Ding Liren, campeón del mundo por accidente
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Estudió Derecho para poder ganarse la vida y ahora su madre gestiona la fortuna que ha hecho destronando al mítico Magnus Carlsen en la cima del ajedrez mundialDing Liren ha destronado al mítico Magnus Carlsen como campeón del mundo de ajedrez por una carambola de casualidades. Primero accedió al Torneo de Candidatos celebrado en Madrid gracias a la sanción que la organización le impuso al ruso Sergey Karjakin -cuya puntuación era superior- ... por su apoyo de la invasión de Ucrania. Luego, a pesar de haber quedado segundo en ese campeonato, Carlsen rechazó defender el título y decidió quedarse en casa, lo que permitió a este hombre de Wenzhou viajar a Kazajistán.
Finalmente, y aunque durante las tres semanas en las que jugó 14 partidas contra el ruso Ian Nepomniachtchi nunca fue en cabeza, con un movimiento «asombroso y kamikaze» forzó a su oponente a tumbar el rey. Así, hace exactamente una semana, se convirtió en el primer hombre chino que se alza con el título.
Su imagen, llorando solo y en la oscuridad sobre el tablero, ha dado la vuelta al mundo. «Esta partida ha reflejado lo más profundo de mi alma», dijo Ding, que aún en 2017 no se veía capaz de la gesta que ha protagonizado. En China, donde el ajedrez permaneció prohibido entre 1966 y 1974 porque Mao Zedong lo consideraba como parte de la decadencia occidental, su victoria se ha celebrado con una explosión de orgullo nacional.
No en vano, el gigante asiático ha culminado con Ding su Plan Gran Dragón, diseñado para revertir el veto maoísta y poner a China en el lugar que se merece: Pekín acapara ahora tanto el título masculino como el femenino, ese que Xie Jun logró por primera vez en 1991 y que, desde entonces, pocas veces ha cedido a una mujer de otra nacionalidad. Fuera del país, sin embargo, muchos se preguntan quién es Ding Liren.
A pesar de que llegó a Astaná como número 3 del mundo, quizá por su carácter humilde y su limitado conocimiento del inglés Ding no se ha prodigado en entrevistas con la prensa internacional, que a menudo lo ha considerado «un misterio».
De él se conocía que, como muchos otros campeones, se inició en el ajedrez a los cuatro años debido a la afición que su madre tenía por este juego. «Yo lo sé porque lo he leído en los periódicos, pero ha pasado tanto tiempo que no lo recuerdo», bromea. También era de dominio público su meteórico ascenso: tardó apenas un año en conquistar su primera competición, y en 2009, a los 16, se coronó campeón de China.
Pero poco se sabe de la vida personal de Ding, que, en realidad, es abogado. Aunque nunca tuvo interés por el Derecho y jamás se ha planteado ejercerlo, se formó en la prestigiosa Peking University porque sus padres, un ingeniero y una enfermera, le impulsaron a estudiar «algo con lo que poder ganarse la vida». Y también porque se libró de hacer la selectividad, una de las más duras del mundo, gracias a que sus éxitos en el ajedrez le garantizaban una plaza. «Mi objetivo no es sacar buenas notas sino aprobar todas las asignaturas», reconoció en una conversación con el especialista en ajedrez Sagar Shah, cuando aún le quedaba una pendiente.
A renglón seguido dejó claro que se le suelen pegar las sábanas y que por eso no solía llegar a la primera clase. «Me suelo levantar entre las 9 y las 10 de la mañana, porque no me puedo ir a dormir antes de la una. Antes, me gusta leer un libro o escuchar música folclórica china», señala Ding, que nutre la mente con autores como Albert Camus o Raymond Carver y profesa un gran entusiasmo por la abstracción de la filosofía. Para mantener el cuerpo en forma prefiere el baloncesto, mientras que el fútbol lo disfruta por televisión, sobre todo cuando juegan el Bayern de Múnich o la Juventus de Turín y ganan.
Preguntado por la clave de su éxito, Ding lo deja siempre claro sin esoterismo y con una nota de humor: «Me encanta el ajedrez, trabajo duro, ¡y no me gustan los videojuegos!». Además, Ding subraya que, a diferencia de otros competidores, no da clases a otros ajedrecistas y así puede centrarse en el perfeccionamiento de sus tácticas. Su padre, Ding Wenjun, añade que es «muy persistente».
No obstante, el nuevo campeón mundial reconoce que podría haber logrado el título antes si no se le hubiese subido el éxito a la cabeza. En 2019, por ejemplo, cuando llegó al campeonato después de haber encadenado cien partidas invicto -29 victorias y 71 tablas-. «Me confié y fui engreído. Me creía invencible. Estaba cansado del ajedrez y no me preparé como era debido. Jugué repitiendo viejos planteamientos, sin ideas nuevas», escribió en WeChat, el Twitter chino, tras el último campeonato antes de la pandemia. Lo más difícil, aseguró a la prensa china, es controlar sentimientos encontrados: «Tengo la ambición de ganar, pero también el temor a perder».
Fuera de las competiciones, Ding cuenta que lleva «una vida sencilla» y que rechaza el lujo. De hecho, es su madre la que controla sus finanzas, agraciadas ahora con los 1,2 millones de euros del premio. Aunque en varias ocasiones ha asegurado que está intentando ser más independiente, ella aún le acompaña a muchos campeonatos, se encarga de temas logísticos y cocina fideos para él. «Así me puedo concentrar en el ajedrez», sentencia.
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