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A diferencia de lo que algunas fuentes por internet dicen de él, Omar Silverio no nació en el neoyorquino barrio del Bronx. Lo hizo en República Dominicana, donde pasó su infancia. Esta es la historia de uno de los jugadores llamados a ejercer de salvador de un Covirán al que llega en situación crítica.
–Cuénteme sus inicios, que la wikipedia engaña...
–Me crié en Dominicana hasta los quince. Empecé jugando al béisbol con 9, pero lo dejé con 13 cuando fui a un torneo profesional de baloncesto, vi la emoción que allí había y pensé que quería intentar ese camino. Así empecé, jugando en una canasta cerca de casa... Y todo fue muy rápido, con 15 años me llamó la selección de esa edad y me becaron para irme a un instituto a Estados Unidos. Ahí es cuando me fui al Bronx.
–Instituto, y luego, universidad.
–Sí, estuve en tres:Rhode Island un año, tres en Hofstra y luego estuve unos meses en Manhattan hasta que echaron al entrenador y entonces me fui a West Virginia, pero ya era mi último año y no me dejaron jugar. Fue entonces cuando pasé a profesionales.
–Antes de seguir, le leí un titular potente: «pasé hambre por mi sueño de jugar en la NBA». Cuénteme...
–Sí, en mi primer año en el Bronx. La primera vez que fui a Estados Unidos lo hice en verano con mi madre, pero cuando volví para el curso ya fui solo. Vivía con una mujer dominicana, amiga de mi madre... Que cambió su forma de ser. No me daba de comer ni nada de eso... Tenía que buscarme la vida. Estaba todo el día en el instituto, pero cuando salía sobre las siete de la noche después de entrenar, ya no comía más hasta el día siguiente en la escuela, por la mañana. Pasaba hambre... Una vez que salía del colegio, ya no había forma. Puedo entender ese cambio de ser, en Estados Unidos no todo el mundo acepta la responsabilidad de cargar con alguien que no es de su familia. Pero bueno, luego tras tres meses me mudé con mi tía y ahí ya todo fue más normal. Ya estaba bien. Pasé hambre, mi lucha durante esos meses, pero gracias a Dios mi tía me acogió y todo cambió.
–¿Recuerda eso ahora como jugador profesional?
–Claro. Son experiencias que te motivan. A veces lo cuento a los jóvenes que se van a otro país. Todo el mundo tiene que pasar su lucha, por momentos difíciles. En el baloncesto, como todo en la vida, nada es regalado.
–Volvamos al profesionalismo.
–Cuando no me eligieron en el 'draft' de la NBA fiché en México –Soles de Mexicali–, pero solo jugué un partido. El mismo día que llegué al país jugamos. Con todo el cansancio, aunque metí 23 puntos, acabé lesionado cuando fuimos a la prórroga. Era una situación difícil y como el siguiente lo perdimos también, ya no jugué más. Era otro de 2023, me volví a casa y luego fue cuando me marché a Israel, donde estuve hasta abril del año pasado. Después pasé por Venezuela, hasta septiembre. Iba a fichar en Francia, pero como necesitaba el visado par ir a Canadá con la selección, me quitaron el pasaporte unos meses y me quedé en casa... Hasta que fiché por el Surne Bilbao en diciembre no podía volver a Europa.
–¿Por qué le llaman 'El Mariachi'? ¿Por jugar en México?
–Viene de un torneo que jugué en Santo Domingo, y en mi primer partido metí algo así como ocho triples. Empezaron a decir que era como en la película de ese nombre de Antonio Banderas... «¡Está repartiendo triples»!, decían. Y así salió... vino de la nada y se quedó. Cuando jugué en México, ya me llamaban así (sonríe).
–De su paso por Israel, le persigue la fama de un partidazo contra el Maccabi de Tel Aviv.
–¡Sí, es lo que todo el mundo recuerda! Me estaba yendo bien en Israel y ese es un partido para el que me preparé muy bien. Llegó un momento en que estaba entre los máximos anotadores de la liga, con 18 puntos o así de media. En el partido anterior le metí 29 al Maccabi Ramat Gam y luego tocó ese... y le metí 27 al Maccabi de Tel Aviv. Fue una locura ese partido, jugamos muy bien, pero perdimos de forma muy igualada.
–Granada será su segunda etapa en España, tras unas semanas en Bilbao, donde no brilló.
– Hubo mucha crítica (sonríe). Gracias a Dios, en la FIBA Europe Cup rendí mejor, pero en la ACB apenas jugaba cinco minutos, y en ese tiempo no puedes desarrollarte. Yo lo entendía, porque estaba todo el equipo, con nueve exteriores. Era difícil, pero hubo mucha crítica. Decían que si yo no pertenecía a esta liga, pero yo sabía que lo demostraría si llegaba otro equipo en algún momento. Y mire, llegó.
–¿Todo eso no le hizo dudar de volver a la Liga Endesa ahora?
–Hablé con mi agente al salir de Bilbao, de camino a la selección. Le pregunté si pensaba que aquello me iba a afectar en mi carrera. Él me dijo que no, que todo el mundo tenía claro que el visado había sido un problema y que, sin tiempo de juego, era muy difícil. Uno en su cabeza crea dudas por dejar pasar la oportunidad. Me sentía un poco mal, pero tenía claro que quería volver si se daba.
–Y luego...
–Me fui a la selección para la 'ventana'. No jugué porque hubo un problema con la directiva de la federación, del que no quiero hablar, pero me quedé en el país. Mi agente me habló de una opción en Francia, pero nada seguro. De Granada no supe nada hasta el final. Yo llegué un martes aquí y él me avisó el viernes, cuatro días antes.
–¿Y acepta sin dudar?
–Nada. Lo cierto es que habíamos hablado con un equipo de la Primera FEB de los que están peleando por subir. Estaba la opción de venir y, en caso de ascender, garantizar el contrato para la ACB. De primeras le dije que sí, pero luego arrancó un torneo profesional en Dominicana. No es la liga, pero sí uno de muchos torneos que se hacen allí. Firmé por un equipo en mi ciudad y le dije que mejor me preparaba para la pretemporada del año que viene. Pero en cuanto me habló de la opción de venir a Granada, le dije, «me voy ya».
–En su primer partido ya ha enseñado cosas que puede aportar.
–Eso es la confianza. He visto el partido repetido y obserbé a un jugador que camina diferente en la cancha de lo que lo hacía en Bilbao. Eso es lo que marcó la diferencia para hacer un buen partido, aunque lo pude hacer mejor. La confianza lo es todo:Pablo Pin me llevó el primer día a su oficina, me explicó que hay muchas bajas y cuál era mi rol. Me pidió que fuera yo mismo y así fue, en verdad.
–Y mete sus dos primeros tiros, que siempre ayuda...
–¡Totalmente! Cuando metí el primero pensé que esto ya era otra cosa. Luego un triple, un robo, una asistencia a Ousmane (Ndiaye)... así cogí la confianza para hacer lo que puedo hacer.
–Tengo que preguntarle por el arbitraje.
–A veces tienes las perspectiva de que cuando estás en casa tienes cierta ventaja, pero no lo vi así. No fue un gran arbitraje, una diferencia de 12 puntos no se puede cortar a base de tiros libres. No me cuadra, no me sentía bien. Fue la primera vez en mi vida que sentía que perdía un partido por el arbitraje. Su mejor jugador tiró 14 tiros libres...
–¿Y esa última jugada antes de la prórroga en la que tira desde su campo? ¿Qué nota?
–Cuando Muric falla y cojo el rebote, veo dos rivales. Pensé que me harían falta si pasaba entre ellos protegiendo el balón. Y al lanzar... noté algo por la espalda y que no tenía fuera para lanzar. Pensé:«¿no hay falta?». Pero bueno, es lo que hay. Si protestaba, como estaban las cosas, igual me llevaba una técnica.
–¿Cómo ve al equipo?
–Tenemos un margen muy pequeño, hay que hacerlo casi perfecto. Necesitábamos el partido de Lleida. Está complicado, pero el baloncesto trae cosas que te sorprenden. Hay que 'echarle bolas' y sacar dos o tres partidos de los que vienen. Sé que estamos cortos de efectivos, pero si le ponemos, creo que se puede. Podemos culpar al arbitraje del domingo, pero también fallamos tiros solos. Si yo hubiera metido dos triples más, las cosas quizá serían diferentes.
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Pablo Rodríguez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Josemi Benítez
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