
Todo lo que Kobe fue
Carlos Balboa
Martes, 28 de enero 2020
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Carlos Balboa
Martes, 28 de enero 2020
«Vamos a seguir con las reacciones a la muerte de Kobe Bryant», me cuentan mis compañeros de Deportes. Sigo sin asimilarlo. Callo, dudo y lo repito en voz baja. «La muerte de Kobe Bryant». Vaya frase. Maldita frase.
Desde el pasado domingo los recuerdos sobre la Mamba se acumulan. Ha costado procesarlos porque se han ido mezclando sin remedio con alguna lágrima y, sobre todo, con las imágenes que vemos sin descanso en televisión y redes sociales, escenario donde muchos se preguntan cómo la desaparición de alguien aparentemente tan lejano puede encogerte el alma. Es esa falsa apariencia lo que engaña a los incrédulos. Kobe fue, siempre, muy cercano.
Kobe fue la primera camiseta que te compraste cuando te empezó a picar la NBA.
Kobe fueron aquellos pantalones amarillos y púrpura que usabas en todas las pachangas con los amigos.
Kobe fue aquel póster que inauguró el templo de papel colorido en el que se convirtió tu cuarto de adolescente.
Kobe fue el primer ídolo al que viste jugar desde que pisó su primera cancha como profesional. A Jordan ya bastaba con apurarlo.
Kobe fue el nombre que mirabas en los 'box score' al despertar. ¿Qué habría hecho aquella noche?
Kobe fue 'starring' de innumerables horas consumidas de madrugada delante del ordenador cuando había que inventarse algún truco (no muy bien visto) para no perderse sus partidos.
Kobe fue la esencia de aquel 'three-peat' de comienzos de siglo ante Iverson y los engañosos Nets. La gloria temprana.
Kobe fue el despertador de tres hermanos que se ponían delante de la tele para averiguar si habría espacio para otro anillo.
Kobe fue, sin duda, antes que Shaq en aquella guerra interna que exigía partidarios.
Kobe fue aquel triple descomunal ante los Pistons en las Finales de 2004, que te puso a cien antes de amanecer, adornado con el 'Ra-ta-ta-ta-ta' interminable de Andrés Montes.
Kobe fue el único que alimentaba la ilusión en el naufragio post-O'Neal, cuando todo parecía perdido. Más tarde supiste que todo era parte de su plan.
Kobe fue quien luego hizo de Pau alguien todavía mejor, y además te dio otro motivo para anhelar un éxito patrio.
Kobe fue el ejemplo de que el trabajo constante es el camino innegociable hacia el triunfo, aunque en ocasiones «haya que esperar a que surja el momento».
Kobe fue, más allá de los focos de la pista, la sonrisa perenne que nunca imaginabas que iba a brillar tanto.
Kobe fue quien te regaló un entrañable corto animado que recibió el nombre de Óscar.
Kobe fue una entrevista de Jimmy Fallon que disfrutaste hipnotizado desde un hotel de Manhattan en tu luna de miel, aunque la digirieras casi 'en diferido'.
Kobe fue el imán que atraía tu mirada cada vez que aparecía en televisión, algo que por fortuna pasaba cada vez más a menudo.
Kobe fueron 20 años de tu vida de corto, otros cuatro de traje y un llanto final.
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