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Con la satisfacción del deber cumplido tras lograr el ascenso a la B1 —máxima categoría japonesa— con Nagasak Velca en su cuarta temporada en el país del sol naciente, Pablo Aguilar vuelve a su zona confort en Granada, dispuesto a recargar pilas antes de afrontar el próximo curso. «Siempre hace falta estar casa en verano, que luego la temporada es larga», asegura, antes de pasar por lo que ya se ha convertido casi en tradición en estas páginas. «Estoy contento de estar aquí y de hacer esta entrevista que ya es un clásico», bromea.
La charla llega apenas 48 horas después de que se haya sabido el siguiente destino del que fuera jugador del CB Granada: Rizing Zephyr Fukuoka de nuevo en la B2 nipona. «Es un equipo que lleva muchos años trabajando y es una de las ciudades con más tradición de Japón en el baloncesto. Esta temporada pasada ficharon a Moncho López —seleccionador español en el Eurobasket de 2003, logrando la medalla de plata— y eso también es para mí un aliciente porque él es uno de los entrenadores con los que yo crecí. Jugar para él y poner un proyecto chulo en su sitio, porque Fukuoka lleva un tiempo pasándolo regular, es algo que me motiva», justifica Aguilar.
Así pues, el deseo de una parte de la afición granadina, que anhela ver algún día a su paisano de vuelta en el Palacio de los Deportes, tendrá que seguir esperando. El ala-pívot asegura que no ha recibido ninguna llamada del Covirán en los últimos días, pero lo ve como una situación normal de mercado. «Pablo (Pin) y Óscar (Fernández-Arenas) son los que más saben lo que quieren para la próxima temporada», argumenta. Eso sí, sus sensaciones son ambivalentes cuando se le pregunta qué siente por ser ese objeto de deseo de no pocos granadinos. «A ver… me gusta porque quiero venir en algún momento, y también porque eso significa que la gente tiene buen recuerdo y quiere que vuelva y a nivel personal eso es algo que me gusta, pero también lo llevo un poco mal porque no sé cuándo va a darse y es duro siempre decir 'no lo sé, no lo sé', o directamente 'no', así que es una mezcla de sentimientos», expone.
Lo cierto es que Aguilar, que cumplió 34 años el pasado mes de febrero, ha sido agente libre durante algunos días. Pese a ser pieza relevante en el ascenso de Nagasaki Velca, el club le comunicó que no renovaría «sobre todo, por temas contractuales». «En la B2 ya éramos uno de los equipos más pequeños y la temporada que viene no podía ser así porque se quedaría muy baja la plantilla, así que al tener a varios jugadores con contrato de los que deben resolver su situación, hablamos, me explicaron su situación y, aunque estaban contentos conmigo, entendí perfectamente la decisión», desvela.
Con todo, no ha tardado en encontrar destino, sin esperar demasiado a posibles propuestas desde España dadas las particularidades del mercado nipón: «Cuando dejé Nagasaki enseguida preguntaron cinco o seis equipos, de B1 y B2, pero es que allí las cosas van muy rápido: el que está interesado de verdad te pasa la oferta pronto y quiere resolverlo en cuestión de dos o tres días y si no contestas lo puedes perder. Así que como la de Fukuoka —donde ha firmado por una temporada— era una oferta que me gustaba la cogí, no diré que pronto porque tardé una semana en decidir, pero sí sin poder esperar demasiado».
Vuelta a la B2
Sobre los retos en los que será su tercer club en Asia —las tres primeras campañas las pasó en Kawasaki Brave Thunders—, asume que es un proyecto distinto al de Nagasaki. «Fukuoka lleva muchos años ahí subiendo y bajando, tiene mucho más recorrido que Nagasaki, que se creó hace dos años con muchísima ambición para estar en tres en B1» avisa el granadino, que cree que llega ahora a un lugar que busca evolucionar más a medio plazo. «El club es algo más pequeño, pero quiere volver a crecer y llegar a la B1 en unos años. ¿Subir esta temporada? ¿Por qué no?... aunque va a ser muy difícil», asume. Eso sí, cuestionado sobre su decisión de volver a la B2, Aguilar lo tiene claro: «Sobre todo ahora que estoy lejos de casa, prefiero jugar por algo claro que no estar en la B1 sin grandes objetivos. Se han juntado varios factores y de ahí la decisión».
A la hora de repasar sus últimos meses, el ala-pívot subraya el mérito del ascenso con Nagasaki, nada sencillo tras concluir la liga regular en cuarta posición. El equipo la isla de Kyushu debía superar dos eliminatorias al mejor de tres partidos para firmar el ascenso, y tras vencer por la vía rápida a Kumamoto Volters, le tocó jugarse el salto de categoría contra el gran favorito, Altiri Chiba. «Esa era realmente nuestra 'final'», asegura, definiendo a Chiba como «el mejor equipo de la categoría, el más físico de la liga, el más anotador y el mejor en rebote». Además, en la B2 el 'play off' se disputa íntegramente en la pista del equipo que consigue el factor cancha, por lo que a los de Aguilar les tocaba ganar dos partidos lejos de Nagasaki en apenas tres días. «Creo que las apuestas serían de un 90-10 en nuestra contra. Fue una serie durísima a nivel físico y mental, jugando en sábado, domingo y lunes. En el primero ganamos (91-104), en el segundo no les vimos (sonríe irónicamente recordando aquel 93-61) y en el tercero vencimos (86-91) porque creo que estábamos menos cansados, ya que aquello más que por baloncesto fue un partido ya muy mental. Acabamos los dos muy desgastados. De hecho, ellos perdieron luego el tercer y cuarto puesto cuando eran los favoritos para la liga. Creo que eso muestra lo duro que fue», valora. Ya en la final de la B2, Nagasaki perdió ante el otro ascendido, Saga Ballooners, de nuevo a domicilio. «Estuvo muy igualada, perdimos el primero en la prórroga (88-80) y el segundo por cuatro (89-85). Queríamos ganar, aunque no le negaré que había cierta tranquilidad por tener ya el objetivo cumplido», se sincera.
Sufrimiento
Paralelamente a su objetivo deportivo, el jugador que diera sus primeros pasos en el Colegio de la Asunción no dejó de seguir con interés al equipo de su tierra en su debut ACB. «¡Buah! Sufrí muchísimo», arranca. «Vi casi todos los partidos y hablé con gente del club que me iba contando la situación… Fue duro, porque aunque no esté aquí siento el club casi como si jugara en él. Así que ver que las cosas no salían como ellos querían, que el resultado podía ser malo, era difícil. ¡Cuando se salvaron eran las 6 de la mañana en Japón y lo celebré como si estuviera en el pabellón!», cuenta.
Al granadino no le falta empatía ante el devenir tan complejo que debió afrontar el Covirán. «Claro que los jugadores lo pasaron mal. Se lesionaron tres piezas principales pronto en la temporada y eso hizo difícil jugar y competir, y para un equipo con ese presupuesto, es complicado. Fueron muchas lesiones y de jugadores muy importantes», analiza, justificando las curvas. «De inicio demostraron que se podían salvar sin mucho problema. Esas victorias, con casi toda la plantilla sana, fueron un colchón. La temporada hubiera sido mucho más tranquila», defiende.
De momento, a Aguilar le tocará seguir viviendo al Covirán desde el país donde hoy más emerge el baloncesto. «Quieren convertirlo en el deporte rey con el béisbol y están haciendo de todo: organizan eventos, tocan normas del reglamento, empujan a sus jugadores para ser relevantes … Están haciendo las cosas bien». El baloncesto allí no es baladí. Y no se lo quiere perder.
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