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Resistir al trampantojo del valleGPF Diputación de Granada ·
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Carreras populares de Granada
Resistir al trampantojo del valleGPF Diputación de Granada ·
Cerca de seiscientas personas culminan el gran premio Dúrcal, en el que vencen Francisco Javier Fernández y Carolina HuertasDúrcal no es lo que parece. Esconde entre sus magníficos parajes para perderse con caracoleados senderos que se empinan cuando menos te lo esperas y ... te dejan al descubierto en cuestión de segundos. En un momento corres en llano y abrazado por altos árboles y a los pocos segundos estás en paralelo a la autovía con el sol martilleando en el cogote. Es un trampantojo al que cerca de seiscientos corredores se atrevieron este domingo en una nueva cita de las carreras populares organizadas por la Diputación de Granada en su circuito Universo Lorca.
Francisco Javier Fernández y Carolina Huertas vencieron en una prueba exigente que no tardó en romperse. Partió desde el parque de la estación de la localidad, en donde más tarde finalizaría y se entregarían los premios. Se dirigió, como en anteriores ocasiones, hasta el exterior del pueblo en dirección a Granada para más tarde dar la vuelta. Bajar para subir. Lo que cualquiera que no ame calzarse las botas y salir a correr considera un absurdo. Los más rápidos ya habían descendido en menos de diez minutos y habían iniciado el retorno por las cuestas del municipio. En la primera parada de agua la consigna de muchos de los participantes era clara. Había que hidratarse, pero más por fuera que por dentro, porque la piel ya estaba ardiendo entre el esfuerzo y la intensidad con la que el calor pegaba en este anticipo de verano que ha sido este fin de semana en el que tocaba quitarse el sayo.
Tras el corto pero empinado ascenso por el pueblo, los corredores se dirigieron al camino que transita en paralelo a la A-44. Un falso llano hacia arriba en la mayoría de los tramos del recorrido sin ningún lugar en el que encontrar una sombra. Los primeros clasificados de la carrera no redujeron el ritmo para nada. Ya que se habían puesto no salía rentable levantar el pie porque en cuestión de minutos ya estarían a buen recaudo. Para los más tardones sí que se convirtió esta travesía en un infierno, por mucho que la prueba comenzara a las diez de la mañana.
El final de la carrera también era engañoso. El descenso hacia la meta arranca fuera del pueblo, con la cantera a la derecha y un largo final de varios kilómetros por delante. Pero en ese descenso también había alguna sorpresa en forma de cuesta. Algo nimio para quien llegara con buen ritmo, pero la puntilla para aquellos que ya llevaban más de una hora sobre el asfalto. La zona urbana, al menos, dejaba algún lugar para resguardarse y afrontar los metros finales con el orgullo de quien consigue lo que se propone. Un poco de agua para quitarse el sudor y entrar en la meta con la satisfacción de haberlo conseguido. Ahí se aplaude más al último que al primero. Como si correr diez kilómetros en poco más de media hora no tuviera mérito. Su premio es la recompensa de levantar el trofeo antes del mediodía. El de los que doblan el tiempo de los primeros clasificados es otro, ya que simplemente basta con alcanzar la llegada y decir lo he conseguido.
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