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Juan Jesús García
Domingo, 23 de marzo 2025, 12:50
Y lo hizo hace tres meses, así que hubiera podido repetir sesión si las fechas lo permitieran, que no. Xoel López vive un momento muy dulce de popularidad habiendo añadido muchos seguidores (y muy jóvenes/as) a su mochila. Acaso es el fruto de una serie de discos, iniciada con el impecable 'Atlánrico', y finalizando con 'Caldo Spirito', el que le trajo a Granada este fin de semana y que hace el número decimoquinto de su producción, con todas las marcas que ha gastado previamente.
Como el protagonista de la película 'La estrella Azul', y siguiendo la tradición gallega, López hizo las Américas también para reencontrase tras varias quiebras interiores en un viaje iniciático, y a su vuelta arrancó una carrera que no parece tener límite. Suma, suma y sigue.
Con un repertorio tan inmenso como el suyo cualquier combinación es viable, y más si echa manos de alguna cosa de Deluxe ('Que no') o amaga algún estándar anglo para ganar tiempo mientras se ajusta el escenario. Se trataba de estrenar aquí 'Caldo Espírito', que no le dio tiempo a mostrar en la actuación que hizo en el Salón hace dos años. Y se lo cargó prácticamente entero. Ya de entrada, aprovechando el calor humano de su llegada al escenario soltó 'Albatros', 'Salitre y humo' y al momento 'Paxaro do demo', abriendo un largo concierto de dos docenas de piezas convenientemente rehechas para el directo, con espacio para los desarrollos y una poliédrica puesta en escena, ya que brinca entre guitarras (varias) y teclados, y hasta se desnuda como solista puro.
Trajeado con aires blaxploitation, el trío asociado (Adrián Seijas, Chapo González y Mara Rubio) se apretó en medio escenario dando la sensación de compañerismo hombro con hombro, dejando la otra media para prácticamente solo el teclado en una esquina. Llamó la atención la apariencia también retro de una iluminación, con sobrias placas nadirales y luz mayormente monocolor, todo muy vintage. Nada de videos ni sofisticados efectos especiales, (eso sí, humo para dar y regalar), ni mayor parafernalia distraiga la atención del saber estar del protagonista y la efectividad absoluta de sus acompañantes. Perfectos.
López es un creador con un gran fondo de armario sonoro (e instrumental) que vuelca eclécticamente en sus composiciones, que pueden ir de la canción folk al hard rock (feroz duelo de guitarras punteando incluido), como tirar de ritmos ultrabailables, baladas sensibilísimas, pasajes tribales o entrar a saco en la electrónica más implacable. Y cara al público demuestra ser un hábil experto en la interacción, capaz de llevarlo al punto que quiere, sea la emoción a flor de piel o el paroxismo más desatado, ejerciendo de maestro de ceremonias. Verlo en directo es subirse en un carrusel multicolor del que es imposible bajarse durante las dos horas que dura la ficha del viaje. Pocos artistas contemporáneos tienen ese don. Una superestrella de la vía láctea que cayó a su paso por Coruña.
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