La familia se reúne para IDEAL en el pabellón de El Carmelo, un lugar histórico del baloncesto granadino. ALFREDO AGUILAR
Baloncesto

Del pabellón del Carmelo al profesionalismo

La saga de los García ·

Alberto y Rafa, sobrino e hijo del reputado entrenador, hacen camino en el mundo del baloncesto, uno como entrenador y el otro como jugador

Jueves, 11 de agosto 2022, 00:38

Si el lector accede al Colegio El Carmelo por la calle Félix Rodríguez de la Fuente, nada más entrar a la izquierda hallará uno de los centros neurálgicos del basket local: el coqueto pabellón del centro religioso. Angosta instalación en la que ha jugado cualquiera ... que se precie en Granada. Donde un triple puede acabar en una viga y salvar un balón por la banda es jugarse el físico, IDEALreúne a una de las sagas hijas del 'boom' del baloncesto en la ciudad.

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Pero la historia empieza en otro centro: el Padre Manjón, en los 60. Allí, un profesor de filosofía convence a un grupo de alumnos para que le den al balón naranja. Entre ellos está Rafa García Montes, personaje capital para la evolución del deporte en Granada durante décadas –llegó a dirigir al Oximesa en ACBen 1987–, que recuerda sus inicios «cuando las pistas del Estadio de la Juventud eran de ceniza» y cómo parte de aquel grupo acabó formando la sección de baloncesto del Universidad. «A partir de ahí se relanzó en Granada», asegura. Al poco de estar jugando empezó a dirigir. Cree ser el primer entrenador nacional en Granada «lo hice con mi buen amigo, Javier Imbroda», remarca.

Fue a primeros de los 90, cuando entró en El Carmelo como profesor de Educación Física y comenzó a organizar el baloncesto colegial. «El 'cole' empezaba a ser mixto, pero sacamos un equipo masculino con los nueve niños que había», rememora. Para completar la plantilla, tiró de algún externo al colegio, e incluyó a su sobrino, Alberto, dos años más joven que el resto. «Un moco corriendo detrás del balón», sonríe. Fue cerrar un círculo:el padre de Alberto, José Manuel, resultó inspiración en su día para el salto de su hermano Rafael al baloncesto.

Años más tarde, apareció por el colegio 'otro' Rafa García. Iba de la mano de su padre a todas partes, pero al principio no le hacía mucha gracia el asunto. «Se escondía detrás de la canasta para no entrenar», recuerda el técnico.

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No oculta García Montes que, en la evolución de su sobrino, primero, y su hijo, después, puso especial dedicación. «He sido muy 'machaca' con ellos», admite. Pero lo justifica: «creo en que si el jugador trabaja mucho, mejora».

Herederos

El técnico se hizo parte del decorado de El Carmelo. «Si no estaba en la pista, estaba en el despacho», cuenta su sobrino, quien recuerda que, en sus equipos, «todos teníamos que hacer de todo y defender era una religión». «Era muy intenso: baloncesto mañana, tarde y noche», añade su primo, quien cree que, cuando le tocó entrenarle, su padre no le «exigía más, pero me permitía menos que al resto». García Montes no elude: «le he echado alguna bronca extra, pero por ejemplarizar a los demás», rubrica.

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Hoy, la bandera García la ondean los jóvenes –«lo echo en falta, pero tuve que parar un tiempo», aclara el mayor–. Alberto acaba de llegar a Taiwán para su segunda campaña en Taichung Wagor Suns. Saltó a los banquillos tras pasar algún tiempo «buscando entrar en el profesionalismo», con una experiencia en Irlanda. Luego, como técnico, seis cursos en Suecia, llegando al Östersund de la primera liga femenina y a la selección cadete masculina, antes de volver a Granada: al Raca, junto a Maribel Piñar.

Por su parte, Rafa nunca estuvo obsesionado con ser profesional. «Las cosas han venido así, aunque siempre me gustó», matiza. Dejó Granada para crecer. Pasó por Asturias (Mieres), Obradoiro –debutó en ACB– y Gran Canaria. Acaba de firmar en el Palma de LEBPlata, tratando de olvidar sus problemas de rodilla.

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Talento granadino forjado en El Carmelo. Ahí nació también un evento hoy añorado: el torneo de las '12+1 horas', idea de García Montes, cuando para un chaval jugar contra equipos de otra provincia era casi quimérico. Pero esa es otra historia que merece un reportaje propio. Lo tendrá.

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