Laura y Anaís se conocieron hace quince años, los mismos que llevan practicando Kenpo. RAMÓN L. PÉREZ
Campeonas

Lo que el kenpo unió, que no lo separe la sangre

Sólo en este año, las dos de Vélez de Benaudalla se hicieron con cuatro oros y una plata en el Campeonato de Mundo del arte japonés

Carolina Palma

GRANADA

Jueves, 26 de septiembre 2019, 16:42

Anaís Venegas tiene 21 años. Empezó con seis a practicar kenpo, uno de los deportes que más destaca en su pueblo natal, Vélez de Benaudalla. «Iba con mi abuela a recoger a un niño al que ella cuidaba y le pedí a mi madre ... que me quitara de sevillanas» para así poder comenzar a entrenar en el arte marcial, porque «el baile me gustaba, pero no me llenaba», recuerda ahora.

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Un año después llegó Laura Esteban, con la misma edad que Anaís y por las mismas razones. «Mi madre no quería apuntarme porque lo conocía como un deporte de chicos y tenía miedo de que me hicieran daño, pero después se convenció», afirma esta última, que estaba también «en sevillanas». Iban al mismo colegio y a la misma escuela de baile, pero Laura «toda la vida había estado en el A y yo en el B», recuerda Anaís hablando de los grupos a los que pertenecían en el colegio. Se conocían «de toda la vida» pero nunca habían hablado porque «éramos de clases distintas». De hecho, cuando comenzaron a relacionarse a través del de kenpo, «éramos la del A y la del B que se juntan», afirma Anaís haciendo memoria de aquellos momentos de rivalidad típica entre clases. «Luego integramos al resto de nuestros grupos y ya hacíamos piña entre todo el curso», añade Laura.

A pesar de que cuando comenzaron entrenaban con más féminas, llegó un punto en el cual se encontraron las dos solas sobre un tatami lleno de hombres. «Se pone siempre la excusa de los estudios, pero los chicos los convalidan tanto como nosotras a la hora de seguir con los entrenamientos», declara Anaís, que vio cómo todas sus compañeras «lo fueron dejando a medida que iban creciendo». Todas excepto su fiel amiga Laura, que sigue luchando a su lado aún ahora que ambas compiten en mundiales. Porque «si sientes pasión por tu deporte, da igual que te lesiones o tengas que enfrentar cualquier reto, no vas a poder dejarlo», aclara esta última. Pasión, cabezonería, determinación… Puede llamarse como uno más desee, pero la cosa es que algo había en las dos veleñas, «la del A y la del B», que hizo imposible que pudieran darse por vencidas en el arte de origen asiático, algo que no se encontraba en el resto.

Tras quince años entrenando codo con codo, han conseguido brillar juntas en competiciones regionales, nacionales e internacionales, y en pocas semanas se estrenarán en su primer Europeo. Tienen medallas de todos los tipos, categorías y modalidades. De hecho, en el último Campeonato del mundo, se hicieron entre las dos con cuatro oros y una plata, que se cuentan juntas porque «los logros de una son los de la otra». Laura y Anaís están tan seguras del amor por su deporte, como del que se procesan la una a la otra, y continuarán luchando sobre el tatami hasta que la vida se los permita.

Pertenecen a la misma categoría, comparten edad y peso, y hasta compiten juntas en defensa personal. En esta modalidad, llevan dos años consecutivos siendo campeonas del mundo. El anterior a los mismos, quedaron segundas, por ser su primero en dichas competiciones, pues «2017 fue el año en el que se conformó la Selección Española de Kenpo», aclara Laura, el mismo también en el que las dos granadinas fueron convocadas. Y su éxito se debe a que «la complicidad que tenemos, nuestra sincronización, es increíble», afirma Anaís. Porque aún cuando hacen los katas por separado, «nos sale de por sí a la vez». «No hay Anaís sin Laura y no hay Laura sin Anaís», afirman «y eso sienta muy bien». Pero, «si no hubiera sido por kenpo, no nos hubiéramos conocido así».

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Tal es su similitud que han tenido que trabajar el doble de duro para modificar su peso y no tener que pelear la una contra la otra en la modalidad de combate, porque «nos conocemos demasiado. Nos predecimos perfectamente», dice Anaís. Y no se refiere solamente a que sean capaces de terminar una las frases de la otra, sino que, en combate, saben perfectamente el siguiente movimiento que hará la contraria. Aunque peleen individualmente, «sus logros son también los míos», afirma Laura, que se considera hermana de Anaís desde hace ya quince años. Una hermandad que no firmó la sangre, sino su pasión por el kenpo.

«Luchadoras y con carácter»

«Laura es la que habla, la extrovertida», afirma Anaís, que deja que siempre sea ella la que empiece. «En el resto, somos totalmente iguales», añade. Ambas se declaran «luchadoras y con carácter», y ni una opta por la rendición en momento alguno. Les gustan los retos y también aportar su granito de arena a la sociedad, de ahí que ambas se decantaran por carreras que hicieran esto posible. La diferencia entre ambas elecciones radica en la característica que las hace a ellas también distintas: Anaís escogió Medicina y Laura, Ciencias del Deporte. La primera, callada e introvertida, está decidiéndose entre alguna especialidad que le permitatrabajar en un quirófano. La última, extrovertida y habladora, decidió enfocarse en hallar una manera de ayudar a los más desfavorecidos a través del deporte. Ambas elecciones de ámbito social y plagadas de retos. Sin embargo, en cuanto a lo que se refiere al deporte, las dos veleñas apartan sus estudios siempre que sea posible para poder seguir luchando por el que fue su primer amor hace ya quince años, el mismo que les regaló una hermandad que ningún lazo de sangre podría haber creado, el kenpo.

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