Al periodista Xesús Fraga siempre le ha fascinado el agua en movimiento. Premio Nacional de Narrativa en 2021 por su novela 'Virtudes y misterios', Fraga se recuerda contemplando absorto el discurrir de la corriente pasando por los arcos de un molino. Para un gallego como ... él, el Miño, con sus 315 kilómetros de longitud, frontera natural entre España y Portugal, ocupa un lugar privilegiado en su memoria sentimental. El mismo deslumbramiento que siente Xesús Fraga por el Miño embargaba a Álvaro Cunqueiro, que identificaba a Galicia como «el país de los mil ríos». Seguir su curso es una de las mejores maneras de conocer este territorio. Xesús Fraga lo ha hecho, una empresa en la que invirtió seis meses, y fruto de esa aventura ha nacido el libro de viajes 'Río Miño. Un viaje entre solsticios' (RBA), con el que se ha adjudicado el Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes 2023.
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El Miño, «pastor de ríos», como lo llamó un poeta, «pasa por tres sedes episcopales, dos centenares de municipios, incontables puentes, algunos seculares y otros modernos», cuenta el escritor. «Era indispensable para cosechas y ganado, y todavía hoy nutre algunos de los mejores vinos gallegos y portugueses», aduce Xesús Fraga, que ha hecho una incursión con este libro en la literatura de viajes, un género que siempre le ha fascinado desde que era niño, cuando leyó las aventuras por la Antártida del explorador británico Robert Falcon Scott.
El río marca la memoria sentimental de los gallegos. «En una clase de la extinta EGB un profesor nos pidió que dibujásemos la bandera de Galicia y buena parte de nosotros lo hicimos invirtiendo el sentido de la banda azul, marcándola en el sentido del Miño, de noreste a suroeste, porque pensábamos que esa franja representaba el río».
Hablar del Miño es hablar de un tiempo desaparecido. En torno al río florecieron oficios variopintos: molineros, lavanderas, barqueros, madereros, pescadores. Quehaceres que son pura arqueología y que se limitan a alimentar el repertorio de seres míticos asociados al Miño. «Con todo, sigue habiendo una abundante actividad. Se hace un uso recreativo, por ejemplo (deportes náuticos, senderismo), pero también mantiene pesca en algunos tramos, como la de la lamprea en su curso bajo o la de la angula cerca de la desembocadura, una rareza en el conjunto de los ríos españoles. Y sin olvidar la actividad vitivinícola y la termal: en paralelo al cauce del Miño discurre otro 'secreto' que aflora en fuentes, termas y balnearios».
Fraga, que se ha hecho frecuentador de la literatura de viajes leyendo a grandes nombres del género, como Paul Bowles, Bruce Chatwin, Eric Newby, Paul Theroux y Patrick Leigh Fermor, entre otros muchos, ha escogido el Miño por la variedad de sus paisajes, que van de la montaña a la ría, del valle al cañón, de los arroyos a los embalses. A lo que se une la geografía humana: castros, aldeas, pueblos y ciudades, la romanización y la Edad Media, el comercio, los balnearios, las guerras del siglo XIX, la construcción de puentes, la pesca fluvial, los cultivos agrícolas y los viñedos.
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Por desgracia, el río no se libra de los daños medioambientales. Todo el curso medio del Miño es un encadenamiento de pantanos, que suman casi un tercio del curso. La mano de hombre «ha alterado drásticamente el hábitat natural y humano, además de suponer una invasión diría que irreversible en el paisaje», asegura Fraga, quien argumenta que, pese a ello, el río sigue albergando paisajes únicos, como son el pedregal de Irimia, los prados de la Terra Chá, los cañones de la Ribeira Sacra o el estuario al llegar al Atlántico.
Desde brujas hasta áureos, el Miño es una inagotable fuente de leyendas y personajes míticos. Ya solo su nacimiento ha inspirado varias explicaciones legendarias. «Por ejemplo, las feitizeiras, de las que convenía protegerse cuando se cruzaba entre Arbo y Melgaço con un guijarro en la boca para evitar hablar con ellas, ya que, de lo contrario, se apoderaban del cuerpo de uno».
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El Miño ha sido testigo de buena parte de la historia de Galicia. «El formidable puente de Ourense es, para mí, como el del Drina de la novela de Andric, ya que lo han cruzado los primeros pobladores de la zona, romanos, suevos, musulmanes, vikingos, ingleses y franceses, y todos han dejado huella», cuenta el escritor
Fraga releyó 'El río del olvido', el libro de Julio Llamazares, para empaparse de la sabiduría narrativa del escritor leonés durante la escritura del libro. También buscó inspiración en 'Las viejas sendas', Robert Macfarlane, y en la 'Guía de Galicia', de Otero Pedrayo. Luego amplió algunos pasajes con lecturas específicas, sobre las pesquerías, por ejemplo, o las leyendas asociadas al río. «También realicé trabajos de hemeroteca, como la lectura de las crónicas de 'El Pueblo Gallego' sobre la parada improvisada de Charles Lindbergh en el Miño a la altura de Tui», apunta.
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