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r. i.
Almería
Domingo, 13 de febrero 2022, 21:54
Aseguran que para ganar un título primero hay que perderlo. Es el pago que se suele hacer en cualquier deporte. El noruego Alexander Kristoff (Intermarché- ... Wanty-Gobert) se quedó con la miel en los labios en su única participación hasta ayer. En la edición de 2020 se topó con el mejor Pascal Ackermann, que ayer no tomó la salida. El germano logró ganar la carrera de hace dos años por su punta de velocidad y Kristoff aprendió de dónde vaciarse en la recta de la Avenida Rey Juan Carlos I de Roquetas para que hacer bueno ese oficioso argumento.
Y no lo tuvo fácil porque a esos últimos kilómetros el control de otros equipos con esprinters en sus filas también imprimieron un ritmo para que tuviera más punta de velocidad. El francés Nacer Bouhanni llegó conducido por su Arkea-Samsic, con el Israel Premier-Tech 'portando' a Giacomo Nizzolo, que era el que defendía el título de la pasada edición. Y fue la velocidad del escandinavo la que le permitió imponerse en una jornada que tuvo de todo desde la salida, en el municipio de El Ejido que vivió la 'fiesta' del ciclismo desde primeras horas de la mañana, asistiendo al control de firma en el que su 'paisano' Cristian Rodríguez fue el más vitoreado.
El sol lució, no hubo viento hasta los últimos kilómetros y también apareció, como no podía ser menos, la aventura. Esta puede que digna de haber fructificado por el esfuerzo realizado por los escapados, pero la Clásica de Almería es la única prueba de un día de las que se celebran en España que tiene 'rango' de estar 'fabricada' para que se resuelva al esprint y eso fue lo que pasó finalmente en la meta de Roquetas de Mar.
La batalla comenzó con las primeras pedaladas. No se habían cubierto ni cinco kilómetros cuando Xabier Azparren (Euskaltel-Euskadi) quiso probar fortuna. La carretera parecía 'cuesta abajo' para él y todo lo contrario para un pelotón que se tomaba los inicios con cierta cautela. No en vano, la primera parte de la carrera estaba diseñada con un perfil escarpado y con tres puertos de montaña en menos de cincuenta kilómetros.
Lukas Pöstlberger (Bora-hansgrohe) y Gilles de Wlide (Sport Vlaanderen-Baloise) se unieron a la aventura, con los puertos y los esprints intermedios 'repartiéndoselos', sobre un pelotón que, comandado por los ciclistas del Intermarché-Wanty-Gobert, TotalEnergies y Arkea-Samsic, en ningún momento quiso que la cosa fuese a más.
Cuando la cabeza empezó a acercarse al primer puerto de montaña, el Alto de Celín, de segunda categoría, la ventaja comenzó a decrecer, pero no de forma definitiva. Antes de las primeras rampas, con un sol de justicia pese a ser los primeros días de febrero, la ventaja de los tres escapados, rodando como si lo hicieran en una tándem, era de 4:55 sobre el pelotón en el que empezaba a aparecer Arkea para 'salvaguardar' las opciones de triunfo de su líder, el francés Nacer Bouhanni.
La ventaja comenzó a decrecer. El pelotón tiraba en bloque y era 'más fácil' la subida para ellos que para los tres escapados. Estos, sin embargo, no desistieron en su empeño de hacer la escapada lo más larga que pudieran, incluso disputarse la victoria en Roquetas de Mar.
La carrera entró en ese 'forcejeo' entre los aventureros y los 'poderosos'. Al primer paso por Berja la distancia estaba en torno a los tres minutos segundos más, segundos menos. De hecho, tras el esprint en el municipio virgitano (km. 99,7) llegó a ser de 2:40. Sin embargo no hubo 'colaboración' en el pelotón, liderado por unidades de distintos equipos y sin 'apretar' en exceso, conscientes tal vez de que el descenso hasta Adra daba paso a un escenario distinto, sobre todo con la meta de Roquetas de Mar a menos de la mitad del recorrido. La primera hora de carrera se había cumplido con una media de 40,2 km/hora y, quitándole 'segundos al crono', se fueron cumpliendo las restantes, con el grupo mayúsculo imponiendo un ritmo que recortaba las diferencias con los escapados y 'descolgaba' a quienes no estuviesen dispuestos a sufrir, cuando apareció el viento de costado, en el transitar de la carrera por la costa buscando el paso por Almerimar, cuarto puerto de montaña de la jornada.
Cuando la meta en Roquetas de Mar estaba a la vista, enfilando el puerto de Almerimar, a Gilles de Wilde (Sport Vlaanderen-Baloise) se le agotaron las fueras y el belga fue el primero de los fugados que no pudo seguir el ritmo de sus compañeros y se descolgó de la cabeza de carrera, que en esos momentos todavía mantenía algo más de tres minutos respecto al pelotón.
Ya en término municipal de Roquetas de Mar, la ventaja con la que pasaron Pöstlberger y Azparren era cada vez menor. El pelotón rodaba 'en moto' y los escapados parecían llevar mucho lastre a sus espaldas, con algo de viento de costado. En cinco kilómetros, la diferencia fue decreciendo hasta llegar a ser de solamente un minuto y el tira y afloja de las dos partes, tirando de la cuerda, se terminó decantando por el más fuerte. Poco después de pasar por El Parador buscando el segundo paso por la línea de meta el pelotón ya metió la directa y 'absorbió' a los dos valientes.
Comenzaron a aparecer entonces los Israel Premier-Tech, Cofidis, Arkea-Samsic, Intermarché-Wanty y UAE Team Emirates para dominar la carretera y marcar el ritmo en una jugada de ajedrez para que uno de sus más expertos 'grandes maestros' diera en la línea de meta el jaque mate definitivo.
Los últimos quinientos metros fuera una exhibición de táctica y de fuerza. Los lanzadores impusieron su ritmo para que no hubiese sorpresas. Simone Consonni (Cofidis), Juan Molano (Team Emirates), Stanislaw Aniolkowski (Bingoal Pauwels Sauces) aparecieron de derecha a izquierda, por donde la disputa dejó solos a Giacomo Nizzolo (Israel Premier- Tech), Nacer Bouhanni (Arkea-Samsic) y Alexander Kristoff (Intermarché-Wanty-Gobert).
En él, Alexander Kristoff emergió como el más rápido para anotarse no solo su primera victoria en la Clásica de Almería, sino, y esto puede resultar muy sorprendente en un hombre con 84 triunfos en su palmarés –tiene triunfos en la Milán-Sanremo, París-Niza o Tour de Francia–, estrenarse como ganador en suelo español para cumplir con el 'proverbio' de perder primero para alzarse con el honor del triunfo.
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