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Gian Clavell quiere ser importante para el Covirán en su vuelta a la Liga Endesa Ramón L. Pérez
«Quienes dicen que soy individualista no han visto mis últimos años»
Gian Clavell

«Quienes dicen que soy individualista no han visto mis últimos años»

El exterior boricua ya deja huella en un Covirán que le rescata para la ACB tras su paso hace un lustro por el Estudiantes

Lunes, 2 de septiembre 2024, 23:19

«Tiene que ser significativo: mi hija, la fecha en que me casé o las Olimpiadas, una de esos tres», reflexiona Gian Clavell (Caguas, Puerto Rico, 26 de noviembre de 1993) sobre el futuro tatuaje en una piel aún virgen de tinta. «¡Ya después de eso no me hago más!» avisa el alero del Covirán. Pasional, vocal, enamorado del baloncesto. Y sin tapujos ante el futuro... ni el pasado.

–¿Qué es el baloncesto en su país? Empezó con tres años.

–Sí, así fue. Era bastante grandecito, así que siempre jugaba con niños mayores que yo, al principio de seis años, lo que me ayudó al jugar con los de mi edad. Allí es el deporte principal. Hay canchas en todos lados y se practica mucho. En cada pueblo tienes clubes para que los nenes empiecen a jugar. En Caguas, San Juan, Bayamón, Carolina… hay equipos para todas las edades. La verdad es que hay una buena estructura. Tenemos que mejorar, pero creo que vamos bien.

–Viene de los Juegos Olímpicos tras veinte años fuera su país. La generación de Ramón Rivas o 'Piculín' Ortiz es la mejor, pero ustedes han hecho historia.

–Sí, nada les va a igualar, pero veinte años era mucho. Ahora queremos estar cada cuatro años. Es complicado, pero se puede porque tenemos talento.

–Coincidió con su hermano mayor en la selección. ¿Referente?

–¡De pequeño era muy malo! (risas). ¡Una de sus primeras canastas fue en la contraria, la cogió y salió corriendo hacia allá! Es gracioso... Pero mejoró un montón con el tiempo, porque 'papi', que fue atleta, le puso a trabajar físicamente, a hacer pesas. Mejoró mucho y a los dieciséis se fue con una beca a Estados Unidos. Su historia es increíble, cómo fue de menos a mas y lo que logró. ¡Es que era muy malo! Y acabó jugando en la selección de 5x5 y 3x3. Es increíble, de verdad.

–Verano duro, ¿no? Preolímpico, Juegos... Poco descanso.

–¡Bueno, estuve una semana en Ibiza tras los Juegos, y estuve a gustísimo! (sonríe). Lo importante de esto es mantener tu cuerpo en buena forma, pasar muchas horas en el gimnasio dándole. Y comer bien y descansar bien. Darle amor y cariño… eso es lo que te va a ayudar. Mi cuerpo está bien, hago mis tratamientos, pero no tengo lesiones. Dolencias sí, como cualquier jugador. ¡El que no las tenga, es que juega duro!

–Hábleme de su carácter. Habla mucho en los partidos.

–Eso es Puerto Rico, allí la mayoría somos así. Y a mí además me gusta lo que hago, lo disfruto. Y siento que tengo cierta veteranía, lo que me ayuda mucho. Con la comunicación puedes resolver problemas, ayudar a tus compañeros, coger incluso energía para ti mismo. Es muy importante.

–Soprendió que actuara así en el primer partido, como si llevara toda una vida en el Covirán.

–Tenemos buena química, buenas sensaciones. Nos llevamos bien todos, disfruto estando aquí. Estoy muy feliz en Granada.

–¿Habla a los rivales? ¿Le da al 'trashtalking' (lenguaje basura)?

–Con los rivales hablo, sí, pero les hablo bien. Incluso les digo 'buena defensa' o 'buen tiro' si lo hacen bien. No me gusta hablar mal.

–Dijo en una entrevista que, en su etapa con los Dallas Mavericks, Wesley Matthews le enseñó a hacer 'defensa maliciosa'.

–Es engañar al rival. Si vas a salir por un lado, le tocas la cadera para que crea que estás ahí, pero realmente estás en el otro. En el poste, agarras para que note tu presencia pero tienes el brazo en otro lado. Tengo algunos trucos que utilizo a veces, sobre todo si estoy cansado y no puedo ser tan intenso. Eso ayuda.

–¿Entrenar con Nowitzki?

–Un grande. Hacía lo mismo todos los días… por eso era tan bueno. Tenía una consistencia anormal. Y luego es un 'tipazo', muy bueno, muy humilde. Te ayuda en todo, es un personaje.

–Llega a Granada tras dos años en el Prometey, equipo ucraniano exiliado por la guerra.

–Para ser sincero, es de las mejores cosas que me han pasado. Tengo relaciones que voy a mantener de por vida, gente con la que sigo hablando permanentemente. Son gente que trabaja muy duro, que está pasando por algo muy complicado, peleando por su país, por su familia, por sus cosas. La gente no sabe por lo que están pasando. En Ucrania todos los días pasaba algo, les llamaban y se lo contaban… pero tenían que seguir trabajando, bregando con eso. Lo que están haciendo les hace tener mis respetos de por vida. No es nada fácil.

–Cuando el Prometey le llama en 2022, la guerra ya está en marcha. ¿Dudó de ir?

–No, yo había jugado en Ucrania ya –en el Budivelnyk de Kiev– y ya sabía que el Prometey iba a jugar fuera, así que ni lo pensé. Les dije rápido que sí. El entrenador –Ronen Ginzburg– es de los mejores que he tenido en mi vida, me ha ayudado un montón. No tengo ninguna queja del club ni de la experiencia allí. Me apena lo que están pasando. Ucrania y su gente son magníficas.

–Vuelve a la Liga Endesa tras cinco años. Su primera experiencia, en el Estudiantes, no salió bien e incluso son recordadas sus palabras sobre los impagos del club. ¿Le hizo eso huir de jugar en España?

–No, no. Lo que dije, lo dije. Yo era un 'chamaco' con 23 años, joven e inmaduro. No me arrepiento, porque aprendí de ello, a madurar y a ser profesional. Al Estudiantes le tengo un cariño inmenso, me abrió las puertas del baloncesto europeo y les estaré eternamente agradecido. Dije lo que dije, pero les deseo lo mejor y que les vaya bien. Dejé grandes amigos: Gentile, Omar Cook, Vicedo –ahora compañero en el Covirán–, 'Dariíto' –así llama a Brizuela–, que es de los míos, porque competía todos los días y le cogí mucho cariño, Ludde Hakanson o Adams Sola… y con Josep María Berrocal, el entrenador, hablo cada mes desde que nos fuimos. Dejé buenas relaciones. Lo que pasó creo que tenía que pasar para yo aprender. No me alejó de la ACB, hubo algunas oportunidades, pero tuve otras cosas en esos momentos. Ahora sí había llegado la hora.

–¿Cobró todo del Estudiantes?

–No voy a contestar a eso, se lo dejo a otras personas.

–En lo deportivo, el recuerdo que dejó fue el de un jugador talentoso pero algo individualista y no gran defensor. Dice que ha madurado, ¿qué quiere mostrar a su vuelta?

–No tengo nada que demostrar (se ríe). Nada que demostrar. Quiero que mi juego hable por sí solo. Llevo bastantes años a alto nivel, como ha sido en la Eurocup con el Prometey. Quienes dicen eso, sencillamente no han visto los últimos años de mi carrera. He cambiado como jugador y como persona. Soy padre y eso cambia todo. Vengo a jugar, a estar alegre, a ser yo. Hay alrededor un entrenador, un cuerpo técnico y unos compañeros que me dan mucha confianza y son muy buenos. El colectivo es lo que va a funcionar, no lo individual. El jugador que yo era antes, viniendo casi de la universidad directamente… Literalmente, era eso lo que hacía. No sabía jugar el bloqueo y continuación apenas, no sabía leer el juego. Yo era 'dame la bola que voy a meterla'. Pero llevo siete años en Europa, dos seguidos jugando Eurocup, en grandes ligas como la VTB o la turca, he jugado 'playoffs' en Grecia. Bastante baloncesto muy competitivo como para aprender de muchos jugadores, de la forma en que juegan. Yo vengo aquí a jugar, a ser feliz y a ganar los partidos que se puedan.

–¿Qué le convenció para venir al Covirán Granada?

–Mi esposa (sonríe). Es española, nació en Palma de Mallorca y se crio entre Madrid y Murcia. Todo el mundo me habló muy bien de Granada, para vivir y como club. También Jacob Wiley, con el que he jugado un montón: nos enfrentamos en la universidad, hemos jugado en ligas de verano, coincidido en entrenamientos privados con equipos NBA y luego nos hemos enfrentado en profesional.

–Osea, que hablaron cuando el Covirán le llamó.

–Sí, sí, no voy a mentir. Me dijo que este era un gran club. Y nada, yo estoy en casa. España para mí es casa ya porque llevo muchos años viviendo aquí. Estoy al lado de Murcia, que es donde suelo vivir. A dos horas y media. Estoy muy feliz de regresar aquí, muy agradecido con el club por poder volver.

–¿Tiene ya pasaporte español?

–Estamos en ello, lo que pasa es que apenas tengo descanso. Venía a España un poco y luego me iba pronto con la selección o al país donde estuviera, así que no he podido aún completar el proceso. Lo sacaré este año y creo que me ayudará en mi carrera.

–¿Qué sensaciones tiene con el Covirán?

–Muy buenas. Estoy encantado y me encanta que son jugadores hambrientos, que quieren ganar. Gente que sabe lo que es pelear por no descender, o que incluso ha pasado por ello. Saben lo mal que eso sabe, y ahora queremos que tengan un buen sabor. Así que nada, día a día, entrenamiento a entrenamiento y 'un juego a la vez'.

–¿Qué es el liderazgo?

–Ser un ejemplo, dentro y fuera de la cancha. La comunicación constante, sobre todo cuando las cosas se ponen difíciles. Juntar al equipo, lo que he intentado desde el primer partido, en cada tiro libre, en cada bola muerta. Poco a poco. Pero obviamente aquí tenemos muchos líderes y cada cual tendrá su momento de ejercerlo. Eso es lo bueno de este equipo.

–¿Quiere ser uno de ellos?

–No es que quiera serlo, ¿sabe? Es que hay que hacer las cosas bien, dentro y fuera de la cancha. Y comunicarnos dentro. Si llego a ser uno de los líderes, lo seré. ¿Si no? No pasa nada, no va a cambiar cómo soy en la cancha o fuera, ni la forma de comunicarme en el juego.

–Por último, ¿le ha dado tiempo a conocer la ciudad?

–Poco, la verdad. Entrenamos mucho y prefiero descansar a caminar en el tiempo libre. Vivo en el centro, así que tengo cosas cerca. Claro que quiero ir a la Alhambra, tendré tiempo. De momento, me estoy ajustando, pero no es difícil. Es la primera vez que no cojo avión al inicio de la temporada. Traje todo en coche. Estoy encantado.

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