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El director del Archivo Museo de San Juan de Dios (a la izquierda, en segundo término) y los nietos de Zuloaga, PEPE MARÍN

Un Zuloaga inédito para Granada

La Orden de San Juan de Dios mostrará en el Museo Casa de los Pisa el retrato del campanero de Guetaria realizado por el pintor entre 1936 y 1937

Sábado, 18 de mayo 2024, 00:15

El patrimonio pictórico de Granada ha sumado desde ayer un activo de primerísimo orden. Se trata de un retrato pintado por el pintor vasco Ignacio Zuloaga Zabaleta (1870-1945), tan vinculado a Granada por múltiples razones, entre ellas su amistad con Manuel de Falla y Federico García Lorca, que representa al campanero de la localidad de Guetaria (Guipúzcoa), pintado entre 1936 y 1937 y que es el segundo de los tres retratos que Zuloaga hizo al personaje. El primero, le representó vestido de calle; el tercero, con el hábito de dominico, y este segundo, con un lucido hábito rojo que le otorga una dignidad escondida tras la fisonomía de un hombre corriente. El cuadro ha sido donado a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios por una familia cercana a dicha institución, había estado en Madrid en la colección privada de esta familia, y jamás había sido mostrado para público disfrute, como aseguró ayer Francisco Benavides, director del Archivo Museo de San Juan de Dios. Granada, y en particular el museo situado junto a plaza Nueva, será el lugar donde el público podrá admirar esta obra de arte de primerísimo nivel a partir de ahora.

Al acto de presentación de la obra en una de las salas del museo, decorada para la ocasión por el pintor granadino Luis Ruiz, acudieron, amén del propio Benavides, quien ejerció como anfitrión, Ignacio Zuloaga y Margarita Ruyra, nieto carnal y nieta política del maestro, y presidentes de la Fundación que custodia el legado de este, amén de numeroso público interesado en el patrimonio y el arte, entre los que se encontraban Ruiz y el gestor cultural José Vallejo, experto en la obra del artista vasco.

«La llegada de esta obra a esta casa es providencial», dijo Benavides. «El vínculo de la obra enlaza con una Orden que tiene 500 años de existencia a sus espaldas, con una manera de cuidar que sigue siendo actual, y profundamente humana, como lo es también la obra», añadió. No se ha hecho estudio previo alguno sobre el lienzo, porque la prioridad ha sido exponerla. La obra ha sido provisionalmente titulada como 'Retrato de un cofrade', aunque en realidad representa, como hemos comentado, al campanero de Guetaria. «Nos parece sorprendente, tiene una fuerza extraordinaria. Decía Lafuente Ferrari que, para el autor, el retrato no se agota en la fisonomía del personaje, sino que lleva consigo la caracterización, exaltando lo individual; la simbolización, suma de notas que asociadas al retrato proyectan su personalidad, y la composición, la relación de la figura con el fondo», destacó.

La diferencia

La mirada es uno de los elementos diferenciadores de la obra de Zuloaga, recordó igualmente Benavides. Ojos que no invitan a penetrar en un alma, sino que imponen una peculiar carga de fuerza, carácter y rigor expresivo, las notas que el pintor consideraba más importantes en un retrato. «Queremos que esta obra material nos siga hablando de un elemento inmaterial, la obra de nuestro fundador, que vincula lo espiritual con lo afectivo», afirmó.

El Ignacio Zuloaga de nuestros días trazó un perfil de la época en que su abuelo pintó la obra. Aseguró que forma parte «de los momentos más terribles de la familia, el verano del 36. Estoy convencido de que el asesinato de García Lorca hizo a Franco replantearse la situación y enviar un telefonema al alcalde de Zumaya para que dejaran en paz a mi abuelo, a quien acusaban de estar en connivencia con elementos desafectos al régimen», relató. El Zuloaga que deja atrás la relativa tranquilidad de París y vuelve a un país en guerra con 66 años tiene miedo, pero tiene claro que su objetivo es salvar su casa y su museo. Se quedó sin dinero, los republicanos le robaron su mejor cuadro de El Greco y varias pinturas propias, y además su vida estuvo en peligro real por sus relaciones con intelectuales republicanos como Fernando de los Ríos, Gregorio Marañón y Pérez de Ayala, como recuerda José Vallejo.

«Debió tener al modelo posando durante semanas», apunta Ignacio Zuloaga, nieto del pintor

Fue en este momento cuando, según el nieto del artista, debió contratar al campanero como modelo. «Debió tenerle posando semanas y semanas, y de ese trabajo surgieron tres obras. Primero, le dibujó en un sillón que tenemos en casa, de costado, luego le pintó con la túnica con la que le vemos en el cuadro que se puede ver en Granada, y finalmente, con el hábito dominico, en una obra mucho más conocida y que ha sido expuesta en El Prado». En la obra se halla «la mirada desoladora de la desesperación, de quien no encuentra ningún tipo de explicación a la guerra fratricida que se produce fuera».

El estado general de la obra es bueno, si bien requerirá cierta actuación sobre los craquelados que aparecen a la izquierda, junto a la túnica, en el fondo, debidos sin duda a la diferencia de temperaturas entre los lugares donde se la ha colocado. También tiene algunas pequeñas faltas repartidas por diversos rincones, pero nada especialmente grave. «El trabajo escenográfico del personaje, el tratamiento exquisito de la luz, el tratamiento de las facciones, la convierten, sin duda, en una obra maestra», afirma Vallejo.

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