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La palabra fracaso no es achacable a quien lo intenta. En eso, Unicaja Costa de Almería como plantilla y cuerpo técnico debe estar tranquilo. Sin embargo, hay trabajos previos que son como palos en las ruedas. El caso es que el equipo ahorrador se queda fuera de la pelea por el título a las primeras de cambio por tercera temporada consecutiva. Los blanquiverdes tocaron 'pelo' en la 2021/22, en la que, contra pronóstico, se plantaron en la final con un gran Pablo Kukartsev, escoltado por jugadores que todavía siguen en el equipo como Jorge Fernández, Juanmi González o Paquillo Fernández, además de la colaboración importante del colocador serbio Igor Jovanovic. En dos de las tres temporadas posteriores, se ha caído a las primeras de cambio y con tres técnicos diferentes, también con vicisitudes que destaparon algunos errores.
Ahora, el problema viene de una mala gestión de recursos. El equipo blanquiverde aprobó en asamblea, un presupuesto de 920.000 euros que no ha dado para la confección de una plantilla con capacidad para pelear por objetivos que no eran distantes en otros tiempos. Y es que se ha sembrado para recoger en temporadas venideras, pero sin pensar en el 'vicio' de una afición, cada vez más minoritaria, que pide títulos. Cierto es que no se puede ganar siempre, pero sería importante un 'catecismo' que hable de objetivos y eduque, sobre todo que eduque, ante la derrota, que hable de los tiempos vividos, los presentes y los futuros porque la mala costumbre de ganar está muy bonita, pero no se puede consolidar si no se hacen las cosas bien. Y eso no se ha hecho, más allá de que la eliminatoria de cuartos de final está manchada por las decisiones arbitrales. De haber visto lo sucedido, lo mismo Unicaja Costa de Almería se planta en Valencia con la tranquilidad de haber ganado el primer partido y a ver qué pasaba, pero primero un roce en bola de partido y, luego, un remate fuera dado dentro sembraron de dificultad el partido del sábado. En éste, más de lo mismo porque a Unicaja Costa de Almería 'le soplaron' la bola para ganar el primer set.
Sí es cierto que volvió a desaprovechar bolas de sets, como muchas veces ha pasado esta temporada, y es motivo de estudio, por elección del atacante, porque se encoge la mano, por mil variantes distintas, pero que se dan.
No es casualidad
Lo que sí parece probado es que este Unicaja no es el de temporadas atrás, tampoco lo es el Moisés Ruiz. El equipo blanquiverde lleva tres temporadas consecutivas en las que no termina de 'enganchar' con la grada. En gran medida, por la 'devaluación' de la plantilla, en la que existe una diferencia sustancial entre los siete titulares y el resto y no es cuestión sólo y exclusiva de entrenadores.
En la 2022/23, con Manolo Berenguel como técnico, por un equipo 'viciado' que comenzó tarde y que acabó demasiado pronto, la destitución del técnico almeriense antes de acabar la fase regular no tuvo efecto dos semanas después al caer en cuartos de final frente al CV Teruel, al que había 'barrido' en el último partido de la fase regular, con Monda en el banquillo. En el playoff las cosas cayeron por su propio peso, con un equipo con 'malos vicios' en el que el opuesto, el portugués Marco Pereira, no marcó las diferencias que debía. Un error como el del colocador croata Bakonji, que no cuajó con blanquiverde.
Un curso después, con Charly Carreño como director del equipo, éste se reactivó pronto porque ya en junio hubo trabajos físicos y de mentalidad para tratar de cambiar la mala sinergia. El equipo compitió y debió cruzarse con un gran Guaguas Las Palmas, que buscaba hacer algo grande en Europa, lo cual era un impedimento para competir el resto de equipos de la categoría. Sin Supercopa –la que inauguró la temporada 2022/23 la perdió el equipo almeriense por esa mala gestión en los tiempos–, el conjunto blanquiverde, cumplió con eso de jugar finales. Llegó a tratar de disputarle el título a Guaguas, pero la diferencia fue muy grande. Se acertó con Neaves, pero no con el 'bloque'. La lesión de Paulo Renan Bertassoni, en cuartos de final, dejó al equipo en manos de un inexperto Javi Vizcaíno, que no había tenido experiencia con 'mayores' y se terminó pagando la falta de profundidad de banquillo.
Este curso
En la temporada terminada el sábado en Valencia no ha habido tiempo para disfrutarla. Empezó perdiendo en Las Palmas de Gran Canaria la Supercopa y 'caídas' constantes. Había que 'responder' a restañar las heridas cometidas por un equipo maniatado por el rendimiento y sin lograr una línea regular de comportamiento en los partidos, lo que le impidieron estar más arriba de la sexta posición en la que terminó la fase regular de la competición, con 13 victorias –cuatro en el tie-break–.
Algunas veces –la mayoría–, esa falta de profundidad le dio quebraderos de cabeza a Pablo Ruiz, que vio cómo al equipo le faltaban tablas cuando los 'fijos' no estaban porque el técnico ha tenido que lidiar con un banquillo que, sí es cierto, ofrece opciones de gran futuro, sobre todo con Aleix Tarrazo –versátil y capaz de jugar tanto de central como de opuesto–, pero para aspirar a más se necesita también más donde poder elegir. Y hay ejemplos variados como los partidos ante Léleman Conqueridor Valencia, tanto en fase regular como en los dos partidos del playoff, Melilla o Conectabalear Manacor. A los tres los tuvo contra las cuerdas, pero sólo pudo ganar, y en el quinto set, a Melilla.
Para colmo, ante éste, cuajó la peor imagen de la temporada ante la incapacidad para gestionar la contratación de un opuesto de garantías, tras la salida de Alaka'i Todd y esperar una eternidad para la incorporación de Brandon Rattray, cuya tardía llegada no ha terminado de darle al equipo la consistencia en ataque que se precisaba para estar casi de igual a igual ante los distintos rivales.
Y así no se sale de la mediocridad en la que parece estar instalado un equipo que ha perdido conexión con la 'actualidad'. El Moisés Ruiz presenta, día sí y día también, una imagen desoladora a veces, por lo que es preciso reactivar a los 'indecisos'. ¿Cómo? Doctores tiene la iglesia, pero con apertura de miras.
El Unicaja Costa de Almería se encuentra atrapado en una espiral de decepciones que amenaza con diluir su legado. Tres temporadas consecutivas sin pelear por el título han erosionado la conexión con una afición acostumbrada a la grandeza. Las malas decisiones en la gestión de recursos y la falta de profundidad en la plantilla han condenado al equipo a una mediocridad que no se puede normalizar. La historia pesa y el presente duele, pero aún hay margen para corregir el rumbo. Sin una reestructuración clara y una apuesta firme por un proyecto competitivo, el riesgo no es sólo perder títulos, sino algo aún más difícil de recuperar: la identidad.
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