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Cuentan que para ganar finales hay que perderlas antes. Ayer el Covirán Granada estaba ante la primera oportunidad de su exitosa historia de colarse en una Liga Endesa en la que la lógica y el buen hacer del club hacen pensar que estará tarde o temprano. Pero el 20 de junio de 2021 no era ese día, estaba claro. Una fecha que, como la del 25 del mismo mes del 2000, gol de Pepe Aguilar mediante, pasa a la historia negra del deporte local. Río Breogán estuvo a otro nivel y demostró que a Granada aún le falta para rescatar la ACB.
Es difícil buscar una tarea en la que el Covirán estuviera ayer a su nivel real. El rebote. (34 por 46) volvió a ser un drama ante un Breogán muy superior en esa faceta durante casi toda la eliminatoria. Solo en el primer cuarto, los lucenses tiraron once veces a canasta más que los rojinegros. Demasiadas oportunidades para un equipo que además salió enchufadísimo en el triple. Los de Diego Epifanio firmaron un 6 de 9 en el primer cuarto, con el finés Ahonen como estilete con tres aciertos rapidísimos para abrir hueco.
Paradójicamente, el Covirán había anotado la primera canasta del partido. Fue de Alex Murphy, haciendo rugir a un Palacio que ayer entendió que debía apoyar desde incluso antes del salto inicial. Cuando volvía a defender, el ala-pívot se acercó gritando a Bamba Fall y Thomas Bropleh, como buscando meter esa energía al equipo que había faltado por momentos en Lugo, cuando los granadinos empezaron peor en todos los cuartos. Sin embargo, la arenga de Murphy fue del todo menos efectiva, pues los rojinegros volvieron a salir mal. Entre triples de Ahonen, mates de Sollazzo y pérdidas locales se dibujó un mosqueante 2-10, que no hizo más que crecer hasta un impactante 3-21 ante la incredulidad del Palacio.
En ese arranque para olvidar se forjó el doloroso epílogo de una temporada excelente en clave rojinegra. La ansiedad atrapó al Covirán, que entró en ese peligroso bucle que se da cuando entra prisa por hacer las cosas y se arriesga en exceso. Los locales, incapaces de conectar cuatro o cinco acciones buenas seguidas, veían como la losa en la espalda cada vez pesaba más. 12-29 al final del primer cuarto. Apenas hubo un amago de reacción mediado el segundo parcial (25-40), antes de que el octavo triple gallego, obra de Iván Cruz a tablero, echara otros cuantos kilos en la mochila. En un aro entraba todo, incluso esos tiros que iban pasados a priori. En el otro se salían algunos que no explicaba la física. Las meigas existen, sí. Y son gallegas.
Las pocas dudas que había quedaron erradicadas a la vuelta del descanso. Pin dejó a Fall en el banquillo, buscando movilidad con Iriarte y Murphy como pívots. Pero Breogán, henchido, dejó claro lo que iba a pasar, con otro furibundo parcial de 0-14 que convirtió lo que ya era se pintaba como una gesta en una auténtica quimera (29-63).
Hay días en los que no sale nada. El problema es que eso justamente ocurra cuando estás a las puertas de la historia, porque duele en el alma y amenaza con enturbiar una temporada brillante. Sería injusto que así fuera para un equipo que no merecía un epílogo tan amargo pero que, en su última misión, estuvo lejos de dar la talla.
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