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Desde que la revolución cubana dirigida por Fidel Castro triunfara en la madrugada del primer día de 1959, muchos han sido los ciudadanos del país que han abandonado la isla, , principalmente con destino a Estados Unidos, dejando atrás una vida y una familia. Se cuentan por miles las historias de balseros que arriesgaron todo por llegar a Florida, pero también existen multitud de celebridades antillanas de índole político, cultural o deportivo que se opusieron a Castro desde el exilio y que inmediatamente adquirían la etiqueta de desertores a su patria, a la que se le impedía regresar desde entonces.
Por tan cruda circunstancia pasó Amado Hernández, cuyos recuerdos de La Habana, a donde tardó 13 años en poder volver desde su salida de Cuba, tienen al deporte como hilo conductor. Allí comenzó a los nueve a practicar baloncesto, un juego y una forma de vida que hoy le hacen protagonista de un hermoso proyecto con raíces en la zona norte de Granada. Ingeniero mecánico de formación, llegó a la ciudad desde Barcelona en el año 2014, paralelamente a la disputa de la Copa del Mundo en el Palacio de los Deportes. Con el tiempo, fue buscando un espacio en el deporte local, ejerciendo como entrenador en la cantera de la Fundación CB Granada y, más tarde, en Otura junto a Jesús Fernández.
Fue en 2022 cuando Hernández decidió volar solo en pos de un reto a contracorriente, creando Rhule Basketball. El acrónimo ya da una idea de lo que subyace en el proyecto. «Respeto, Humildad, Unidad, Lealtad y Edificación, los valores con los que me identifico y que sirven, no solo para el baloncesto, sino para la vida diaria», explica el creador de lo que, asegura, «no es un club al uso sino un proyecto socio-deportivo preparado a conciencia». En su tercera temporada, Rhule cuenta este curso con cuatro equipos —benjamín, alevín, sénior masculino y sénior femenino— en los que la heterogeneidad es la seña de distinción. «Trabajamos con asociaciones protectoras de la infancia y la adolescencia y tenemos niños que provienen de colectivos vulnerables y especiales, pero también damos la oportunidad de iniciarse en el baloncesto a cualquier edad, algo que no tienen la mayoría de clubes, más enfocados a la competición», defiende. Fue así como logró el apoyo del Ayuntamiento de Granada para poder ocupar el pabellón de Aynadamar, donde Rhule tiene su centro neurálgico. «Era muy difícil tener sede en un pabellón si no teníamos esa connotación», reconoce.
Para el habanero, la esencia de su programa se sostiene en tres pilares. «Integración, igualdad de oportunidades y sostenibilidad», adelanta. Respecto a los dos primeros puntos, Hernández desvela que contar con «niños que proceden de familias en riesgo de exclusión o desestructuradas, y también dos con trastorno del espectro autista». «Por eso nos toca tener una preparación extra para saber gestionar sus emociones y canalizarlas a través del baloncesto. Es algo que no todo el mundo está dispuesto a hacer, y de ahí que a los entrenadores les digo que aquí toca desaprender para volver a aprender, porque esto es algo totalmente nuevo», incide.
Rhule cuenta con una cuota «adaptada a la situación personal de cada participante» y su creador tiene claro que, en los entrenamientos «los niños con más nivel tienen que ponerse manos a la obra para ayudar a los menos avanzados» como método para huir de las diferencias. Esta es una de las características que más agradecen las familias del club, y con las que Hernández asegura que existe «'feedback' constante, pidiéndoles compromiso y comunicación con los entrenadores».
El compromiso verde también es claro en Aynadamar. «El 80% de nuestra equipación es reciclable, no almacenamos ningún tipo de estocaje y organizamos actividades como visitas a granjas ecológicas o plantación árboles», cuenta el creador de Rhule, comprometido con seguir desarrollando un club distinto al patrón habitual y en el que lo que pasa fuera de la cancha tiene, desde luego, mucho peso. «Aparte de los entrenamientos semanales, realizamos talleres sobre cohesión y viajes grupales. Por ejemplo, el año pasado estuvimos en un Barça-Mónaco de la Euroliga y ahora tenemos previsto ir en breve a Madrid. Son actividades que unen al grupo, porque nuestro proceso de enseñanza es diferente al que se ve en otros clubes sin espacio para estos niños, se basa en el refuerzo de la persona», cierra Amado Hernández, a quien se le quedó grabado algo en Cuba antes de marcharse. «Tenía entrenadores muy exigentes, pero muy humanos y que se preocupaban por mi persona. Es lo que intento exportar ahora».
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Juanjo Cerero | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Lucía Palacios | Madrid
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