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Ningún otro país en el mundo siente el baloncesto como Lituania y sus menos de tres millones de habitantes, que llevan la pelota naranja adherida a su ADN casi desde que nacen. Por eso, cuando IDEALsorprende a Evaldas Kairys (Sventoji, 11 de octubre de 1990) con la camiseta símbolo de la república báltica desde los Juegos de Barcelona del 92, los primeros de la Lituania independiente, el pívot del Covirán sonríe al fin y rompe con esa fama de rudo que porta a la par de su estajanovismo.
–¿Qué significa el baloncesto para un lituano?
–Allí todo el mundo ama este juego, entiende sobre él y disfruta viéndolo. No es fácil de explicar, es algo que sale del corazón (se toca el pecho sonriente)
–Hay una leyenda incluso que dice que una de las primeras palabras que dicen los niños es 'Sabas' (diminutivo de Arvydas Sabonis), ¿es así?
–¡'Sabas', 'Sabas'! Puede ser, pero no lo tengo muy claro, porque mi hija apenas habla aún (risas).
–Como buen pívot lituano, ¿vio jugar a Sabonis? ¿Le recuerda?
–Sí, claro. Tanto con la selección como en sus últimos años en el Zalgiris en la Euroliga.
–En todo caso, usted no procede de Kaunas o Vilnius, los centros neurálgicos del baloncesto lituano, sino de Sventoji, a orillas del Báltico. ¿Cómo empezó todo para usted?
–Pues la verdad es que jugaba al fútbol hasta los 14 años. Lo hacía de defensa, pero empecé a crecer de pronto, hasta que en un solo verano crecí 18 centímetros y algunos amigos empezaron a decirme que debía cambiar de deporte. Y eso, a los 15 empecé con el baloncesto.
–¡Era usted el lituano raro entonces, el futbolero!
–Sí, porque en mi ciudad, que es pequeña, apenas hay sitios para entrenar a baloncesto. Por eso es por lo que empecé tan tarde.
–¿Qué sintió el domingo, cuando su selección ganó a Estados Unidos en la Copa del Mundo?
–¡Buah! Fue muy bonito. Llevábamos 19 años sin ganarles –desde los Juegos de Atenas'2004– y aunque el partido no significara demasiado dentro del grupo, para un país tan pequeño como el nuestro, ganar a uno tan grande como Estados Unidos te hace sentirse realmente orgulloso. Supongo que en Letonia también deben estar así, están haciendo un gran torneo, ganando a Francia y España.
–¡Después de eso habrá quien les pida ganar el Mundial!
–Eso mismo le preguntaron ayer a un jugador de la selección, que contestó: «antes del campeonato decíais que éramos una de las peores selecciones y ahora queremos que si vamos a ganar el oro». No sé, nunca se sabe. Simplemente que salgan y jueguen, eso es todo. Pero claro que sería algo muy bonito.
–Hablando de su carrera, es curioso que solo ha jugado, en varias etapas, en Lituania... y en Turquía. ¿Alguna explicación?
–Sí, es así. Bueno, simplemente porque fueron las mejores ofertas que tuve en cada momento. La liga turca es la segunda mejor de Europa después de la española. Ahora he tenido la opción de hacerlo en la mejor, por lo que ni siquiera dudé un momento en firmar. Me hicieron la oferta y me dije 'vamos, tienes 32 años y tienes que cogerlo o quizá este tren no vuelva a pasar'.
–¿Es la primera vez que recibe una oferta de España?
–Sí.
–¿Le sorprendió tenerla a los 32?
–Pues quizá sí. Tuve una grave lesión hace dos años, en el tendón de Aquiles de la pierna izquierda. Es una lesión de la que no es fácil recuperarse, que te exige mucho tiempo para volver a tu nivel anterior. Pero como le digo, cuando tuve la confianza de un equipo ACB, no lo pensé. Con 32 años y una lesión grave superada, no podía dejar pasar esta opción.
–¿Cómo va la adaptación?Nuevo país, nueva liga, nuevo equipo y compañeros...
–Creo que no es algo difícil ya para mí después de haber tenido esas etapas en Turquía durante cuatro temporadas. Son quince o veinte personas nuevas con las que tengo que juntarme con un objetivo común, conocernos y construir algo juntos. No importa de dónde vengamos cada uno y no importa tampoco demasiado qué ciudad o país sea. Este proceso se lleva a cabo dentro del vestuario.
–¿Le ha dado tiempo a ver la ciudad?
–No, no he salido apenas aún. Ha hecho más de 40 grados... ¡Demasiado para un lituano!
–¿Qué le ofreció Pablo Pin para convencerle de aceptar la oferta? ¿Qué espera de usted?
–Simplemente dar mi máximo esfuerzo en la cancha, y eso es lo que estoy intentando cada día. Es lo que hecho toda mi carrera, en el Rytas –el gran equipo de Vilnius, donde pasó cinco temporadas en tres etapas distintas– o donde fuera. No creo que sea un gran anotador, pero siempre trato de darle al equipo lo que este necesita de mí. No pienso demasiado en meter puntos o poner tapones. Quiero ayudar, sea en defensa o rebote, donde sea.
–¿Le intentó renovar el Rytas o cuando supo la oferta de España lo tuvo claro?
–La segunda, sí. Estaba hablando con aquellos cuando acabó la temporada pasada, me dijeron que les esperara para que me hicieran la oferta, pero cuando me llegó la propuesta de aquí, se acabó. Ni lo dudé.
–A priori será el pívot suplente por detrás de Cristiano Felicio. Pero no siempre es fácil aportar mucho en poco tiempo. ¿Cómo lo ve?
–Bueno, no creo que Cristiano vaya a jugar 30 minutos. Y para mí, jugar 15 o 20 es suficiente por mi forma de jugar. Es lo que he jugado siempre y esto no es nada nuevo para mí. El tiempo que esté en la cancha daré el máximo: iré a por el rebote, ayudaré en lo que haga falta, pondré buenos bloqueos... Pero todo al 100%. No pienso demasiado en si él va a jugar más y yo menos. No me preocupa demasiado eso.
–¿Se ve complementario con Felicio?
–Somos jugadores diferentes. El tiene un cuerpo enorme, distinto al mío. El entrenador deberá decidir contra quién jugará él y contra quién jugaré yo y este tipo de asuntos tácticos.
–Supongo que por su procedencia, en estos días estará más próximos quizá a Artur Konontsuk –estonio– que al resto, ¿es así?
–La verdad es que no me ha dado mucho tiempo a hacer amistades. Entrenamos a diario y luego me voy con mi familia. Luego volvemos. ¡De momento el Palacio es casi nuestra casa! No da tiempo a salir demasiado.
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Josemi Benítez
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