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Jose Manuel Puertas
GRANADA
Lunes, 5 de septiembre 2022, 23:56
Probablemente, si se lo cruzan por la calle en estos días en Granada no les llame demasiado la atención. Obviamente es un tipo alto –2' ... 03 metros– y de constitución fornida, pero no destaca por una capacidad atlética fuera de lo común. Puede que en lo que más se fijen al verlo sea en su intrigante mirada, casi siempre con los ojos entreabiertos.
Y, sin embargo, Luke Maye es una leyenda en una de las instituciones baloncestísticas más gloriosas que existen. En la universidad de North Carolina, su nombre está a la par de, pónganse en pie, Michael Jordan, James Worthy, Vince Carter o Antawn Jamison. Estrellas de la NBA que se sientan en la misma mesa que el flamante nuevo ala-pívot del Covirán cuando de los 'Tar Heels' –los 'talones engrasados', como se conoce al celebre equipo universitario– se trata.
Integrante de la última plantilla campeona de North Carolina –en 2017–, el estadounidense se ruboriza cuando se le propone tal cuestión, si bien contesta con firmeza, consciente de su relevancia. «Soy muy afortunado por ello. Tuve una gran carrera allí, disfruté de mis compañeros y de los entrenadores. Es algo muy importante para mí», admite quien fuera héroe aquella temporada –su segunda– con su canasta sobre la bocina en cuartos de final para tumbar a la poderosa Kentucky del hoy 'All-Star', Bam Adebayo. Sobre la jugada que aún le pone bajo los focos reconoce con modestia que le trae «muy buenos recuerdos», pues es «realmente bueno tener la oportunidad de seguir hablando del gran equipo que teníamos». A Maye no parece gustarle el protagonismo ni cuando evidentemente le corresponde. De hecho, añade que, más que por aquel valioso 'highlight', preferiría ser recordado «por acabar ganando el título y desde luego por ser un gran compañero y una buena persona, que es lo verdaderamente importante».
Al norteamericano le sorprende que IDEAL acuda a su cita con el libro 'Blue Blood' (sangre azul), que narra la eterna rivalidad entre North Carolina y su archienemigo Duke. «Ambos centros están separados por 12 o 13 kilómetros», explica, «y viven el baloncesto con una pasión enorme». Tanto como para que «cada vez que se juega entre ellos, la semana sea especial». Asegura que «todo el mundo habla sobre ello, y hasta los entrenamientos son más intensos». Se trata, sin duda, de una de las grandes rivalidades del deporte global:«Es un partido muy bonito por toda la historia que tiene detrás y la cantidad de buenos jugadores que han pasado por ambos equipos», zanja.
Lo de ser un 'Tar Heel' en Maye no es algo impostado. La sangre azul casi que la trae desde la cuna. Su padre, Mark, jugó como 'quarterback' en el equipo de fútbol americano a primeros de los ochenta. Su madre, Aimee, también estudió en el prestigioso centro de Chapel Hill. Hay más: el 'quarterback' actual del equipo de fútbol es su hermano Drake. A colación de ello viene la siguiente historia, a todas luces anormal para un gran talento joven en Estados Unidos. En la recta final de su etapa en el instituto Hough –donde su camiseta está retirada desde 2019–, recibió la llamada de dos potentes universidades:Clemson y Davidson. Ambas le ofrecían una beca completa, lo que no sucedió con North Carolina. Aquello resultó realmente frustrante para él, que recuerda con mucho cariño un viaje hasta Detroit, a la 'Final Four' de 2009 –tenía doce años–, simplemente para animar a los 'Tar Heels' como cualquier otro aficionado.
Pero todo cambió en su último año de instituto. Su evolución llamó la atención del reputado técnico Roy Williams, que acabó ofreciéndole un sitio en el equipo de North Carolina... aunque sin beca. Y Maye, en una de esas decisiones en las que manda el corazón, aceptó, dejando atrás un acuerdo casi cerrado con Clemson. «No fue fácil en absoluto, pero durante toda mi carrera nunca he elegido el camino sencillo, sino el que me iba a convertir en un mejor jugador», relata.
La apuesta le salió bien, pues al poco de comenzar en su 'alma máter', recibió la beca que mantuvo durante sus cuatro temporadas en Chapel Hill. Hoy, presume del riesgo que tomó:«Pensaba que era lo suficientemente bueno y quería demostrarle a la gente que podía jugar allí, al nivel más alto posible que existe en el baloncesto universitario». Y tanto. Como que se hizo leyenda.
Desde hace unas semanas, Granada es la tercera parada de su carrera en el Viejo Continente. Se estrenó como profesional en 2019 en Wisconsin Herd, equipo de la GLeague vinculado a Milwaukee Bucks. Tras ello, pasó por el Dolomiti Energia Trento italiano y el año pasado debutó en la Liga Endesa, en un Baxi Manresa que cuajó una temporada excelente –jugó la Copa del Rey en Granada, el 'play off' liguero y la final de la Basketball Champions League de la FIBA–. Su rol en el conjunto del Bages no fue estelar –8'2 puntos y 3'4 rebotes de media–, a la sombra del revolucionario Chima Moneke. Cuenta que aquel equipo, repleto del 'flow' que aportaban Sylvain Francisco, Ismael Bako y el propio Moneke, le sacó «de mi zona de confort por momentos, lo que resultó divertido y bueno para mí». De hecho, asegura que le encantó «estar con esos tíos que tienen tanta pasión por el juego».
En el Covirán se prevé que su importancia, tanto numérica como sobre la cancha, sea superior. Maye no elude la responsabilidad –«estoy con muchas ganas de ello», arranca–, pero rápidamente vuelve a una posición humilde, huyendo de cualquier protagonismo. «Tenemos buenos jugadores y simplemente quiero disfrutar con ellos y aprovechar la oportunidad de demostrar lo que puedo hacer en esta Liga», prosigue.
Sobre su adaptación, parece feliz. «Me siento bien y me gusta el equipo», aclara. Optimista, lanza un aviso a navegantes:«Podemos tener la opción de sorprender a la gente y de ganar muchos partidos». Luke Maye desde luego parece convencido en su discurso. Y es un tipo que no suele ir de farol. Que rechazó la seguridad de una beca al dictado de su sangre azul para acabar sentado junto a Michael Jordan.
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