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Siguen quemando las cenizas de la derrota del Covirán frente al Hiopos Lleida, que ha puesto contra las cuerdas a los rojinegros de cara a ... su objetivo de la permanencia en la Liga Endesa. La actuación de los colegiados Luismi Castillo, Iyán González y Fabio Fernández continúa dando que hablar entre afición y club, más después del comunicado en el que la entidad exigió «respeto» a la labor arbitral.
En todo caso, la realidad es la que es, y el equipo rojinegro afrontará el domingo (17h) un duelo trascendental para sus pocas opciones, que se verían reflotadas en caso de que los de Pin logren asaltar al Surne Bilbao. El Covirán tendrá que aferrarse a los puntos positivos que firmó en la derrota contra Lleida, y tratar de huir de los más negativos.
Sin duda lo más destacable del pasado domingo fue el espíritu mostrado. Pese a la raquítica situación del plantel (Clavell, Wiley y Ubal baja, García, Bamforth y Tomàs tocados), los rojinegros saltaron a la cancha convencidos de que podían ganar. Tanto, que llegaron a igualar el 'basket average' con los catalanes al inicio del tercer cuarto (45-32), llegando incluso a los diez últimos minutos con una docena de ventaja (59-47). Fue meritoria la puesta en escena de un equipo que, pese a sus evidentes carencias físicas, fue capaz de complicarle la vida a su rival. Durante los tres primeros cuartos, el Covirán controló el tablero –dos rebotes ofensivos del Hiopos al descanso– y logró que el ritmo del partido fuera el que necesitaba. Amine Noua ejercía como referencia interior –con ayuda de Aurrecoechea, en su mejor rendimiento del curso– y Bamforth de exterior, con Omar Silverio como agradable sorpresa en su estreno. Las buenas vibraciones se prolongaron hasta el tercer parcial, con Jonathan Rousselle tocando la corneta de inicio con 7 puntos seguidos, y el buen hacer defensivo como sostén para evitar que los ilerdenses se metieran en el partido.
Parcial clave
Sin embargo, y aún imbuido por una actuación arbitral difícil de asumir, el Covirán deberá reprocharse no sostener el duelo en la resolución. De resultas de las rigurosas eliminaciones de Ndiaye y Aurrecoechea, que encendieron al Palacio de los Deportes, el parcial ilerdense de 2-15 que llevó el marcador del 62-50 al 64-65 cambió radicalmente el escenario. El sueño del 'average' se había esfumado y la cuestión rojinegra pasó a ser la supervivencia, casi a vida o muerte por el descenso. Y salió cruz, en buena medida por esos nefastos cuatro minutos en los que el Covirán dilapidó su ventaja.
De forma paralela a los nervios llegó la fatiga para una plantilla cogida con alfileres, con Sergí García y Pere Tomàs sin poder acabar, y Scott Bamforth sobreviviendo en la pista visiblemente cojo. El rebote pasó a ser un problema (4 ofensivos del base visitante, Rafa Villar, tras el descanso) y el duelo entró en un estados que acabó en un cara o cruz en el que suele salir damnificado quien más se juega.
Es difícil justificar también que los rojinegros no hicieran falta en el último ataque catalán, con 73-70 y 16 segundos por favor. Rousselle lo intentó y se desgañitó pidiéndola después, pero no la hubo. Error carísimo, de los que cuestan una temporada.
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