largo donde se puede practicar natación –tiene la anchura de una calle de una piscina reglamentaria–. El caudal se retroalimenta mediante un sistema cerrado.
La Casa Abal, donde habitan el propio Juanma Benítez junto a su esposa Ana y los pequeños Juanma, Alejandra y Javier, se ubica en una parcela de 450 metros cuadrados donde antaño, en el siglo XX, hubo una era destinada a la trilla –hay constancia de que tuvo esta función entre 1900 y 1970–. «El suelo era de típica roca arenisca de la Zubia, que decidí conservar en algunos puntos de la Casa Abal», explica Juanma Benítez, quien subraya la configuración en torno a un espacio nuclear planteado a modo de jardín. «Mi idea –dice– era recuperar el esquema de la típica casa andaluza, en decadencia en los últimos sesenta años por aquello del máximo aprovechamiento urbanístico, para tener una residencia basada en la tradición, pero con la aplicación de técnicas contemporáneas».
La Casa Abal tiene multitud de singularidades. Por lo pronto, al garaje, con una capacidad para dos vehículos, no se accede por el típico portalón metálico, sino por uno de los muros linderos que se abre y se cierra con activación desde un mando a distancia. La siguiente particularidad es el propio recorrido interno. Al igual que sucede con la Alhambra, los moradores no entran directamente a los palacios, sino que atraviesan un patio cerrado primero y uno abierto después, el principal, para llegar a la 'zona de día', una gran estancia sin columnas ni tabiques donde se integran el comedor, la cocina, la zona de estar y un módulo de acero habilitado como aseo.
Lo siguiente es la 'zona de noche', un pasillo de vidrio mate con tres habitaciones, dos para los chiquillos y uno para el matrimonio. «Tienen la superficie necesaria para el uso, con unas camas y unos armarios», explica Juanma Benítez, quien llama la atención sobre los interesantes juegos de luces y sombras que se producen, según la hora del día. Aunque lo que más sorprende de este corredor es, sin lugar a dudas, el 'cuarto' de baño dividido en tres partes. La ducha y el inodoro tienen cada uno sus propios habitáculos, mientras que el lavabo se halla en la zona de paso. «Así, como somos cinco, uno puede estar duchándose, mientras que otro se lava las manos». Una solución imaginativa para un domicilio que, en esencia, es pura imaginación.
Lo último es el 'estudio'. El lugar de trabajo donde Juanma Benítez realiza sus proyectos –en estos momentos está ultimando uno muy interesante en el casco histórico de Almuñécar– y donde recibe a sus clientes. Este tercer módulo también está completamente desprovisto de columnas. Todos los muebles han sido concebidos por Juanma Benítez, obedeciendo a criterios cien por cien funcionales. Las mesas están pensadas para la faena delante del ordenador y para extender planos y maquetas. También permite el cara a cara para la celebración de reuniones.
La Casa Abal cuenta con catorce ventanas, todas mirando hacia el interior y hacia ese corazón verde. Cada una de estas aperturas se ha hecho coincidir con elementos vegetales: un limonero, un naranjo, un olivo centenario y una higuera. «Son más que decoración, son seres vivos que nos dan frutos y que, además, aportan intensos aromas como el azahar», señala Benítez. Especialmente relevante es la función de la parra. En invierno, convertida en un tallo, deja pasar el sol, y en verano, en pleno desarrollo, proporciona una sombra de quince metros cuadrados.
Respecto a la climatización, Casa Abal cuenta con ventilación cruzada que proporciona frescor los meses más cálidos, mientras que la calefacción se nutre de la geotermia. Es decir, se aprovecha el calor que genera la propia tierra. Para ello, se hizo un pozo de noventa metros de profundidad, donde el termómetro oscila entre los veintidós y los veinticuatro grados. Esta temperatura se irradia desde el suelo.
Los materiales constructivos, fundamentalmente hormigón y ladrillo, se muestran tal como son, sin ningún tipo de alicatado o revestimiento.Las paredes ejercen como aislantes gracias a una cámara de quince centímetros de grosor.
Casa Abal, un ejemplo de 'arquitectura verdadera' hecha en Granada.
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