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Los integrantes del 'Frente Nazarí' dan la bienvenida a su equipo con confeti.

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Los integrantes del 'Frente Nazarí' dan la bienvenida a su equipo con confeti. RAMÓN L. PÉREZ

El Palacio vuelve a ser un infierno

Ambiente ·

La afición del Covirán responde a la llamada de su club y espolea a su equipo de principio a fin hasta una victoria mágica que acerca más que nunca el sueño de la ACB

Jueves, 10 de junio 2021, 01:37

Hacía muchísimo tiempo que el Palacio de los Deportes no vibraba así. Granada volvió a vivir una noche mágica de baloncesto, como las de los mejores tiempos. Una finalísima a cara o cruz para plantarse en el último escalón hacia la Liga ACB, ese sueño al que se ha venido dando forma desde que hace diez años se perdió la categoría pasando desde entonces por todo tipo de vicisitudes, incluida la desaparición del 'Cebé' y la creación de la Fundación en 2012. La ilusión es desbordante porque la afición granadina ve esa posibilidad más próxima que nunca. Una oportunidad de oro a dos triunfos.

Los chicos de Pablo Pin cumplieron cuando más feo lo tenían igualando la serie en Coruña con todo en contra y merecían lo que se encontraron. Cerca de 1.500 personas –si se exceptúan algunos gallegos 'on tour'– prestaron su apoyo a la causa del Covirán entusiasmados por ver a su ciudad de nuevo en lo más alto del baloncesto nacional. El Palacio de los Deportes se engalanó para la ocasión y sirvió aplaudidores hinchables para que la noche fuese una encerrona. Los jugadores fueron jaleados desde el mismo calentamiento, ya con buen aspecto del pabellón, y cuando el partido echó a andar no faltó un solo instante de entrega por parte de los que no encestaban pero a su modo también jugaban. Ese componente pasional indispensable en el deporte.

En el Palacio hay dos gradas de animación, 'Frente Nazarí' y 'Esquina Rojinegra', que desplegaron pancartas de apoyo a su equipo campeón, pero esta vez hubo una sola; toda una grada volcada con su equipo, orgullosos de vestir la camiseta. Ese efecto se empezó a notar pronto, cuando ni Belemene ni Dago Peña consiguieron encestar uno solo de sus dos tiros libres en el segundo cuarto. El ruido era ensordecer, y esta vez ni tan siquiera tenía que rogarlo la 'speaker' del club. Sucedía solo.

Como no podía ser de otra forma en un deporte tan dinámico y de alternativas como el baloncesto, también hubo instantes para el sufrimiento. Coruña no arrojó la toalla en ningún momento y llegó a poseer varias ventajas en el electrónico, aunque la mayoría fugaces. Fue en los momentos más inquietantes cuando apareció ese 'Lama' que medita mientras otros tiemblan. El estadounidense con nacionalidad liberiana apareció cuando más lo necesitaba su equipo y llevó al Palacio de los Deportes al éxtasis, rendido a la puntería de un alero que siempre se la juega. Ya ascendió con el Betis, pero en Granada va camino de convertirse en leyenda.

Algo tuvo que ver la afición en que hombres imponentes como McGhee o Nwogbo parecieran algo más pequeños, aunque siguieron imponiéndose en la pintura cuando les tocó. El partido, no obstante, estaba en otra parte. En lo psicológico, en concreto. Y ahí ganó el Covirán gracias a Christian Díaz o Lluís Costa, que siempre tuvieron presentes que la batalla que más importaba la jugaban con casi 1.500 personas a su favor espoleándoles a ellos e intimidando a sus rivales.

Aunque Dago Peña se empeñase en voltear el marcador o como mínimo forzar la prórroga hasta el final, el Palacio de los Deportes fue viendo cada vez más de cerca el triunfo y vivió los últimos instantes de pie, ya con los tiros libres de Lluís Costa con los que concluyó el encuentro. La euforia se desató con el pitido final. «¡Volveremos, volveremos, volveremos otra vez! ¡Volveremos a ser grandes, volveremos a ascender!», rugieron los hinchas, más convencidos que nunca de que les ha llegado el momento. De que bajo la dirección de Pablo Pin y con un equipo de jugadores con tanto compromiso como talento se puede obrar la hazaña de conseguir el cuarto ascenso en nueve campañas.

Pablo Aguilar sufre a pie de pista. RAMÓN L. PÉREZ

Fue partícipe de la fiesta -como por momentos del sufrimiento– el mejor jugador granadino en la actualidad y desde hace años. El internacional Pablo Aguilar, ahora en los Kawasaki Brave Thunders de Japón, lo presenció todo a pie de pista. «Lo he vivido con mucha emoción, hacía mucho tiempo que no vivía con tanta tensión y tantos nervios un partido como aficionado», reconoció a IDEAL anoche. «Todos los jugadores dieron un paso adelante y eso que había algunos tocados, habla bien de lo que sienten por la camiseta», remarcó Pablo Aguilar, para quien el apoyo del público fue clave. «El ambiente fue increíble, una olla a presión; no hubo un solo momento de silencio. Y eso que solo había 1.500 personas en un aforo de siete mil; es digno de admirar. Es una motivación brutal para los jugadores y seguro que lo agradecen», aplaudió. Él, como toda Granada, es optimista. «Quiero volver a ver al equipo de la ciudad en lo más alto. Ojalá que suban», deseó Pablo Aguilar. Ojalá.

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